4. El juego de la primer cita.

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Un traje a la medida, con un interior forrado en suave seda y botones de nácar que resaltaban la calidad de cada detalle. Todo estaba perfectamente planchado, con un pantalón cuya caída impecable parecía dictada por la perfección del mismo sujeto.

Charles se miraba en el espejo, un objeto que hace tiempo no había usado con atención. Se miró, analizando cada detalle. Era como ver un fantasma pasado hasta que su vista alcanzaba su propio rostro en el espejo; la barba y el pelo mostraban un suspiro de su actualidad.

—Esto es tan raro. — Murmuró el hombre y miró la hora. Faltaban pocos minutos para que su amigo llegara por él.

Se apresuró a peinarse y ponerse perfume, recordando cada paso que hacía antes para una apariencia impecable. Se miró de nuevo al espejo, dudando un poco en quitarse la barba, pero la idea abandonó su mente rápidamente.

—No hoy. — Tomó su cartera y salió de la habitación, bajando las escaleras hasta encontrarse con Hank quien caminaba con algunos papeles, seguramente para ir al laboratorio.

Los ojos de Hank se abrieron de par en par al ver como su amigo se había arreglado. Era una imagen vieja que hace tiempo no veía. Charles maldijo en silencio pues tenía la esperanza de que Hank no lo viera salir así de casa, un intento fallido claramente.

—¿Charles? — Dijo Hank acercándose a su amigo.

—Creí que estarías en el laboratorio.

—Solo vine por unos papeles. — La mirada del hombre navegó de abajo hacia arriba y sonrió con un toque de orgullo e incredulidad. —¿A dónde irás hoy?

—Solo una cena. — Se limitó a contestar el telépata. No sabía exactamente cómo abordar el tema.

—¿Una cena? — Hank habló con un pequeño tono juguetón ante la respuesta de Charles. —¿Significa que no debo esperarte esta noche?

Charles tosió por la impresión de la broma, dándose pequeños golpes en el pecho mientras negaba con la cabeza.

—Muy gracioso, Hank. — Dijo con sarcasmo y continuó caminando. Le borraría la memoria a su amigo, si su moral no fuera tan alta.

—Lo siento, tienes que entenderme. — Hank lo siguió con una sonrisa cálida. —No me lo tomes a mal. En realidad, creo que es bueno que salgas y no solo con el propósito de alcoholizarte.

—Solo dime si me veo bien. — El hombre se detuvo y lo miró, con un leve rastro de nervios asomándose en su expresión, temiendo haber cometido algún error en su imagen.

Hank lo observó en silencio durante unos segundos, evaluándolo con cuidado, antes de asentir con un destello de orgullo brillando en sus ojos. Charles, aliviado, le devolvió una mirada sincera, cargada de agradecimiento.

Hank estaba orgulloso del hombre que estaba viendo frente a él por tan absurda y simple que fuera la acción de simplemente arreglarse y salir de las cuatro paredes que lo rodeaban todos los días.

El lindo momento fue interrumpido por el sonido de claxon en el patio, a lo que Hank frunció el ceño con extrañeza. Charles continuó caminando con algo de rapidez para evitar más preguntas que seguramente Hank le haría, hasta que por fin salió de la mansión.

Ahí estaba Tony, recargado en la puerta del conductor de un auto diferente que no tuviera el suelo tan bajo como para que otra roca chocara con él. Se veía tan impecable como su acompañante, un traje que incluso portaba sus iniciales en el interior.

Las miradas de ambos examinaron al otro.

—Te vez bien. — Dijo Charles mientras miraba al hombre.

OJO POR OJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora