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Te fuiste como un susurro que el viento devora, dejando mi cielo vacío a deshora.
Las estrellas que un día alumbraban mi ser, ahora son luces que ya no puedo ver.

Tu ausencia me arrastra como un río violento, me quiebra en pedazos con cada lamento.
Te busco en mis sueños, te imploro en la noche, pero tu sombra se pierde como un leve reproche.

Las calles aún guardan el eco de tu risa,
y mi piel, el recuerdo de tu caricia.
El jardín que regamos se ha vuelto ceniza, se marchitan las rosas mientras mi alma agoniza.

Mírame y dime que nunca te irás,
aunque tus pasos se alejen detrás.
Tu nombre me arde como un cruel veneno, y mi corazón, en tus manos, sigue tan pequeño.

No regresaré a los restos de lo que tuvimos, aunque cada fibra de mí quiera lo mismo.
Me quedaré en esta soledad que no cede,
amándote en silencio, aunque mi corazón se quede.

El eco de un adiós Where stories live. Discover now