𝗌𝗂𝗑

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La brisa del campo de golf soplaba con suavidad, un alivio momentáneo contra el calor sofocante que parecía envolver cada rincón de Outer Banks. Kate levantó una mano para cubrirse los ojos del sol, pero los rayos se colaban entre sus dedos, insistentes. Outer Banks siempre había tenido un encanto caótico: playas doradas, bosques densos y un aire de despreocupación que atraía a los turistas como abejas a la miel. Pero para alguien que había pasado toda su vida allí, lo encantador se había vuelto tedioso. Las mismas caras, los mismos lugares, las mismas reglas implícitas que dividían la isla en dos mundos.

—Moss, ¿podrías moverte? —Kelce interrumpió su pensamiento, agitando la mano con impaciencia mientras se preparaba para su tiro.

Kate bajó la vista hacia la pequeña pelota de golf que brillaba bajo el sol. Con una sonrisa, retrocedió un paso antes de darle una ligera patada con la punta del pie, haciéndola rodar lejos del lugar donde estaba marcada.

—¡Oye! —Kelce protestó, su voz atravesando el silencio del campo de golf.

Desde el carrito de golf, Sarah y Topper soltaron carcajadas. Sarah, con su risa despreocupada y contagiosa, pareció disfrutar el momento mucho más que Kelce, quien se quedó mirando la pelota como si hubiera sido traicionado.

Kate se encogió de hombros, su falda blanca impecable ondeando ligeramente con la brisa. Vestía como una Kook de manual, cumpliendo a regañadientes con la condición que su madre había impuesto para dejarla salir esa mañana. La camiseta con el logo de cereza y el chaleco gris colgado de sus hombros eran más un disfraz que un atuendo, pero no tenía ganas de pelear ese día.

El grupo alrededor de ella era el clásico combo de los Kooks: Sarah, radiante y sociable; Topper, con su sonrisa arrogante; y Kelce, siempre un paso detrás de Rafe, como un eco de lo que el mayor de los Cameron representaba. Había otras chicas con ellas, con risas agudas y comentarios superficiales que Kate apenas escuchaba. Rafe, como siempre, se mantenía al margen, observando, casi como si estuviera por encima del grupo, aunque era innegable que todos giraban a su alrededor.

Rafe finalmente alineó su tiro con precisión y lo envió directo al hoyo. Levantó la cabeza, esperando al menos una pequeña celebración por parte del grupo. Pero su mirada se desvió rápidamente cuando notó que Kate no estaba prestando atención.

Ella había girado el rostro hacia la carretera, donde a lo lejos, una vieja minivan descansaba a la sombra de unos árboles. La reconoció de inmediato: era la van de John B. Junto a ella, JJ Maybank estaba de pie, con ese aire despreocupado que parecía parte de su adn. Su cabello rubio reflejaba la luz del sol mientras se reía de algo. Rafe apretó los labios, su mandíbula marcándose con más fuerza.

—¿Qué miras? —preguntó finalmente, su tono casual, pero con una chispa de interés que no logró ocultar.

Kate no apartó la vista de la escena frente a ella. —Nada importante.

El silencio que siguió fue tenso. Rafe no era del tipo que dejaba pasar cosas así, y menos cuando había algo que lo incomodaba, no sabía la forma de describirlo, pero le surgió molestia al ver a la joven tan interesada en un pogue, en ese pogue con particularidad.

—Nada importante, ¿eh? —repitió, esta vez dejando caer una leve sonrisa, pero sus ojos estaban fijos en ella, como si intentara entender.

Kate finalmente giró la cabeza hacia él, notando cómo su postura se había vuelto más rígida. Había algo en sus ojos azules, un destello que no había visto nunca en él, Rafe era expresivo más con su cara y manos, podrías leer su actitud corporal antes de que hablara.

—¿Qué pasa, Cameron? ¿Ahora también vas a controlarme la vista? —preguntó, arqueando una ceja.

Rafe se encogió de hombros, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón beige. —No. Solo me parece interesante que encuentres más entretenido mirar a un par de Pogues que pasar tiempo aquí, con nosotros.

Waves I Rafe cameron & JJ maybankDonde viven las historias. Descúbrelo ahora