41. Broken Ribs partes 2

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El aula de Estudios Muggles, iluminada tenuemente por la luz que entraba a través de las ventanas altas, estaba en un ambiente más relajado que la mayoría de las clases en Hogwarts. Sin embargo, esa tranquilidad era engañosa. En un rincón, Zayden Hayes-Abernathy intentaba pasar desapercibido, aunque su imponente figura de 1.83 metros lo hacía casi imposible. Su cabello negro desordenado caía en mechones alrededor de su rostro marcado por cicatrices, y su pierna mecánica emitía un leve chirrido cuando se movía ligeramente en su asiento.

A su lado, Diana Leto-Abernathy, su prima, lucía completamente diferente: su postura recta y segura contrastaba con la manera en que Zayden intentaba encogerse sobre sí mismo. Su cabello castaño oscuro, recogido en una coleta alta, destacaba junto a su piel ligeramente bronceada. Diana tenía los brazos cruzados, con una expresión que parecía desafiar a cualquiera que se atreviera a mirar a Zayden de forma inapropiada.

Alice, por su parte, estaba en su elemento, sentada frente a ellos. Su cabello rojizo claro brillaba bajo la luz del sol, y sus ojos grises, con ese peculiar destello plateado, observaban a Zayden con una curiosidad amistosa que no parecía molestarlo, aunque lo ponía visiblemente nervioso. Hermione estaba a su lado, observando la interacción con cierta cautela; aunque conocía a Alice y su capacidad para tratar a cualquiera con naturalidad, la presencia de Zayden, tan grande y marcado físicamente, le generaba cierta incomodidad.

—Sabes, Zayden —comentó Alice con una sonrisa radiante mientras giraba la pluma en sus manos—, me sorprende lo delicado que eres con las cosas que haces.

El comentario hizo que Zayden, que estaba intentando concentrarse en su pergamino, casi tirara su tintero. Sus enormes manos, que parecían hechas para aplastar cosas en lugar de crearlas, se apresuraron a estabilizarlo mientras sus mejillas se teñían de un tenue rojo.

—Y-yo... no es nada especial —murmuró, su voz grave apenas audible, sin levantar la mirada de su trabajo.

Alice, sin darse cuenta de la reacción que había provocado, asintió con entusiasmo. —¡Sí! Es como si cada cosa que hiciera tuviera un poco de su alma, como si pensara en cada detalle para hacerlo perfecto.

Zayden dejó caer su pluma con un ruido seco, y el leve crujido de su pierna mecánica al moverse hacia atrás en su asiento no pasó desapercibido. Se apresuró a agacharse para recogerla, pero al levantarse, golpeó ligeramente su cabeza contra el borde del escritorio. Hermione dio un pequeño respingo, pero Alice solo se inclinó hacia él con preocupación.

—¿Estás bien? —preguntó, tocándole suavemente el brazo. Zayden parecía congelarse, como si el contacto lo hubiera petrificado.

—S-sí... todo bien —respondió rápidamente, apartándose un poco mientras se frotaba la cabeza.

Diana, que había estado observando todo con una mezcla de interés y molestia, soltó un resoplido sarcástico. —Alice, deberías tener cuidado, podrías fundir su cerebro con tanta atención.

Alice ladeó la cabeza, claramente confundida, pero antes de que pudiera responder, Zayden se levantó torpemente, golpeando su pierna mecánica contra la silla y emitiendo un leve chasquido. —N-necesito ajustar esto —dijo rápidamente antes de salir del aula con pasos apresurados.

Alice lo observó marcharse con una mezcla de curiosidad y preocupación. —Es increíblemente tímido, ¿verdad? —comentó, volviendo la mirada hacia Diana.

—No es tímido con todos, solo contigo —respondió Diana con un tono seco, aunque había un destello de algo más en sus ojos verdes: una ligera pizca de celos mezclada con aprobación.

—Bueno, ¿qué puedo decir? Tengo un efecto extraño en las personas. —Alice encogió los hombros con una sonrisa despreocupada, girando su silla para hablar con Hermione, quien había permanecido callada durante toda la interacción.

Alice y el Prisionero de Azkaban [AIH #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora