𝟎𝟏𝟗

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El frío de la noche calaba hasta los huesos, pero Cody no lo sentía

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El frío de la noche calaba hasta los huesos, pero Cody no lo sentía. Estaba demasiado ocupada en el caos de sus propios pensamientos. Caminaba por las calles, dejando que la lluvia la empapara, mientras sus recuerdos se apoderaban de ella con una intensidad que le arrancaba el aliento.

Era como si cada paso la alejara más de sí misma. No importaba cuántos bares había recorrido, cuántas copas había bebido, nada lograba borrar el peso de la ausencia de Garrett.

Cada vez que pensaba que tal vez podría superarlo, una nueva oleada de arrepentimiento la golpeaba con más fuerza, y no podía dejar de pensar que las cosas pudieron ser diferentes.

Cody dejó escapar un suspiro entrecortado mientras el eco de la voz de Garrett se desvanecía en su mente. La necesidad de olvidarlo, de liberarse de esa presencia que la acosaba, la estaba consumiendo.

—Déjame en paz —murmuró para sí misma, aunque sabía que era inútil. Las alucinaciones eran cada vez más frecuentes y vívidas.

En el borde del bar clandestino al que había entrado, los colores parpadeantes del neón rebotaban contra las paredes mugrientas. La multitud, densa y salvaje, estaba llena de gente con rostros desconocidos que parecían perdidos en sus propios demonios. Cody se hundió en un rincón oscuro, con un vaso en mano, mientras los sonidos de risas y el estruendo de la música llenaban el aire.

Pero, aunque la sala estaba llena, Cody no podía ignorar la sensación de un par de ojos fijos en ella. No era paranoia; lo sentía. Levantó la mirada y, entre el tumulto de luces y sombras, notó a una mujer sentada al fondo del bar.

Los ojos de la mujer estaban fijos en Cody, y aunque no transmitían amenaza, había algo inquietante en ellos, como si pudiera ver más allá de su piel, más allá del vaso que sostenía con fuerza. Cody frunció el ceño y apartó la mirada, intentando ignorarla. Pero la sensación no desapareció. Cada vez que alzaba la vista, ahí estaba ella, inmutable, observándola con una calma perturbadora.

La castaña intentó despejar su mente, concentrándose en la bebida en su mano, en el calor que se acumulaba en su pecho a medida que el alcohol comenzaba a hacer efecto.

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