Quince: ¿Eres real?

4 2 18
                                    

Isaac

Una sonrisa de idiota se extiende en mi rostro cuando Snow sale del apartamento.

Fueron unas horas interesantes, unas horas que quiero volver a repetir porque siento que fueron demasiado cortas. He descubierto que me gusta hablar con ella, su sonrisa, pero también descubrí que me gusta besarla.

De hecho, me gusta demasiado.

Aún recuerdo cómo se sentía sus labios sobre los míos y ella sobre mi regazo, no es algo que vaya a olvidar con facilidad, eso lo se. Pero, ¿y quién dijo que quiero borrar ese recuerdo? En todo caso quiero recordarlo toda mi vida. Y también recordarlo.

Me gustaría haber obtenido más respuestas a varias confesiones, sobretodo a esa última que dejo mi mente perturbada. ¿Que pudo haber pasado para que ella quisiera acabar con su vida?

Miro hacia donde hace unos minutos estaba mi mejor amigo, digo estaba porque ya no está ahí. Solo dejo su cuaderno y me contengo para no mirar disimuladamente. Eso no estaría bien y sinceramente no quiero que mi amigo se vuelva a enfadar conmigo.

Últimamente ha estado un poco raro: distante, con respuestas vagas a varias preguntas que le hago, distraído. Me preocupa porque en los años que llevo conociendo a Aaron, eso ha sucedido dos veces.

Nos conocimos a los dieciocho años cuando el llegó a vivir nuevo a Mayfiel. Venia completamente solo, bueno, junto a su hermana. y eso me causo curiosidad hasta que descubrí que él no tiene padres. Bueno, tenerlos, los tiene, pero solo vivió con ellos tres años de su vida, hasta que su hermana nació. Luego, los dejaron en una casa hogar y nunca quisieron adoptarlos. Crecieron ahí, juntos. Solo se tenían ellos dos. Y una horrible enfermedad se encargo de separarlos de la peor forma.

Me dirijo a la cocina a por algo de comer y la voz de Aaron me hace sobresaltarme.

—Tuviste una interesante noche —alza sus cejas de manera sugerente.

—No, solo un beso —le digo y una sonrisa burlona aparece en él. Me giro para continuar mi labor que consiste en picar unas frutas para hacer un jugo.

—Demasiado se habían estado conteniendo. ¿Y ahora que harán? ¿Compró el arroz para la boda?

—Si, para la de tu puta madre —ruedo mis ojos y lo oigo reír.

—Esa señora puede irse a la mierda si quiere.

Se que, aunque diga eso, le duele que sus padres lo hayan dejado solo.

Hablamos un poco sobre nuestro trabajo, que nos va realmente bien. El lugar es muy bueno, no mentian en el contrato, es duro el proceso de adaptarnos porque estábamos adaptados a la antigua escuela, pero nada que no se pueda lograr.

—Me gusta esta ciudad. Es colorida —menciona y asiento sirviendo el jugo en dos vasos.

—Tienes razón, es una ciudad hermosa. A veces extraño la calma que había en Mayfiel, pero no me quejo.

—Sinceramente, Mayfiel a veces me parecía un coñazo. Que aburrido todo el rato, puras viejas entrometidas habían.

—Si, recuerdo cuando decían que tú y yo teníamos un romance homosexual —sonrio ante el recuerdo.

—Vaya tontería, tampoco eres mi tipo —asegura haciendo un gesto con su mano.

—Oh, una vez tu me gustaste. Bueno, más bien me llamabas la atención —confieso y su sonrisa se borra de golpe.

Si bueno, tampoco es un secreto o algo de lo que deba arrepentirme, sucedió hace demasiados años y nunca se me ocurrió mencionarlo porque fue algo pasajero. Ah, y por el bien de nuestra amistad, no fuera a ser que las cosas se pusieran raras.

Las Palabras De Snow [Inspiración 1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora