capítulo 8

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Era una mañana tranquila en el Castillo Itami, y el aroma del pan recién horneado se mezclaba con el aire fresco que se colaba por las ventanas abiertas. Ariel y Azor estaban sentados en el salón principal, inmersos en sus propias actividades: Ariel revisaba unos documentos traídos del consejo del reino, mientras Azor jugaba con una pequeña daga, girándola entre sus dedos con destreza.

La llegada de Lord Aldric rompió la calma. Con su porte sereno, pero una chispa de entusiasmo en los ojos, entró al salón con un propósito claro.

—Mis queridos nietos —comenzó, su voz firme resonando en el salón—, he decidido que hoy será un día diferente. Necesitamos alejarnos de las formalidades del castillo y recordar lo que significa ser Itami en su esencia. Quiero que me acompañen de cacería.

Azor, siempre listo para una aventura, dejó de jugar con la daga y sonrió ampliamente.

—¡Por fin algo emocionante! ¿Qué atraparemos hoy, abuelo? ¿Ciervos? ¿Jabalíes? ¿O tal vez algo más desafiante?

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—¡Por fin algo emocionante! ¿Qué atraparemos hoy, abuelo? ¿Ciervos? ¿Jabalíes? ¿O tal vez algo más desafiante?

Ariel, más reservado, levantó la vista de los documentos con una mezcla de sorpresa e interés.

—Es una propuesta inusual, abuelo. No recuerdo la última vez que salimos juntos al bosque.

Aldric asintió, acercándose a ellos.

—Precisamente por eso debemos hacerlo. Los días en el castillo pueden ser monótonos, y es fácil olvidar las raíces de nuestra familia. Quiero compartir con ustedes un poco de la libertad y las lecciones que solo el bosque puede ofrecer.

Azor se puso de pie, ya emocionado por la idea.

—Estoy dentro. Será bueno respirar aire fresco y movernos un poco.

Ariel también se levantó, menos efusivo, pero igualmente dispuesto.

—Si es importante para ti, abuelo, estaré encantado de acompañarte.

Aldric sonrió, satisfecho con la respuesta de sus nietos.

—Entonces, prepárense. Llevaremos lo necesario para una cacería sencilla. Quiero que ambos se enfoquen no solo en el deporte, sino en lo que este bosque significa para nuestra familia.

En poco tiempo, los tres estuvieron listos. Vestidos con armaduras ligeras de cuero y montados en sus caballos, salieron del castillo bajo la mirada curiosa de los sirvientes y guardias. Lord Aldric lideraba el grupo con una energía rejuvenecida, mientras Ariel y Azor lo flanqueaban con una mezcla de curiosidad y entusiasmo.

Al cruzar las puertas principales, el murmullo del castillo quedó atrás, reemplazado por el susurro del viento y el crujir de las hojas bajo los cascos de los caballos. El bosque, con su intrincado laberinto de árboles altos y sombras danzantes, se abría ante ellos como un mundo lleno de posibilidades.

La luz del ocasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora