La conferencia se sintió como un soplo de aire fresco para los dos empresarios.
El inversor italiano, Marco de Luca, les sonrió durante toda la conversación, tranquilizándoles con la mirada. Su barba entrecana y las antiguas gafas de montura que reposaban sobre su nariz aguileña le aportaban una serenidad envidiable, destacando además su gran capacidad de escucha activa.
Martin y Juanjo compartieron sus ideas, detallando desde los criterios de contratación del personal hasta el propio esqueleto del edificio. Marco quedó especialmente conmovido por una intervención en particular, bajo la voz de Juanjo en ese caso, donde aportaba datos concretos de un estudio que su equipo había realizado recientemente: "7 de cada 10 niños que padecen ansiedad severa provienen de familias disfuncionales". El italiano, tras un par de horas de negociación y aclaración de detalles, accedió a contribuir económicamente en la puesta en marcha del centro.
El terreno, ya elegido, se situaba a poco más de media hora de la fortaleza Bona. Una inmensa explanada verde situada en las afueras de la ciudad, lo suficientemente cerca para tener contacto con ella pero lo suficientemente lejos para poder permanecer aislada. A su alrededor se extendía un gran parque con un lago, donde tenían intención de establecer una zona de desconexión para los pacientes, creando una especie de mundo alternativo que les permitiera pasar su tratamiento en condiciones. Los planos de las instalaciones habían sido completados cuidadosamente con el interés de los pacientes en mente, añadiendo salas destinadas tanto al cuidado, el descanso y el ocio de los futuros internos.
El diseño estético no se había quedado atrás, llenando de colores vivos el ambiente, tal y como Juanjo lo vislumbraba en su cabeza. Las paredes pintadas de tonos pasteles, evitando que lucieran parte de un hospital, con intención de aportar a los niños el lugar de desconexión y familiaridad más ajustado a sus necesidades. Contaba también con pistas deportivas, parques infantiles, piscina climatizada y habitaciones tanto individuales como compartidas.
Chiara llegó nada más finalizar la conferencia, entregándoles por fin los documentos con la plantilla de profesionales seleccionados para trabajar en el centro. Eran apenas 20, para comenzar, todos con estudios más que cualificados y experiencia con casos graves de psicología infantil. Se acomodaron en los asientos de la inmensa sala de reuniones, uno frente a otro con la mesa de por medio, y pasaron unos minutos visualizando los perfiles de cada trabajador.
—Tiene muy buena pinta, ¿no crees? —murmuró Martin hojeando los papeles distraídamente.
Estaban todavía en la sala de reuniones, a solas. El pequeño sentado en una mullida silla y reposando sus piernas en el regazo del mayor, quien le escuchaba atentamente regalándole de vez en cuando alguna caricia repentina.
—Licenciados, maestros, doctores. Todos y cada uno de ellos. En psicología, terapia ocupacional, educación especial...
—Me gusta como suena —aseguró el vasco mientras mordisqueaba el boli—. ¿Hemos concretado una cita personal con ellos? Me gustaría poder verlos yo mismo.
—No lo había pensado, pero igual nos viene bien. Necesitamos analizarlos, no quiero mentirosos en mis filas.
—Tú y tus paranoias...
—No soy el culpable de vivir en este mundo tan hostil.
—Ahí coincido contigo —asintió en respuesta.
—Hubo más de mil candidatos... No sé hasta qué punto tanta gente podría interesarse en esto de manera genuina y no por beneficio propio. Ha sido una idea fantasiosa, ni siquiera tengo estudios sobre el tema. —suspiró, cerrando los ojos y dejando caer su cabeza hacia atrás.
—Por favor, como si el mismísimo Señor Bona pudiese fracasar en un proyecto. —se escandalizó el pequeño. —En el momento en que la idea surgió en tu cabeza tenías claro que no pararías hasta conseguirlo. Eres así.
—Todavía queda mucho camino que recorrer. Los albañiles empiezan a trabajar mañana mismo, pero tenemos que contactar con diseñadores, decoradores, gente de marketing...
—Nos pondremos en ello mañana mismo, no te preocupes.
—También falta servicio de limpieza, cuidadores, personal de recepción, contables... —numeró el maño, agobiado.
—Juanjo, eh. Juanjo. —se levantó de su asiento acercándose al mayor, agachándose frente a él.— Mírame.
Apartó con cuidado las manos que tapaban su rostro preocupado, conectando ambos pares de ojos de misma tonalidad. Entrelazó sus dedos con suavidad.
—Tenemos tiempo, ¿vale? Todavía nos falta mucho por hacer, pero el Centro ya va tomando forma. Estamos en un momento decisivo, y te necesito concentrado. Seguro de tí mismo, como siempre eres. Es una propuesta arriesgada, lo supe desde el momento en el que acepté ser tu socio. Pero si te preguntas si ha sido buena idea, dejame decirte que es el gesto más genuino que nadie en este jodido sector se ha planteado nunca hacer. Por eso no dudé en unirme a tí. Llevo rodeado de ratas interesadas toda mi mísera vida, gente que me quería tanto profesional como personalmente solo por beneficio propio. Tú no eres eso, Juanjo; y eso es lo que te hace diferente. Sientes mucho, muy intensamente.
—Siempre supe que eso sería un inconveniente.
—Yo lo veo como una virtud. De las más bonitas, además.
—Tu visión no es objetiva —bromeó, esbozando una pequeña sonrisa divertida.
—Pero sí acertada. No es necesario tener un grado universitario para querer hacer el bien, tú eres la definición de ello.
—Ojalá todo fuera así de simple.
—Estamos juntos en esto, ¿vale? Vamos a sacarlo adelante y la ciudad contará con el mejor centro de ayuda infantil del jodido país. Por mí, por ti, y por cada uno de esos niños que lo necesitan más que nada.
—Si yo me hundo, tú te hundes detrás. —conectó sus ojos.
—¿Estoy jodido si te digo que sufriría más por ti que por mi, entonces?
Juanjo encajó el comentario casual de Martin como un golpe seco. Su estómago se contrajo. Inspiró con dificultad y apartó la mirada del par de ojos verdosos que parecían mirarle el alma.
—Es muy pronto para esto, Martin Urrutia.
—Interprétalo como te venga en gana...
—Puedes marcharte ya, le diré a Alex que prepare tu coche. Esta tarde contactaremos con los trabajadores y podremos profundizar un poco más en cada uno de los-
Una notificación proveniente de su teléfono le distrajo. Miró la pantalla: un correo del banco.
—¿Qué quieren ahora? —murmuró con fastidio mientras lo abría. Sus ojos recorrieron las líneas del mensaje y su expresión se endureció de inmediato.
—Martin... ven aquí. Mira.
—¿Qué pasa? —preguntó el vasco, acercándose mientras Juanjo le entregaba el teléfono. Su expresión se tornó seria en apenas un segundo —No me jodas.
"Estimado cliente,
le informamos de que hemos detectado un movimiento no autorizado en su cuenta destinada al proyecto "Centro Salvavidas". Actualmente faltan 250.000 euros. Estamos investigando el origen del desvío, pero consideramos prudente que revisen la seguridad de sus accesos. Si la operación es correcta, confirmelo cuanto antes.
Atentamente,
Noemí Galera. Directora del Banco Central."—¿Qué cojones...? —susurró Martin, atónito.
—Esto es un error. Tiene que serlo. —Juanjo ya había sacado su portátil y comenzado a revisar la cuenta en línea, pero la cifra estaba ahí, roja y alarmante.
—¿Quién tiene acceso? —preguntó Martin, cruzando los brazos.
—Solamente yo y algunos miembros de mi familia. Coge mi móvil y llama a Denna, voy a mandar un mensaje a Chiara. Necesitamos una reunión urgente.
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contador de mentiras
FanfictionEn un mundo donde las mentiras son el pan de cada día, Juanjo Bona, un magnate multimillonario con un infalible talento para detectar engaños, ha construido su imperio a base de una sola regla: tres mentiras y estás fuera. Pero cuando una amenaza i...