VIII

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Se acerca el cuatro de julio. Las clases en esta semana se han vuelto bastantes movidas en comparación los otros aburridos días. Sólo faltan dos días, pero ya no puedo pensar en salir, ya no.

Mamá me ha dicho que probablemente habríamos de pasar el cuatro de julio con papá, creí que ella me dejaría salir, pero fue aún mejor. Traerán a papá a casa. Es extraño, la última vez que lo había visto no estaba en las mejores condiciones.

En Robinson Lacrosse harán un bingo por la tarde, la junta de maestría en el lugar ha decidido recaudar fondos para la reconstrucción de la vieja biblioteca a la cual pocos estudiantes tienen acceso. La idea de ellos, es corregir la última parte.

He tenido noticias de Amelia, pasará por mi esta tarde para asistir al bingo. Mamá ha logrado vuelto a trabajar de medio tiempo en la pastelería del centro, y yo voy bastantes veces durante la semana después de clases.

-Cuando yo tenía tu edad, solía pasarme todo el día en la plaza y varios chicos me quedaban mirando -Dice Celia masticando bruscamente la goma de mascar. Deja un plato de pastelillos frente a mí -Come uno linda, necesito que al menos hagas algo productivo -Continúa ella. Caminó hasta la barra mientras se disponía atender a un hombre.

Había conocido a Celia hace algunos días. Era la única amiga que tiene mi madre en todo Seattle. Su cabello es totalmente rojo por donde quiera que se le mire, tiene unos largos y delgados dedos que le permiten trabajar con agilidad, según yo. Es bastante ruda, pero aun así no deja de perder su lado femenino. Es una mujer de cincuenta y cuatro años.

Llevo mi dedo índice hasta la crema que cubre aquél pastelillo y le acerco a mi boca. Sabe dulce, extremadamente dulce. Entonces pienso en papá, en lo que le gustaría estar probando pastelillos junto a mí a escondidas de mamá. Mamá trabaja únicamente en la cocina mientras Celia sólo atiende.

-Mi difunto esposo Isaac, siempre decía ¡Vamos primor, no trabajes en una pastelería! ¿Pero si te digiera que murió con un trozo de pastel en las manos ¿me creerías? -Celia deja caer su peso en la silla de madera que estaba a mi costado. Levanta sus cejas mientras suelta una risa. Una risa de las que si probablemente miras más de una vez, quedarías con un severo temor al verle de nuevo.
-¿Murió con un pastel en las manos? ¿Le envenenaste? -Digo. Esta vez con la diestra llevo un trozo de aquél pastelillo a mi boca. Celia arruga sus facciones y vuelve a reírse.
-Ganas tuve, linda. El muy caradura siempre me decía que no trabajase en semejante tontería ¡Pero mírame, veinte y tres años trabajando acá y sigo de pié como una estaca de madera plantada en el suelo! Murió una tarde de abril en casa, estábamos celebrando el cumpleaños de Cameron, su ahijado. Murió exactamente cuándo se estaba llevando un trozo de pastel que yo misma preparé, con estas manos -Alza sus manos mientras intenta explicarme -Fue un ataque quién lo desterró de este mundo. Pienso que el viejo está en ya está mejor-Saca un cigarrillo de su bolsillo del delantal y lo enciende rápidamente. Deja caer el encendedor en la mesa y me vuelve a mirar -Renegaba de mis habilidades como pastelera, así como tu madre reniega de las suyas. Sara debería estar participando en un concurso. Pero no... ¡Siempre está como una amargada dudando de lo que hace! Si yo fuese su madre, le patearía el trasero, linda.

Rio ante los comentarios que ella hacía. Los ruidos desde la cocina se hacen más fuertes, al cabo de unos minutos el cuerpo de mamá aparece. Trae la mejilla manchada con algo de masa.
-¡Ya deberíamos estar camino a casa! -Grita mamá -¡Celia, no le digas esas cosas a mi hija! -Se voltea para volver a caminar hacia la cocina y frena. Gira su cabeza y me mira -No te muevas, iré a cambiarme. Debemos llegar a casa para que vayas al bingo y yo pueda ir a ver a tu padre.
Celia reniega con su cabeza, y apretuja su cigarrillo contra la suela de su zapato y este se apaga.

Desde mi ventana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora