1. ¿Quién es tu idiota?

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Un trago, luego otro, una botella... ¿Por qué no dos? Stark parecía decidido a ahogar toda chispa de sobriedad en el fondo de esos vasos. Su orgullo le golpeaba en la cara, recordándole su presencia y exigiéndole que no se dejara caer como un pobre diablo.

Habían pasado tres meses desde que dio fin a la extraña relación que mantenía con Steve Rogers... Claro, si a verse como simples compañeros de trabajo y hablarse cómo antes de que sus sentimientos aparecieran, podía llamársele 'cortar'. Pero, ¿Cómo se pone fin a algo que ni siquiera comenzó oficialmente?

El amargo sabor de la bebida le servía de distracción, nublando los pensamientos que tanto deseaba evitar. Era justo lo que necesitaba, una simple noche de tragos consigo mismo.

Un hombre sentado en la barra a tres sillas de distancia, parecía tan desgraciado como él. Bueno, talvez su plan de una noche consigo mismo podría cambiar un poco, después de todo, no le debía fidelidad a nadie.

—Un Martini. — Tony se sentó a lado del hombre. —Mejor dos, a menos que el caballero aquí prefiera otra cosa. — Le dedicó una sonrisa arrogante al solitario hombre.

Talvez un clavo sacaría otro clavo.

—Puedo pagar mi propio trago. — Dijo secamente el hombre sin despegar la vista de su vaso.

—Ouch, creo que no iniciamos bien.

—Prefiero no iniciar nada, gracias.

Tony miró al hombre más detenidamente pues aquella voz se le hacía extrañamente familiar. Se acercó al espacio personal del sujeto de forma casi invasiva, cosa que claramente el otro notó fastidiado y alzando la mirada para verlo.

Aquellos ojos azules eran inconfundibles. No había duda; era su viejo amigo y ex compañero, Charles Xavier. El mutante telépata que mantenía oculto su poder, un secreto que, por fortuna, Tony había llegado a conocer durante un intercambio estudiantil. Aunque algo extraño lo envolvía ahora; su rostro estaba oculto tras una melena descuidada y una barba que parecía desafiar todo recuerdo de su pulcritud. Definitivamente, ya no era el hombre de antes.

—¿Charles? — Dijo Tony con incredulidad.

—¿Stark? — La vista poco amistosa de Charles se suavizó al comprender quien era el hombre a lado de él.

—Cuanto tiempo, Charles. — Sonrió olvidando su iniciativa principal.

—Creí que no venías a este tipo de lugares. — La mirada de Charles viajó por las mesas que claramente no parecían digno de un establecimiento cinco estrellas. Era un simple lugar escondido entre las calles, un pequeño bar de mala muerte.

—Lo mismo digo de ti

Ambos hombres sonrieron. Quizás ninguno se dio cuenta de que esas eran las primeras sonrisas genuinas que ambos habían hecho en todo el día. Una simple y silenciosa coincidencia que pasaría desapercibida en el aire.

La noche se pasó rápido. Contaron cada cosa que ambos se habían perdido uno del otro, incluso a sabiendas de que probablemente alguna cosa dicha por Stark, ya había sido anunciada en el televisor. Charles por otra parte no era de salir en televisión, aunque sabía bien que podía hacerlo al ser una figura importante para los mutantes, prefería mantenerse lejos de los medios a menos que fuera necesario.

Eran dos genios, rodeados de títulos prestigiosos y riquezas; dos mentes brillantes con un peso de importancia a sus espaldas. Podían coincidir en tantas cosas y diferir en otras, pero la emoción que sentían al hablar con un recuerdo nostálgico era la misma.

Curiosamente, había otra cosa en la coincidían; su elección de lugar para tomar tragos. Ambos sabían que algo ocurría dentro del otro para encontrarse ahí mismo, con varios tragos cada uno cargado de sus propios pesares.

OJO POR OJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora