48. Duras realidades en Hogsmeade.

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...Todo está perdido, necesito su ayuda, a traer paz y equilibro a mi pueblo, una criatura que se arrastra en las paredes y el suelo, con largas garras y dos grandes cuernos, como carnero.

Su aliento de trueno ha matado a millones de personas como criaturas, dejado a personas sin hogar y algunas han sido sus presas que ha comido con vida aun, esa criatura, soy yo, estoy a meses de perder el control, por favor, ayúdame diosa Alisetar.

Esa era la carta de Miranda, efectivamente, parecía desesperada, existían secos rastros de sangre, como la manera en que escribía su mano tembló al hacerlo, y al día siguiente, escribió una carta a Kai, para saber cómo llegar a la montaña, al finalizar ese semestre, lo primero que haría, seria, ir hacia Miranda.

La mañana en el vestíbulo de la escuela era algo más cálida de lo habitual, el aire ligero se filtraba a través de las ventanas grandes y el sonido de las conversaciones suaves y la risa de los estudiantes se mezclaba con los ecos de los pasos en el pasillo. Los estudiantes se encontraban preparando sus mochilas, ajustando sus atuendos, y algunos, como Alice, no podían evitar una pizca de ansiedad por el hecho de que finalmente irían a Hogsmeade. Todo parecía estar perfectamente alineado para una excursión tranquila, hasta que la sorpresa vino en forma de un nuevo tatuaje que Alice había ocultado bajo la falda de su uniforme.

Fred, que había estado adelantado en la fila y mirando distraídamente los cielos despejados, la vio de repente, como si el cambio de atuendo la hubiera transformado en alguien diferente. Su mirada cayó sobre la pierna expuesta de Alice, donde un tatuaje azul y enigmático de un dragón parecía danzar sobre su piel, sus detalles eran tan intrincados que casi parecía cobrar vida propia.

— Alice, —dijo Fred, alzando las cejas, sorprendido, mientras sus ojos seguían fijamente el tatuaje—. No sabía que tenías un tatuaje.

Alice, que caminaba a su lado, se encogió ligeramente de hombros, y un destello de nostalgia cruzó por su rostro. Mientras caminaban por el pasillo, el tatuaje parecía brillar con una luminosidad suave bajo la luz que se filtraba de las ventanas, casi como si contara una historia propia.

— Me lo hice estas vacaciones. —contestó con una sonrisa, aunque había algo de tristeza en su voz, como si su respuesta escondiera algo más. Un recuerdo tal vez, uno de esos momentos en los que te haces algo para marcar un cambio, o tal vez para dejar atrás algo del pasado.

Fred asintió, pero no pudo evitar la curiosidad que crecía en él. Antes de que pudiera seguir preguntando, Alice lo interrumpió, como si una idea le hubiera llegado de repente.

— Se me olvidó mencionarte que... Zay estará con nosotros en Hogsmeade. —dijo Alice con una leve sonrisa.

Fred la miró, un poco confundido por el repentino giro en la conversación.

— ¿Quién es Zay? —preguntó, con un tono que reflejaba más confusión que interés. Alice, por su parte, parecía sorprendida por la falta de conocimiento de Fred sobre su amigo.

— ¿No sabes quién es? —respondió ella, levantando una mano de manera teatral, como si estuviera señalando las alturas de una torre. — Es aquel tipo que mide tres metros.

Fred levantó las cejas, tratando de entender la exageración en su voz. Aunque sabía que Alice a veces se entusiasmaba con sus historias, esta vez parecía que realmente quería transmitir cuán imponente era Zayden. Aunque no medía tres metros, Alice, al parecer, tenía la costumbre de describirlo así, y con su gesto dramático, parecía darle vida a una figura casi mitológica.

— Mira, ahí está. —Alice se detuvo de repente y señaló hacia adelante, donde Zayden estaba esperando, agitando la mano con una sonrisa torpe. Aunque Zayden intentaba hacer un gesto amistoso, su altura era tan desmesurada que la imagen parecía ridículamente fuera de lugar en el entorno lleno de chicos de estatura más promedio.

Alice y el Prisionero de Azkaban [AIH #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora