EL COMIENZO DE UNA PESADILLA
A la mañana siguiente, fui a ver al abogado, el señor Richard, un hombre muy respetado en el campo de divorcios. Esperé afuera de su despacho, sintiendo miedo y nervios. Cuestionaba si realmente estaba haciendo lo correcto. El estómago me daba vueltas, la punta de mis pies se sentía helada, y mi corazón latía fuertemente. Entonces, un mensaje llegó a mi teléfono. Al ver de quién se trataba, sonreí. No solo era Lian, sino que sus palabras me reconfortaron:
Adeline, buenos días. Espero que estés bien y te sientas segura. Por favor, no lo dudes; si es lo que quieres, solo hazlo. Y recuerda, yo siempre estaré. Cuando me lo pidas, ahí estaré. Buena suerte.
Llevar el teléfono a mi pecho y soltar un suspiro. Una hermosa mujer se acercó amablemente y me informó:
—El señor Richard la espera en su despacho.
—Gracias —dije, levantándome.
Entré a su despacho. El señor Richard pareció sorprendido al verme.
—No lo puedo creer, si es Adeline. Mi hija ama sus diseños.
—Sonrío— Gracias.
—Por favor, tome asiento y cuénteme su problema.
Me senté. Él bajó la mirada, expectante.
—Estoy aquí porque quiero divorciarme de mi esposo —le dije directamente.
Asintió.
—Entiendo. Seré honesto, el proceso de divorcio lleva mucho tiempo. ¿Tienen hijos en común?
—No, gracias a Dios, no.
—Bueno, eso será un problema menos. ¿Alguna vez la trató mal física o mentalmente?
—Físicamente, solo una vez, mentalmente si lo hizo durante cinco años—explique.
—Necesito detalles específicos, Adeline. Fechas, ejemplos concretos de abuso. ¿Hay testigos? ¿Tiene alguna prueba, como mensajes, fotos, o registros médicos? Toda la evidencia que pueda recopilar será crucial para nuestro caso. También necesitaremos revisar sus finanzas conjuntas: cuentas bancarias, propiedades, deudas… ¿Tiene acceso a esa información?
—Tengo algunos mensajes… y… algunos testigos, pero no sé si…
—No se preocupe, Adeline. Lo revisaremos todo juntos. Necesitaré que me proporcione toda la información que pueda. Mientras más evidencia tengamos, mejor podremos proteger sus intereses. El proceso será largo y a veces complicado, pero estaré aquí para guiarla en cada paso.¿Tiene alguna pregunta por ahora?
—No—dije negando con la cabeza, y levantándome de mi lugar—Gracias por ayudarme.
—No tienes por qué, para eso estoy aquí. Será un honor trabajar con ustedes. En este momento me contactaré con los abogados de su esposo. Le recomiendo que busque un lugar seguro donde pueda quedarse; a veces los esposos no toman bien este tipo de situaciones—dijo con un tono de preocupación.
—Aprecio su preocupación, estaré bien. Además, mi esposo se encuentra lejos de aquí.
—Entiendo.
—Dijo Richard.
Me despedí del señor Richard y fui directo a mi casa. Al llegar, vi a mis guardaespaldas discutiendo con la madre de Russell. Me bajé del auto y caminé hacia ellos.
—¿Quién te crees tú para negarme el paso? —exclamó molesta la madre de Russell—. Tú solo eres un sirviente; gracias a mi hijo tienes el pan de cada día.
—Grace, ¿algún problema?
—dije acercándome a ellos.
—Adeline, preciosa, por fin estás aquí —dijo al verme, con una voz dulce pero forzada.
—¿Por qué le estás gritando a Miguel?
—pregunté, cruzándome de brazos.
—Lo que sucede es que este ilegal no me dejaba pasar. Lleva horas aquí
—dijo molesta, mirando a Miguel con desprecio.
—En primer lugar, se llama Miguel y no es ilegal; y segundo, yo le dije personalmente que no dejara pasar a nadie sin mi permiso —le dije a Grace.
—Es la casa de mi hijo y, por lo tanto, también es mía —me reprochó.
Reí amargamente.
—Por favor, no me hagas reír, Grace. Tú y yo sabemos perfectamente que no es así.
—No vine hasta aquí para discutir lo que le corresponde o no a mi hijo; quiero hablar contigo —dijo Grace.
—La cuestión es que no quiero hablar con usted ni con nadie. No estoy de humor para soportar o escuchar estupideces.
