Capítulo 7

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Camino junto a Rose con nuestras cestas para recolectar en mano y nuestras capas sobre nuestros hombros, unas que caen hasta acariciar ligeramente el suelo. Nos acompañan Cassius, Cassido, Brutus y Sam, este último se encuentra en mi bolsillo.

Nos movemos al compás de los pasos de los demás humanos, quienes también marchan con sus guardianes hacia la puerta norte.

Siento la emoción quemando en mis venas. Después de tantos años, finalmente... saldré a una recolecta.

Cuando aquella ansiada puerta se encuentra frente a nosotros, todos nos brindamos el típico saludo: Sé fuerte. Hablo involuntariamente, sin detenerme a contar cuántos saludos digo, ya que me encuentro estupefacta ante la certeza de que realmente iré al exterior sin nada que pueda detenerme.

Un vecino coloca su mano sobre el escáner, por lo que percibo un pitido y acto seguido, la puerta se abre.

Cuando el aire del exterior azota mi cabello, recuerdo a David, a mamá y a Esmeralda por un momento.

Cada persona coloca su mano sobre el escáner para abandonar el domo.

Cuando decido apoyar la mía, alguien la coloca antes. Alzo la mirada, logrando encontrar a Cordelia junto a su guardiana.

—¿Estás feliz, Zeva? Vas a salir —murmura con soberbia—. Solo espero que recuerdes el cuerpo de mi hijo cuando lo hagas.

La puerta se abre y ambas se van. Mis ojos se encuentran con Cassido cuando coloca una mano sobre mi hombro reconfortantemente.

—No la escuches, pequeño monstruo —asegura Rose.

Luego de soltar un suspiro, apoyo mi mano sobre el escáner, todos escuchamos el característico pitido que luego es reemplazado por el sonido de la puerta abriéndose.

Cuando solo un paso me separa del exterior... avanzo, sintiendo un nudo en mi pecho. En un abrir y cerrar de ojos, me encuentro afuera con Cassido a mi lado. Observo a Sam asomado en el bolsillo de mi abrigo, esbozando una sonrisa entusiasmada.

Me permito cerrar mis ojos para sentir el aire frío que entra y recorre mis pulmones, al mismo tiempo que me percato de que finalmente poseo la libertad que tanto he anhelado sin que me haya escapado.

De pronto, escucho a Cassido recitar unas palabras veloces, por lo que abro mis ojos para encontrarlo extendiendo su varita hacia mí. Sin previo aviso, salgo volando y caigo a lo lejos sobre el suelo, boca abajo. Alzo la mirada para ver a Cassido luchando contra un minotauro que quería atacarme. Mi corazón palpita pesadamente al reconocer que debido a aquel momento de distracción estuve a punto de ser agredida.

El minotauro se encuentra aprisionado en el humo de mi guardián. En este momento, viendo a Cassido luchar contra otro ser mágico y arriesgando su vida solo para protegerme, me permite descubrir cuánto cariño siento por él.

Cassido no solo es mi guardián, se ha convertido en alguien que vuelve mis días más interesantes. No podría soportar que algo le pasara.

Observo a Rose y a Cassius a su lado.

Cassius extiende su puño, revelando el anillo en su mano, sus labios se mueven, logrando que su poder salga disparado hacia el pecho del minotauro, por lo que este suelta un sonido desagradable y se desploma sobre la nieve. Es cierto... dos poderes juntos son mejores que uno.

Observo a Sam corriendo hacia mí para entrar en mi bolsillo nuevamente. Rose se apresura y me alcanza, ayudándome a levantarme.

—Zeva, ¿estás bien? —dice mi hermana.

El Arma de Oro © (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora