En Valdoria, la mítica Noche Negra dejó profundas cicatrices: una noche de traición y sangre que aniquiló a los antiguos herederos y sumió al reino en una era de incertidumbre. Desde entonces, dos profecías han marcado el destino de sus habitantes...
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La mañana en Blackwood comenzó como cualquier otra. El sol apenas despuntaba, iluminando los densos bosques que rodeaban la ciudad fortaleza, mientras los primeros comerciantes abrían sus puestos en la plaza. En la residencia de los Woodstrong, Lionel y Liam estaban entrenando como de costumbre en el patio, sus espadas entrechocando en un ritmo que hablaba de la dedicación y el talento compartido por ambos hermanos.
De repente, un mensajero llegó a toda prisa a través del portón principal, su caballo cubierto de sudor y su expresión llena de urgencia. Fue recibido por los sirvientes, quienes lo condujeron inmediatamente al despacho de Lord Jevan Woodstrong. Los hermanos, alertados por el inusual alboroto, dejaron sus espadas y siguieron al mensajero desde la distancia, intercambiando miradas de preocupación.
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—¿Qué crees que sea? —preguntó Liam, ajustando el cinturón de su espada.
—No lo sé, pero no es nada bueno. Nadie llega a esta hora con esa urgencia a menos que sea algo grave —respondió Lionel, con una seriedad que contrastaba con su usual disposición calmada.
Cuando llegaron al despacho, la puerta estaba entreabierta, y pudieron escuchar el tono grave y contenido de la voz de su padre.
—¿Estás absolutamente seguro de esto? —preguntó Lord Jevan, claramente afectado por la información.
—Sí, mi lord. La noticia llegó esta mañana desde RiverRock. El Rey Aldric ha muerto. Fue durante una cacería con sus nietos. Los detalles aún son confusos, pero se habla de un accidente fatal —respondió el mensajero, con la voz cargada de pesar.
Los hermanos se miraron, incrédulos. Lionel fue el primero en moverse, empujando la puerta suavemente para entrar al despacho.
—¿Es cierto, padre? —preguntó, su tono firme pero lleno de preocupación.
Lord Jevan, un hombre de semblante estoico que rara vez mostraba emociones levantó la mirada hacia sus hijos. Por primera vez en mucho tiempo, parecía agotado.
—Es cierto —dijo finalmente, dejando escapar un suspiro profundo—. El Rey Aldric ha fallecido.