Al día siguiente, decidí que necesitaba un cambio de aire. Sentía que mi casa estaba llena de recuerdos, de discusiones, de promesas no cumplidas. Así que llamé a Sofía, mi mejor amiga, y le pregunté si podíamos vernos. Sin hacer preguntas, ella aceptó de inmediato, sabiendo que necesitaba su compañía.
Nos encontramos en nuestro café favorito, un lugar acogedor y tranquilo, con mesas de madera y luces tenues. Al verla, sentí una mezcla de alivio y nostalgia; siempre había sido mi refugio, la persona a la que podía acudir cuando todo lo demás parecía estar al borde del colapso.
—¿Quieres hablar de eso? —preguntó en cuanto nos sentamos, mirándome con esa calidez que solo ella tenía.
Suspiré, sintiendo el peso de los últimos días y, sin saber por dónde empezar, le conté lo que había pasado con mi papá. Le hablé de los mensajes, de cómo me sentía atrapada entre la necesidad de soltarlo y el deseo de entender sus motivos. Sofía me escuchó en silencio, asintiendo de vez en cuando, dejándome desahogar.
—Eloise, sé que es difícil… y sé que el pasado te pesa más de lo que quieres admitir. Pero no tienes que cargar sola con todo esto —dijo suavemente, tomando mis manos sobre la mesa.
—Es solo que… me duele, Sofi. No puedo entender cómo alguien puede ser así. ¿Cómo puede actuar como si nada hubiera pasado, como si yo no fuera más que una pieza en su vida que puede descartar cuando quiera? —dije, sintiendo cómo la frustración y el dolor se acumulaban en mi pecho.
Sofía me miró con compasión, y después de un momento de silencio, habló:
—A veces, hay cosas que no tienen explicación, Eloise. Hay personas que nunca podrán darte las respuestas que buscas porque ni siquiera ellos las tienen. Quizá… es hora de que dejes de buscar respuestas en él y empieces a buscarlas en ti.
Sus palabras se quedaron en el aire entre nosotras. Sabía que tenía razón, pero una parte de mí seguía resistiéndose. Era como si el deseo de entender a mi papá fuera la última conexión que tenía con él, la última razón por la cual aún mantenía un lazo.
—Pero ¿cómo dejo de buscar algo que siempre he necesitado? ¿Cómo se suelta algo así? —le pregunté, casi en un susurro.
—No es fácil, pero creo que la clave es empezar poco a poco —respondió Sofía, con un tono firme pero dulce—. Piensa en lo que te hace feliz, en lo que quieres construir en tu vida, en quién quieres ser. Tal vez tu padre no sea parte de esa historia, y está bien. No tienes que llevarlo en cada paso que das.
Asentí, tratando de asimilar sus palabras. La idea de dejar atrás la necesidad de entender a mi papá, de soltarlo de una vez por todas, era aterradora y liberadora al mismo tiempo. Tal vez Sofía tenía razón, tal vez el verdadero desafío estaba en aprender a soltarlo, a construir una vida donde él no fuera el centro de mis preocupaciones.
Nos quedamos un rato más en el café, hablando de cosas más ligeras, riéndonos de anécdotas y recordando momentos felices. Poco a poco, sentí cómo el peso en mi pecho se hacía más llevadero, como si, por primera vez en mucho tiempo, pudiera imaginar una vida en la que ese dolor no fuera la constante.
Cuando nos despedimos, Sofía me abrazó fuerte, transmitiéndome una calidez que me hacía sentir un poco más fuerte. Y mientras caminaba de regreso a casa, sentí que, tal vez, había dado el primer paso para liberarme de ese pasado que tanto me ataba.
Al día siguiente, después de esa conversación con Sofía, sentí que tenía una claridad nueva. No era que el dolor hubiera desaparecido, pero ahora parecía un poco menos pesado. Caminé hacia la escuela con la mente más despejada, tratando de enfocarme en el presente y no en todo lo que me había atormentado últimamente.
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CITA CON EL DESTINO
Random¿Que secretos esconde detrás de la pantalla? Cuando Eloise conoce a James, su vida da un giro inesperado En un mundo donde la conexión humana se hace cada vez más difícil, después de conocer a James, Eloise se comienza a cuestionar sus creencias y...