Capítulo 1: Después de 559 años.

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La fila era corta, incluso para ser un día feriado, el local estaba visiblemente vacío, apenas un puñado de gente, la mayoría adultos arrancados de las sabanas de su cama, con vasos de papel llenos de café, un pay de calabaza o algún bocadillo para desayunar, almorzar o lo que sea que fuera para cada uno. En su caso en particular, sería algo así como la cena del día anterior o anterior a ese.

¿Exactamente cuantos días llevaba sin comer correctamente? No tenia ni idea, ese era su primer descanso luego de varios meses, aun cuando su contrato dijera que los fines de semana eran completamente libres, había sido una mentira terrible y se esclavizo completamente al trabajo. Su primer empleo formal y no quería arruinarlo siendo demasiado quejumbroso. En las redes sociales decían que debería alzar la voz y exigir sus derechos laborales, pero también sabía que hacerlo le ayudaría solo a perder ese empleo y unirse a la infinita lista de desempleados.

Era un trabajo bueno, en una empresa importante, una de las editoriales más mencionadas y conocidas, ¿Cómo podría siquiera atreverse a quejarse solo por unos pocos días de descanso perdidos? No iba a morirse, al menos aún respetaban su hora de salida y lo agradecía.

—Una hamburguesa, papas con doble queso y una malteada de chocolate con tope de crema para batir... o y chispas de chocolate, por favor. Dobles. —recitó sin ver el menú electrónico de las pantallas.

La cajera le sonrió amablemente mientras tecleaba en su computador y generaba su ticket.

—Un momento por favor, espere del otro lado.

—Gracias.

Eren se hizo a un lado en la fila, dejando que un chico con cara medio adormilada se pensara cual sería su desayuno del día... ¿almuerzo? En realidad ¿Qué hora era? Reviso el reloj en su muñeca, pasaban de las dos de la tarde. Bufo algo divertido. De verdad estaba perdiendo el sentido del tiempo y estaba a poco de hacer lo mismo con su espacio.

El trabajo era pesado, claro, los primeros días había terminado llorando sobre el colchón a medio tender y había estado a punto de desistir en varias ocasiones, pero en realidad, si lo hacía, tendría que volver a Stohess con su tía, algo que definitivamente no haría, le había costado muchísimo salir de ese infierno como para regresar solo porque no toleraba un pequeño infierno un poco más calmado. Por lo que todos los días se repetía que no podía ni debía ser tan malo, al final del día, el trabajo era excelente con la paga, le daban una habitación en un complejo departamental y estaba ocupado. Lo que más deseaba en este mundo. Mente ocupada, no pensamientos desastrosos.

Suspiro pesadamente mientras esperaba su pedido, oculto su rostro en el enlace de sus brazos, oliendo el suavizante diluido de su chamarra. Realmente había estado dejando su cuidado personal a la deriva.

Era alguien con mucha suerte, o eso es lo que la gente a su alrededor solía decirle, había encontrado un buen empleo antes de terminar la carrera y vivía en un bonito complejo departamental dado por la empresa, además del jugoso sueldo que tenía. Sin embargo, ¿Era así?

Se había quemado las pestañas estudiando y trabajando durante los cuatro años de la carrera, esforzándose por sacar las mejores calificaciones, tanto que pensó que lloraría sangre en más de una ocasión. No era sencillo, trabajar, estudiar y mantener una beca de excelencia.

Había salido de casa de su tía tan sólo su abuela falleció, con la excusa de que la carrera que deseaba estaba en la ciudad principal y no quería viajar durante tres horas para llegar a la facultad, claro, su tía puso el grito al cielo diciendo que no le costearía ningún departamento y que, con esos gastos, su mesada se reduciría. Al final, había tenido que recurrir a su hermana, a quien realmente no venía desde hace unos tres o cuatro años, ella se emocionó lo suficiente como para ser quien se ofrecería a pagar la habitación estudiantil, que, si bien no era de lujo, servía para lo único que la necesitaba, dormir y bañarse. Después de dos años, encontró una convocatoria para ser un becario en la editorial más prestigiosa del momento, sus calificaciones y una aparente buena actitud le dieron la entrada que necesitaba, consiguiendo su primer trabajo mal pagado y estresante. Felicidades, le decía todo mundo.

La búsqueda de ErisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora