2. Otro día escuchando tu nombre.

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La calma nocturna de una playa podía ser lo que todo turista podía desear, para Erik Lehnsherr, aquella calma le desagradaba por razones externas. Sin ningún ruido al rededor más que alguno que otro sonido de la naturaleza que llegaba a la ventana de hotel, le hacía más difícil la tarea de recoger sus cosas en silencio.

Agarró las llaves y la cartera que descansaban sobre la mesita de noche, lanzando una última mirada al hombre que, aún en la cama, le daba la espalda. Inspiró profundamente, intentando procesar lo que estaba a punto de hacer.

"He bajado mi guardia por ti. No puedo perderme a mí mismo por ello."

Erik tomó las ultimas cosas que le quedaban. Dio una última mirada al hombre asegurándose que siguiera dormido y salió de la habitación dejando únicamente el recuerdo de haber estado presente ahí.

Lo que el sujeto no sabía es que el hombre que estaba acostado en la cama, su querido amigo y amante, nunca estuvo dormido.

Charles Xavier agradecía a la oscuridad por no dejar ver con claridad los ojos cristalinos que poseía. Respetaba la decisión de su amante al marcharse, fingiendo estar dormido tal como él deseaba, pero en lo más profundo de su ser, anhelaba que no se fuera.

Podría hablar, pero de nada serviría si Erik no quería escuchar. Respetaba su decisión, pero eso no impedía que deseara algo diferente o que el dolor fuera menos intenso.

Ambos hombres habían discutido en la tarde mientras miraban las olas del mar. Lo que se suponía que sería un viaje de investigación, excusa para simplemente pasar tiempo juntos, se había convertido en un resalte de diferencias entre ellos.

Lo que Charles no se esperaba es que su amante lo abandonaría sin más en esa misma noche, y en un intento de obtener una última cosa de él, se metió a su mente sin permiso por primera vez desde hace tanto tiempo.

No perteneces a mi futuro y yo no pertenezco al tuyo.

Aquello fue lo que lo hizo salir de la mente de Erik tan pronto como entró, quedándose en una playa de la cual llegó acompañado y saldría solo.

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Los rayos de sol se filtraban débilmente a través de las cortinas gruesas que cubrían la ventana, iluminando con tímida escasez la habitación. La suave luz apenas rozaba el único cuadro que descansaba sobre el mueble, junto a la amplia y desordenada cama que parecía haber sido el escenario de una noche de insomnio.

—¿Charles? Traje el desayuno. — Hank McCoy, un hombre que, a diferencia del dueño de la cama, ya estaba arreglado para iniciar el día, sostenía una bandeja con el desayuno.

—Gracias, Hank... Solo déjalo por ahí.

—¿No dormiste nada? Te vez fatal hoy.

—No mientas Hank, me veo fatal siempre. — Una ligera sonrisa apareció de Charles tras su intento de broma. No funcionó, Hank solo sintió más lástima por lo que Charles suspiró moviendo su mano indicando que lo olvidara. —Deberías mejorar un poco ese humor.

—Es difícil reírme mientras te veo en ese estado.

—Entonces no me veas. — Charles volvió a sonreír ligeramente con descaro.

—¿Tuviste pesadillas anoche o por que el insomnio?

—Solo recuerdos. — Dijo picando la carne en su plato con el tenedor.

—¿Erik de nuevo? — Hank detestaba cuando Charles soñaba con Erik, significaba que el hombre se tomaría al menos dos botellas y se recriminaría a sí mismo por dejarlo hacerlo. Pero no podía ver al hombre llorar.

OJO POR OJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora