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Como flores marchitas en un jardín sin sol, se desvaneció el amor que nunca sembraste, me mirabas con pétalos llenos de color, pero tras de ellos, nunca me amaste.

Tus palabras caían como hojas en el viento, mientras fingías abrazarme en silencio.
Decías amarme mientras me mentías, tus promesas vacías eran solo fantasías.

Yo creía en tu falso calor, sin saber que detrás solo había dolor.
Tus ojos nunca mostraron pasión,
eran espejos de una vana ilusión.

Ahora entiendo, aunque tarde lo vi,
que tu amor no era para mí.
Ya no espero que florezca lo que nunca nació, pues en mi propio jardín, mi alma encontró.

El eco de un adiós Where stories live. Discover now