—Qué mal por ti. Quieras o no, me vas a tener que escuchar —dijo Grace, con una sonrisa forzada.
—Señorita, ¿quiere que llame a seguridad?—intervino Miguel.
—No te preocupes, Miguel. Yo me haré cargo de esta señora. Gracias —miré a Grace—. Vamos, entremos.
Ambas entramos a casa y nos sentamos en la sala, mirándonos frente a frente e intercambiando sonrisas falsas.
—¿Y bien, qué querías decirme?
—dije, rompiendo el silencio.
—Seré honesta contigo: nunca me caíste bien. Hay algo en ti que no me termina de convencer; sin embargo, eres la mujer de mi hijo y debo respetar eso, por la felicidad de mi hijo —dijo Grace.
—Ya que estamos hablando con honestidad, tu familia jamás me cayó bien. Solo lo soportaba por Russell. Son narcisistas, clasistas y racistas; realmente me dan asco —confesé sin remordimiento—. Pero eso acabará pronto.
— ¿De qué estás hablando?
—preguntó Grace.
— ¿Ah?, ¿no te contaron? —Grace negó—. Me divorcio de Russell.
— ¡¿Acaso perdiste la cabeza?! —exclamó Grace, enojada—. ¡No puedes hacer eso!
—Qué lástima, ya lo hice. Esta mañana fui con un abogado experto en divorcio —confesé.
— ¡Tú maldi…!— se detuvo —. Adeline, por favor, detente. No sigas con esto; vas a armar un escándalo mediático. Nuestra familia no puede estar envuelta en un escándalo.
—Grace, lo hecho, hecho está. No puedo cambiar lo que hice. Vamos, te gustará a ti; te encantan las cámaras y llamar la atención. Es tu momento.
—Tú no entiendes, niña. Por favor, recapacita —dijo Grace, con nerviosismo—. Lo arruinarás todo.
— ¿Arruinar qué? —Grace no respondió—. ¡Con un carajo, Grace, dime de una vez!
—Wilson fue seleccionado para postularse para alcalde de la ciudad —confesó Grace—. ¿Ahora ya comprendes por qué no debes divorciarte? Arruinarás la oportunidad de tu suegro.
Solo me mantuve en silencio para finalmente desatar una risa descontrolada.
— ¿De qué te ríes?
—dijo Grace.
—De ti —dije, sacando mis lágrimas—. De todos ustedes. ¿Creen que importa? ¡Con una mierda, claro que no! Finalmente podré destruir a Russell y a su familia.
— ¿Qué? —preguntó Grace, sin creerlo—. No serías capaz.
—Me conoces, Grace. Sabes muy bien que lo voy a hacer —reí con amargura—. Finalmente llegó el momento de deshacerme de ustedes.
— ¡Adeline, por favor, por lo que más quieras, no lo hagas! —suplicó Grace, de rodillas.
— ¿Crees que puedes venir aquí, tratar mal a mis empleados, faltarme el respeto en mi propia casa para después sentir compasión por ti? Lo siento, Grace, el mundo no funciona de esa manera. Ahora, por favor, vete de mi casa —ordené, cruzándome de brazos.
—Solo escúchame, por favor, escúchame —insistió, de rodillas.
—Creo que escuché suficiente. Por favor, vete de aquí; no dudaré en llamar a seguridad —desafié.
—Está bien —dijo, poniéndose de pie y limpiando sus lágrimas—. Me iré, pero te arrepentirás de esto.
— ¿Me amenazas?
—pregunté con incredulidad.
—Tómalo como quieras, Adeline. No te saldrás con la tuya tan fácilmente. Buscaré la forma de destruirte, aunque sea lo último que haga.
El ambiente se volvió tenso por un segundo. Las palabras de Grace fueron sinceras; sin embargo, no permitiré que me intimide.
— ¡Lárgate de aquí!
—exclamé, apuntando la puerta.
Grace abandonó mi casa, dejándome con una sensación de mala espina y ansiedad. Debo cuidarme de esa mujer y de su familia; la guerra había comenzado.
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𝐄𝐥 𝐬𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐚𝐫𝐢𝐨.
Romance𝟏𝟎-𝟏𝟎-𝟐𝟑 Detrás de la fachada de oro y cristal, una joven diseñadora llamada Adeline luchaba por mantener su sonrisa. Su matrimonio con Russell, el hijo de un magnate millonario, parecía perfecto a ojos de los demás, pero la realidad era muy d...