melodía constante

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Los días de septiembre traían consigo una sensación de cambio. El verano se despedía lentamente, dejando un aire fresco que anunciaba la llegada del otoño. En vuestro pequeño piso, el ambiente se sentía cargado de una emoción que ninguna de las dos parecía dispuesta a nombrar.

Chiara pasaba cada vez más horas encerrada en su cuarto, componiendo, cantando, y preparándose para la audición de Operación Triunfo. Tú intentabas animarla cuando la notabas nerviosa, aunque lo cierto era que te sentías igual de inquieta. Su posible marcha se había convertido en un tema que rondaba tu cabeza más de lo que querías admitir.

Esa tarde, os encontrasteis las dos en la cocina, un lugar que últimamente parecía convertirse en vuestro punto de encuentro. Tú estabas preparando café, mientras Chiara tarareaba una melodía que te resultaba familiar.

- Eso es nuevo? - preguntaste, señalando con la cabeza hacia el sonido que salía de su boca.

Ella se detuvo un momento, como si evaluara tu pregunta, antes de asentir.

- Es una canción en la que estoy trabajando. Creo que quiero cantarla en la audición.

- Puedo escucharla?

Chiara te miró por un instante, como si considerara negarse, pero luego asintió lentamente.

- Solo un pedacito, porque no está terminada.

Se apoyó en la encimera y empezó a cantar, su voz llenando el espacio con una calidez que siempre te sorprendía. Cerraste los ojos mientras la escuchabas, sintiendo que cada palabra se filtraba en algún rincón de ti que no habías explorado antes.

Cuando terminó, abrió los ojos y te encontró mirándola, quizás con demasiada intensidad.

- Qué te parece? - preguntó, rompiendo el momento.

- Increíble. Es... increíble.

- No exageres - respondió con una risita nerviosa, pero sus mejillas estaban levemente sonrojadas.

Algo en ese pequeño detalle te hizo sonreír.

Esa noche, mientras Chiara practicaba en su habitación, tú te sentaste en el sofá con tu cuaderno. Habías comenzado a escribir casi por inercia, y antes de darte cuenta, las palabras que llenaban la página parecían estar dirigidas a ella.

"Eres una melodía constante, una nota que resuena incluso en el silencio."

Leíste lo que habías escrito, sintiendo que habías dejado escapar algo que habías intentado ignorar. Cerraste el cuaderno de golpe, como si eso pudiera borrar lo que acababas de admitirte.

Chiara salió de su cuarto poco después, con la guitarra en la mano.

- Necesito una pausa. Te importa si tocamos algo juntas?

- No sé tocar nada Kiki - contestaste, riendo.

- Eso no es un problema. Tienes ritmo, y puedo enseñarte lo básico. Igual que con el piano, recuerdas?

Antes de que pudieras negarte, ya estaba sentada a tu lado, colocando la guitarra entre las dos. Sus manos cubrieron las tuyas para mostrarte cómo colocar los dedos sobre las cuerdas, y el calor de su piel contra la tuya te hizo contener la respiración.

- Así. Ahora prueba - susurró, su voz sonando más suave de lo habitual.

Hiciste lo que te pidió, aunque estabas más concentrada en ella que en el instrumento. Su mirada seguía cada movimiento tuyo, y cuando por fin lograste sacar un acorde decente, se rió, genuinamente emocionada.

- Lo tienes! Ves?

- Es tu culpa, eres buena enseñando.

Chiara dejó escapar una carcajada, pero no apartó la mirada.

- Creo que eres mejor alumna de lo que te imaginas.

El silencio que siguió pareció alargarse más de lo normal, y por un momento, pensaste que ella iba a decir algo más. Sin embargo, se levantó rápidamente y dejó la guitarra a un lado.

- Será mejor que me prepare para mañana.

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La noche siguiente, decidisteis salir a despejaros. Había algo en el ambiente que parecía empujaros a disfrutar del tiempo que compartíais, aunque ninguna de las dos lo reconociera en voz alta.

El pequeño restaurante al que fuisteis estaba lleno de gente, pero el mundo pareció reducirse a vosotras dos. Chiara estaba especialmente radiante, con los ojos brillando cada vez que hablaba de sus planes. Tú, en cambio, te sentías algo más apagada, incapaz de ignorar la sensación de que su marcha significaba un cambio que no estabas preparada para afrontar.

- Estás bien? - preguntó ella, inclinándose ligeramente hacia ti.

- Sí, claro. Solo estoy un poco cansada.

Chiara no pareció convencida, pero no insistió.

Al salir del restaurante, caminasteis juntas por las calles de Barcelona. La noche estaba fresca, y Chiara, notando que temblabas ligeramente, se quitó su chaqueta y la colocó sobre tus hombros.

- No hace falta, de verdad...

- Sí que hace falta. No quiero que te resfríes.

El gesto, aunque simple, hizo que sintieras un nudo en el estómago. Sus ojos se encontraron con los tuyos, y por un instante, el tiempo pareció detenerse.

Ambas parecíais estar a punto de decir algo, pero una risa de un grupo de personas que pasaba cerca rompió el momento. Chiara desvió la mirada y metió las manos en los bolsillos, mientras tú te acomodabas su chaqueta alrededor de los hombros.

- Gracias - dijiste finalmente, en un tono más suave del que habías planeado.

Ella solo sonrió, con esa sonrisa suya que parecía iluminar cualquier lugar.

Esa noche, te acostaste con el olor de Chiara impregnando la tela de la chaqueta. Te sentías tonta, confundida y, sobre todo, asustada. Porque sabías que estabas empezando a sentir algo que no podías controlar, y aunque había señales de que ella podía sentir lo mismo, ninguna de las dos parecía dispuesta a dar el paso.

El reloj marcaba las tres de la madrugada cuando te levantaste a beber agua. Al cruzar por el pasillo, viste que la puerta de Chiara estaba entreabierta. Ella estaba sentada en el borde de la cama, con el móvil en las manos y la mirada perdida.

- No puedes dormir? - preguntaste desde el umbral.

Ella alzó la vista, algo sorprendida, y negó con la cabeza.

- Tengo demasiadas cosas en la cabeza.

- Quieres hablar de algo?

Chiara te observó durante un instante que pareció eterno, pero finalmente sacudió la cabeza.

- No, tranquila, tú duerme... pero gracias.

Dudaste, queriendo decir algo más, pero al final, simplemente le sonreíste antes de regresar a tu cuarto. Te dijo eso como si tú fueras capaz de dormir, cuando no lo eras. No te diste cuenta, pero detrás de ti, Chiara se quedó mirando la puerta cerrada por un rato, como si estuviera sopesando algo que tampoco se atrevía a admitir.

Y así, septiembre avanzaba, con vosotras dos girando alrededor de algo que nunca parecía llegar a definirse.

RUSLANA Y TNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora