Cuando abro mis ojos, noto que me encuentro tendida sobre una cama en una habitación poco conocida. Es estrecha, adornada por una ventanilla que exhibe el cielo estrellado, y una luz flotante ilumina el recinto.
Suelto una mueca al sentir unas punzadas en mis piernas cuando me alzo para sentarme. Giro el rostro para encontrar un buró que muestra a Sam, quien se despierta con la intención de imitarme.
—Zeva —suelta la voz ronca de Hadrien.
Lo encuentro de pie, cruzado de brazos y dedicándome su completa atención. Él me extiende un vaso de agua que reposaba cerca de Sam.
—Cassido dejó esto para ti, y también trajo un cornetto —murmura—. ¿Lo quieres?
—¿Cassido estuvo aquí?
—Sí —responde, sentándose en el borde de la cama—. Acompañado por tu hermana y Cassius.
—¿Mis guardianes dijeron por qué no asistieron a la coronación?
Hadrien suspira—Cassido se limitó a decir que decidieron desayunar en el pueblo, y cuando se encaminaban hacia la ceremonia, se encontraron con los contempladores —suelta—. Él se disculpó por no haber estado presente, pero por su conexión, pudo saber que estabas haciendo un buen trabajo contribuyendo en el enfrentamiento.
Dejo salir una sonrisa, tratando de encontrar el color celeste de su mirada—¿Y tú? —murmuro—. ¿Estuviste todo este tiempo a mi lado?
Su mirada, distante y calculadora, se concentra en mí—Lo intenté —responde—. Tuve que irme un momento, pues Giselle me solicitó para darme una información importante. Cassido estuvo a tu lado en mi ausencia.
—Gracias.
Él frunce el ceño—No tienes que agradecerme —asegura—. Zeva... discúlpame por haber sido tan frío y cruel contigo —confiesa seriamente.
Me quedo sin habla ante la intensidad de sus palabras, así que decido bromear—Supongo que lo seguirás siendo ahora que he arruinado el vestido de Priscilla.
Su mirada cae en la falda rota y mugrienta que muestra mis tobillos—Creo que quieres decir que has arruinado tu propio vestido.
Suspiro—Hadrien... no soy la reina. No podré devolver a Priscilla justo como te había dicho. Lamento haberte dado esperanzas.
Un atisbo de decepción cruza su rostro—Descuida —decide decir—. Tengo años viviendo sin ella, me las arreglaré —asegura—. Por ahora, lo importante es que te encuentras a salvo.
No me percato de la poca distancia que nos separa—¿Qué va a ser de mí ahora que saben que tengo el Arma de Oro? —susurro—. ¿Me tendré que ir?
—Giselle habló conmigo... Ella agradece tu ayuda en el combate, así que solo ha decidido sacarte de la habitación de la reina para darte esta, una cerca de las habitaciones de tu hermana y tus guardianes —explica—. Esto me parece que es tuyo —murmura, extendiendo el retrato de Dave hacia mí, lo tomo para apreciarlo nuevamente—. Hay algo más... Giselle y Magnolia desean investigarte mañana en una ceremonia pública en la Sala del Trono para descubrir qué es lo que sucede contigo. Tanto tú como yo sabemos que se trata de tu sangre. Zeva, ¿estás de acuerdo con eso?
Afirmo con la cabeza de inmediato—Sí —respondo—. Quiero hacerlo.
***
Desde mi habitación, soy capaz de escuchar el murmullo de la muchedumbre que se adentra en la Sala del Trono para apreciar este hecho. Supongo que lo hacen para acabar con la curiosidad de saber qué soy.
Luego de colocarme uno de mis vestidos negros, mi calzado y la correa, me detengo frente al pequeño espejo flotante. Admiro mi reflejo, percibiendo mi propia confusión y mis nervios.
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El Arma de Oro © (Libro 1)
FantasyEn el futuro, el mundo sufrió una invasión de criaturas mágicas que se pensaban que eran producto de la imaginación de las personas y, por lo tanto, pertenecientes solo a mitologías. Tras una guerra contra ellos, la única solución que tuvieron los h...