IV

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-¡Elizabeth!, esperaba encontrarte por acá –Dijo una voz masculina. Miré su rostro, era Nick. Era agradable hablar con alguien que ya conocía. Ya me había comenzado a sentir sola y excluida de todos.
-¿Esperabas? –Le dije. Me ofreció su mano y me levanté. Se inclinó hasta coger mi bolso y metió todo dentro de él exceptuando mi horario. Me lo entregó y sonrió.
-Sí, es el rumor de todos, Elizabeth. Hace unos días se rumoreaba que estarías en Robinson Lacrosse, y hoy al verte en el auto con tu madre lo comprobamos –Dijo riendo. Caminamos hasta los casilleros. Busqué el mí durante unos minutos, y Nick lo encontró por mí. Este primer día sería difícil.

Abrí el casillero, era color gris. Estaba totalmente vacío, o al menos eso creí. Hundí mi mano al final de él. Me encontré un folleto el cual decía "Bienvenido/a querido estudiante/a  a la segundaria Robinson Lacrosse" A duras penas deposité todos mis cuadernos en él. Nick seguía esperando. Mantenía su espalda en el casillero de al lado. Abrí el folleto y me percaté que también tenía un mapa de todas las plantas de la segundaria. Nick se acercó a mi tomando firmemente de mi mano el folleto. Lo guardó en su bolsillo de pantalón. Le miré seriamente.
-No me mires así, Elizabeth ¿Para qué necesitar un folleto si tienes al mejor guía de todos? –Se señaló a sí mismo. Le sonreí corta y precisamente. De todos modos, haber mantenido el folleto habría sido de gran ayuda.
-¿Qué se supone que es lo primero que debe conocer alguien como yo en Robinson Lacrosse? –Le pregunté. Él tomó de mi brazo sin decir nada. No sabía a qué lugar se dirigía, pero estaba totalmente interesada por saberlo. Cruzamos por la muchedumbre a duras penas. Nick no tenía intención de soltarme y en cierta manera no quería que lo hiciese. Pasamos rápidamente por la casilla del portero. Ahora el hombre estaba durmiendo. Su ronquido me hizo reír y eso medio lo despertó. Me dirigió una mirada y volvió a dormirse indiferentemente.
Cruzamos el estacionamiento, pero nuestro camino no terminó allí. Nick se dirigió en dirección equivocada a mis pensamientos. Llegamos hasta un campo. Supuse que ahí entrenaba el equipo del colegio. Nick subió las escaleras hasta llegar a la galería. Había algunas personas. Entre ellas muchas chicas.
-¡Nick, ¿Te veré hoy en el juego?! –Gritó una chica sonriéndole. Caminó hasta nosotros y saludó a Nick besando su mejilla. Me sentí realmente incomoda en ese minuto. Nick seguía tomando mi brazo. Carraspee mi garganta para que me soltase y así lo hizo.
-Oh, Holly. Ella es Elizabeth. Elizabeth, ella es Holly. Creo que te toparás con ella en varias clases –Comentó Nick. La chica me sonrió y besó mi mejilla alegremente. Yo le sonreí.
-¡No sabes!, Corrió el rumor de que Finn Clark está saliendo con Stacy –Dijo la chica. Le miré fijamente. Esta chica podría ser locutora de últimas noticias.

-Sí... Lo supe ayer. No puedo creer que Rebecca lo permita, y por otro lado...No puedo creer que yo haya sido tan idiota y no luchar por ella –Dijo Nick. Su mirada estaba ida. La chica se puso nerviosa. Le miró fijamente a él y luego a mí.
-Creo que tengo que irme –Comentó. Su voz sonaba culpable. Como si quisiera revertir el tiempo para no haber dicho semejante cosa. Se retiró sin decir nada. Le miré irse. Estaba casi corriendo. Luego de unos segundos le perdí de vista entre la gente.

-Creo que también deberíamos irnos –Dijo Nick. Esta vez rodeó mi cello con el brazo derecho suavemente. Caminamos así hasta llegar al estacionamiento. Al entrar, volvía a divisar al portero. Esta vez no había rastro de él. Caminamos entre la gente, cada vez había menos. Sonó el timbre. Debía ir a mi primera clase. Casi corriendo dejé a Nick atrás y me dirigí hasta mi casillero. Había olvidado cerrarlo, pero no había nada que fuese de interés para los demás. Mi próxima clase sería "Matemática". Joder. Había comenzado a odiarle hace un tiempo, pero Robinson Lacrosse no sería una excepción para mí. 

Caminé hasta el salón correspondiente. Subí hasta la planta alta lo más rápido que pude. Los pasillos estaban vacíos, supongo que era la hora muerta de Robinson Lacrosse. La hora en que ninguna alma deambula por los pasillos en busca de escapar de este lugar.
Miré cada puerta y al instante hallé la correcta. Golpee un par de veces. Una mujer de no más de treinta y dos años abrió la puerta. Sonrió asombrada, al parecer ya sabía que de mí se tratase. Me hizo un gesto para que pasase.
Miré el salón. Al instante reconocí a Amelia y Nick. ¿Nick? Era imposible que él hubiese llegado primero. Le había dejado atrás. Supongo que otro de los enigmas que mi pequeña mente no podría resolver.
Nadie prestaba atención hasta adelante. Estaban lanzando papelitos y riendo, y por supuesto hablando de alguna cosa que les resultaba mucho mejor que poner atención. Bufé ante esto.


-¡Silencio! –Dijo la maestra. Nadie volteó a verla. Eso la molestó demasiado, tanto que sacó un pedazo de madera pequeño y lo azotó contra su escritorio. Todos fijaron su mirada hacia adelante -¡He dicho silencio! –Volvió a decir -¡Nunca entienden! –El silencio de todos se hizo presente en la sala – Ella es Elizabeth Albot, es nueva en la segundaria. Así que les pido que la hagan sentir parte de esto –Dijo la mujer haciendo los típicos discursos que hacían las maestras, según Amelia –Puedes sentarte Junto a Stacy –Dijo la mujer apuntando.
Caminé en dirección a la rubia de labios rojos. Ya le había conocido. Esta me sonrió sínicamente.

Intenté no mirarle el rostro durante todo el transcurso de la clase. El timbre sonó y provocó varias emociones en mí; Nick había estado mirando en la dirección en la que me encontraba, pero no podía estar totalmente segura porque también a mi lado se encontraba Stacy. Caminé por los pasillos. Todo nuevamente volvía a recobrar vida. Todo volvía a sobre llenarse de estudiantes.
Bajé las escaleras rápidamente, si me demoraba unos segundos más de lo que debería luego tendría problemas para poder caminar. Le había dicho a Nick que lo vería en la galería. Él estaba impaciente y yo sólo trataba de llegar hasta allí a toda costa. Al tocar el último escalón con mi pié el cuerpo de Finn se asomó. A su lado el cuerpo de la rubia de labios grandes y rojos se hizo presente. Finn me ignoró. Dejó atrás a la rubia y subió las escaleras rápidamente. 

La rubia gruñó. Se notaba que tampoco le gustaba la soledad. Pero nada podía esperarse realmente de Finn Clark. Yo había creído que él tenía un lado amable. Pero como le sucede a cada uno de nosotros, creemos que conocemos a las personas. Pero uno nunca termina de conocerles realmente. Los desconocidos están destinados a conocerse, los enemigos a odiarse, y los amigos a traicionarse y por supuestamente a romperse el corazón.

Observé como la rubia partía detrás de Finn subiendo las escaleras. Se notaba que apenas las subía, pues no dejaba de quejarse con cada escalón. Traía tacones los cuales parecían tener cinco centímetros.

Llegué hasta la galería pero no hallé a Finn. Me senté mirando hasta el centro. Había un grupo de personas en el césped. Parecían ocupados. Me dirigí hasta los escalones y bajé hasta llegar al final. Estaban preparando el centro. Al parecer habría un juego en la tarde.

-¡Creí que no vendrías! –Gritó Nick desde la cima de la escalera. Bajó unos cuantos escalones y aun así quedo superior a mí. Yo me encaminé hasta quedar a su altura. El vestía ropa deportiva. Yo le miré tragando seco.
-¿Se supone que harás ejercicio? –pregunté a toda costa. El rió y me rodeó con su brazo.
-Todas las tardes, Elizabeth. Hoy jugaremos contra los tiburones de Chicago –Dijo él. No tenía ni la menor idea de que el jugara.
-Oh... ¿qué se supone que harán? ¿Competencias de trote? –Le pregunté. Su mirada fue un tanto expresiva. Ambos brazos se posaron en mis hombros suavemente. Dieron un pequeño masaje con su pulgar sobre mi suéter y luego sonrió.
-El fundador de Robinson fue un famoso jugador de Lacrosse en mil novecientos cuarenta. Era alemán y perdió una pierna en la guerra. Emigró hasta Seattle y fundó Robinson en honor a su compañero muerto en guerra. Es por eso que Robinson Lacrosse lleva el nombre de sus esperanzas, las cuales nunca perdió para volver a jugar Lacrosse, pero lamentablemente la vida le jugó una mala pasada. Desde hace sesenta y cinco años los estudiantes que tengan las habilidades para el juego, son bienvenidos a practicarlo –Dijo sonriendo. Bajó su mirada aun manteniendo su sonrisa -¿Vendrás al juego hoy? Realmente quisiera verte acá. Elizabeth –Dijo.

-No lo creo, Nick. Mamá esta con papá en el hospital, y no me gustaría correr el riesgo de que ella vuelva a casa y yo no esté ahí – Jugué con mis manos. Realmente quería quedarme, pero estaba fuera de mis alcances. Divisé a Amelia subiendo por las escaleras de en frente, al otro lado de la galería. Su mirada se dirigió hasta la mía. Se dirigió hasta el grupo de la chica rubia de rojos labios.
-¿Sabes qué creo? –Preguntó – Creo que iré con tu madre para pedir su permiso. Vamos...sólo será un día, Elizabeth Albot –Dijo haciendo voz de niño pequeño –Vamos...por favor.

-No lo sé, si mi madre me ve en el hospital me matará –Le dije. No había pensado claro. Si iba hasta el hospital, podría volver a ver a papá -¿Sabes?, está bien. Será mejor asegurarse y hablar con mamá.

Desde mi ventana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora