CAP. 9 SECRETO FAMILIAR

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Al día siguiente, mientras intentaba concentrarme en mis tareas, recibí un mensaje de mi papá. Al ver su nombre en la pantalla, sentí esa mezcla familiar de incomodidad y resentimiento que siempre me acompañaba cuando se trataba de él. Me preguntaba si estaría al tanto de la discusión de anoche o si simplemente había decidido enviarme un mensaje por obligación.

“Eloise, ¿te gustaría que nos viéramos este fin de semana?”,

Decía su mensaje. Un intento de invitarme a pasar tiempo con él y su “nueva familia”, como él lo llamaba. Respiré hondo, intentando contener la molestia que me causaba cada vez que me pedía eso. Sabía que mi mamá entendería si decidía rechazar la invitación, pero lo cierto es que todo esto me agotaba.

No le contesté de inmediato. Fui a la cocina, donde estaba mi madre, y me senté a su lado en la pequeña mesa. Sabía que ella podría sentir lo que me pasaba sin necesidad de explicárselo. Levantó la vista de su taza de café y me miró, preocupada.

—¿Te escribió? —preguntó en voz baja.

Asentí, sintiéndome vulnerable y un poco enfadada. No tenía que decirle lo que me había pedido; ella lo intuía.

—No tienes que hacer nada que no quieras, Eloise —me dijo, tomando mi mano con suavidad. Sabía cuánto me afectaba ese tipo de situación.

—Lo sé, mamá —respondí—. Es solo que… no soporto todo esto, no soporto estar cerca de él.

Ella me miró con una tristeza profunda, como si el peso de ese secreto que compartíamos fuera un lastre que nunca nos dejaría en paz. Mi mamá y mi hermana lo sabían tan bien como yo, y sin embargo, ninguna de las tres podía escapar de su sombra.

De pronto, escuché la voz de mi hermana detrás de mí. Había bajado a la cocina y, al vernos, arqueó una ceja, como si supiera exactamente de qué estábamos hablando.

—¿Otra vez con papá? —preguntó, un dejo de sarcasmo en su voz—. ¿Para qué te molestas, Eloise? Ya sabes que lo único que quiere es aparentar que todo está perfecto en su nueva y brillante familia.

La dureza de sus palabras me dolió, pero en el fondo, sabía que tenía razón. Mi padre trataba de pintar una imagen perfecta de su vida, como si el pasado no hubiera existido, como si el secreto que guardábamos no fuera real.

—Solo quisiera entender cómo puede ser tan… —dije, pero me detuve. Hablar de él siempre me hacía sentir impotente y atrapada en un conflicto que parecía no tener fin.

Mi madre me apretó la mano y se volvió hacia mi hermana con una expresión severa.

—A veces es mejor no pensar demasiado en lo que otros hacen. El pasado es lo que es, y nosotras tenemos nuestra vida aquí.

Asentí, sin decir nada más. No quería pensar en su “nueva familia”, ni en cómo él pretendía que todo estaba bien. Pero el mensaje seguía en mi teléfono, esperando una respuesta. Sabía que al final tendría que decidir si enfrentarlo o ignorarlo, como tantas veces antes. Y cada vez, me preguntaba si alguna vez podría romper ese ciclo que el secreto había tejido a mi alrededor.

Esa noche, después de darle vueltas al mensaje de mi papá durante horas, decidí finalmente responder. No porque quisiera verlo, sino porque no soportaba tener ese asunto pendiente. Le contesté con algo breve:

“No creo que pueda este fin de semana. Tal vez otro día.”

 Fue suficiente para cerrar el tema, al menos por ahora.

A la mañana siguiente, mientras desayunaba en silencio, escuché a mi hermana bajar las escaleras. Pasó a mi lado sin decir nada, pero luego se detuvo, girándose con esa expresión entre desafiante y curiosa.

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