19 No somos iguales

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∘◦༺ MODRIC ༻◦∘R E C U E R D O

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R E C U E R D O

Sujeto el hilo de alambre entre mis manos, intentando que bajara por la masa de arcilla previamente húmeda. El hilo se desvía de su curso y se entierra en mi piel. Suelto un alarido y frunzo el puente de mi nariz.

—¡Maldición!

El corte, delgado y doloroso, surca mi dedo índice. Agito la mano y luego hago presión alrededor de mi dedo. La sangre brota, y ahora se expande por mi lengua.

—¿Otra vez? —pregunta Ophelia, acercándose a mi mesa de trabajo—. ¿Duele mucho?

Entorno los ojos, viéndola con obviedad, y luego asiento con la cabeza. Ella me quita el dedo dentro de la boca y examina el corte. No es el más profundo, ni tampoco el más doloroso, pero sangra más que ninguno.

—No me quedan más tiritas. Ocupaste todas.

—No las necesito. —Aparto mi mano de la suya y arrastro la sangre por la tela de mi delantal—. Estoy bien. Solo fue un corte.

Rueda los ojos y balbucea algo que no llego a entender, creo que estaba imitándome. Ophelia juega con su cabello trenzado, enroscándolo entre sus dedos y también frotando las hebras castañas contra su pequeña nariz con forma de botón.

—¿Vas a ducharte antes del partido?

Ella niega con la cabeza y suelta la trenza.

—No, hoy no puedo.

Me recuesto contra la mesa detrás de mí y cruzo los brazos. Intento no parecer molesto, pero sin poder evitarlo, mis comisuras se curvan sutilmente hacia abajo. Es la tercera vez que nos cancela nuestras actividades grupales a último momento, sin previo aviso, dejándonos a los cinco en la estacada.

—No me mires así, Duby.

—¿Y con qué cara tengo que mirarte entonces?

Le echo un vistazo a mi dedo. La sangre acumulada empieza a secarse, formando una costra oscura.

—Kei está... —Respira profundamente y alzo la vista para prestar atención a lo que dirá—. Demente. Es... No debería llamarla así. Pero realmente creo que está demente.

Levanto las cejas, tratando de entender lo que quiere decirme.

—¿Qué edad me dijiste que tiene? —pregunto, rascándome la comisura.

—Doce.

—Bueno... quizá sea la pubertad.

—No. Definitivamente no es la pubertad.

Las manos de Modric Donde viven las historias. Descúbrelo ahora