la hija del abogado exitoso

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Desde niña, siempre habías recordado a tu padre como una figura lejana. No porque no estuviera físicamente presente —lo estaba, siempre tras el gran escritorio de su despacho o revisando expedientes en casa—, sino porque parecía que su vida se limitaba a dos cosas: el trabajo y las apariencias. Tu madre no formaba parte de ese cuadro familiar. Se habían separado cuando tenías siete años, y aunque mantenías contacto con ella, vivías con tu padre desde entonces. Él decía que era "lo mejor para ti", pero en realidad, simplemente encajaba mejor en su rígido esquema de vida.

Habíais tenido puntos de vista diferentes en casi todo desde que tenías memoria. Tú eras una niña curiosa, siempre preguntándote por qué las cosas eran como eran, buscando algo más profundo en cada experiencia. Mientras tanto, él te observaba con una mezcla de desconcierto y desaprobación, como si tus preguntas fueran una pérdida de tiempo

"El mundo no funciona con 'porqués', Tn", te decía cuando eras pequeña. "Funciona con resultados".

Ese pensamiento se había convertido en su mantra y, poco a poco, en el muro que os separaba. Había tratado de moldearte a su imagen desde siempre, y tú habías resistido con todas tus fuerzas. Si a él le apasionaban los números, tú preferías las letras. Si él hablaba de estrategias y poder, tú soñabas con historias y emociones.

Con los años, la brecha entre ambos se había hecho más evidente. Cuando cumpliste dieciocho, ya no era solo cuestión de gustos o intereses; era una lucha constante por tu autonomía. Él quería que te unieras al bufete familiar, que siguieras su legado como abogada y ocuparas algún día su lugar. Para él, era lo lógico. Para ti, era una pesadilla.

- No puedes desperdiciar tu potencial en tonterías como la psicología - te dijo una noche durante la cena, su tono cortante como siempre

- No es una tontería. Quiero hacer algo que realmente importe - habías respondido, tratando de mantener la calma - quiero hacer algo real, no heredar el buffete de mi papi, sabes?

- El mundo necesita líderes, no soñadores - dijo levantándose de la mesa como si no le importaras nada - cuando lo entiendas te irá mucho mejor

Esas palabras quedaron grabadas en tu memoria, no porque fueran ciertas, sino porque reflejaban exactamente lo que siempre habías sentido: que para él, tus sueños nunca eran lo suficientemente buenos.

Esa conversación fue el punto de inflexión. Decidiste que no podías seguir viviendo bajo su sombra, bajo sus expectativas que asfixiaban todo lo que querías ser. Así que tomaste la decisión más difícil y liberadora de tu vida: dejar Zaragoza y empezar de nuevo en Barcelona, te acababan de aceptar en la universidad, y lo preferiste antes que Madrid. Barcelona te transmitía mucho, sentías que el destino tenía algo allí para ti

La ciudad te recibió con su bullicio y su energía vibrante. El sol reflejaba sus rayos en las fachadas modernistas, y las calles parecían llenas de historias esperando ser descubiertas. Mientras bajabas del tren, con la maleta en una mano y un mapa arrugado en la otra, sentiste por primera vez en mucho tiempo que el futuro estaba en tus manos.

Habías encontrado un pequeño piso compartido en el barrio de Gràcia, lejos del lujo al que estabas acostumbrada, pero lleno de encanto. Las paredes eran viejas y los muebles de segunda mano, pero tenía algo que tu casa en Zaragoza nunca tuvo: calidez.

Tu nueva compañera de piso, Chiara, te recibió con una sonrisa y un abrazo efusivo, algo a lo que no estabas acostumbrada pero que no tardaste en aceptar. Era de esas personas que hablaban sin parar y llenaban los silencios con energía positiva

- Primera vez en Barcelona? - te preguntó mientras te ayudaba a subir la maleta por las escaleras estrechas.

- Primera vez fuera de casa más bien - corregiste con una sonrisa tímida.

- Pues prepárate. Esta ciudad te va a cambiar la vida - dijo guiñándote el ojo, lo que te hizo reír

Y aunque sonó como un cliché, algo en sus palabras te hizo creer que tenía razón.

Esa primera noche en tu nuevo hogar, mientras mirabas por la ventana las luces de la ciudad, sentiste una mezcla de miedo y emoción. Sabías que no sería fácil. Estabas sola, con un gran apoyo financiero de tu padre, pero como siempre, todo eran números. Ni siquiera había llamado para preguntarte qué tal estabas, así que prácticamente rechazaste su dinero. Tenías la cuenta bancaria llena, pero el corazón vacío, por lo que esa cantidad de dinero no te importó ni demostraste que estuviera nunca. Te limitabas a pagar el alquiler, la comida y los estudios. Simplemente por orgullo.

Sabías que esta era tu oportunidad para demostrar que podías ser algo más que la "hija del abogado exitoso". El silencio de la noche te envolvió, y por primera vez en mucho tiempo, no sentiste que ese silencio te ahogara. Era el silencio de una página en blanco, esperando a ser escrita. Y tú estabas lista para empezar.

RUSLANA Y TNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora