Capítulo 7

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El primer rayo de sol atravesaba las pesadas cortinas de la habitación de Lord Aldric Itami, bañando con una luz dorada los antiguos muebles y el lecho del anciano

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El primer rayo de sol atravesaba las pesadas cortinas de la habitación de Lord Aldric Itami, bañando con una luz dorada los antiguos muebles y el lecho del anciano. El día anterior había sido particularmente agotador para él, pero también lleno de reflexiones. 

Alana, sin embargo, no podía esperar más. Había pasado la noche dándole vueltas a lo que su abuelo le había insinuado mientras salían del granero después de verla practicar. Su curiosidad era implacable, y su espíritu inquieto no le permitió dormir mucho. Vestida con una simple túnica y zapatillas cómodas, se dirigió a la habitación de su abuelo con pasos firmes. Tocó la puerta suavemente antes de entrar.

—¿Abuelo? —llamó, asomándose con cautela.

Lord Aldric estaba despertando, incorporándose lentamente en la cama. Su cabello plateado desordenado brillaba bajo la tenue luz del amanecer, y sus ojos verdes, herencia distintiva de los Itami, se abrieron lentamente para enfocarse en su nieta. Al verla, su rostro se iluminó con una sonrisa cálida.

—Alana, ¿qué haces despierta tan temprano? —preguntó con voz ronca, mientras se acomodaba contra los almohadones.

—Tengo que preguntarte algo —dijo Alana, sin rodeos, mientras se acercaba y tomaba asiento en el borde de la cama. Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y determinación—. Ayer, dijiste algo que no me dejaba dormir. Dijiste que habías tomado una decisión importante sobre mí.

Lord Aldric suspiró profundamente, frotándose el puente de la nariz. Sabía que Alana no dejaría pasar aquello fácilmente. Con un gesto tranquilo, le indicó que se sentara más cerca.

—Después de observarte ayer, decidí que ya no podemos ignorar tu habilidad con la espada —comenzó, su tono solemne pero afectuoso—. Has demostrado ser talentosa, incluso de manera innata, en algo que pocos esperan de una dama como tú. Pero también eres una Itami, y tu apellido lleva consigo responsabilidades que van más allá.

Alana inclinó la cabeza, esperando más. Su abuelo continuó:

—Por eso, hemos decidido tu padre y yo enviarte a Silverlanding. Allí, entrenarás con Sir Owen Reed, uno de los caballeros más grandes y respetados del reino. Te enseñará a perfeccionar tus habilidades con la espada y a convertirte en una verdadera guerrera. Pero también irás como pupila de Lord Ricker Argent, junto con tu hermana Anora.

Alana abrió los ojos con sorpresa, su mente trabajando rápidamente para procesar la noticia.

—¿Anora? —preguntó, confundida—. ¿Por qué Anora irá también? ¿Qué tiene que ver con esto?

Lord Aldric sonrió con paciencia. Sabía que Alana era impetuosa, pero también debía aprender a ver el panorama completo.

—Porque no todo en la vida de una Itami gira en torno a la espada, Alana. Eres parte de una de las familias más importantes de Valdoria. Deben instruirse en política, diplomacia y los conocimientos que corresponden a Dama su posición. No puedes olvidar que llevan nuestro apellido, y con él, una gran responsabilidad. La espada no está peleada con el conocimiento. Ambas son herramientas para construir su futuro.

La luz del ocasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora