me piro

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El despertador sonó demasiado temprano, o eso te pareció a ti. Apagaste la alarma de un manotazo y te levantaste con pesadez. Mientras te vestías para ir a clase, aún medio dormida, escuchaste ruido en el salón. Frunciste el ceño y saliste de tu cuarto para investigar.

Allí estaba Ruslana, en la puerta, con una maleta en la mano y el abrigo ya puesto. Parecía a punto de irse.

- Y ahora qué? - dijiste, cruzándote de brazos.

Ruslana te miró sin demasiada emoción, como si ya hubiera esperado esa pregunta.

- Me piro a Madrid.

Te quedaste en silencio un par de segundos. La rabia de la noche anterior seguía ahí, pero aun así no pudiste evitar preguntar:

- Es por mi culpa?

Ruslana soltó una risita corta, sin alegría.

- No - Pero sus ojos la delataron, y tú lo notaste.

Ruslana suspiró y se encogió de hombros, como si todo le diera igual.

- No creo que sea la última vez que nos veamos. Por desgracia.

Esa última frase te hizo apretar los dientes. ¿De verdad había necesidad de decirlo así? Te arrepentiste al instante de haber mostrado siquiera un poco de interés.

- Hasta pronto, entonces - dijiste de forma seca, apartándote de la puerta para dejarle espacio.

Ruslana asintió con un leve movimiento de cabeza, cogió su maleta y salió sin mirar atrás. La puerta se cerró, y el piso quedó en un silencio incómodo.

Te quedaste un momento en medio del salón, mirando la puerta cerrada. La sensación de vacío que dejó su partida duró lo poco que tardaste en darte cuenta de que, en el fondo, no te importaba tanto. Bufaste y volviste a tu cuarto para terminar de prepararte. Había cosas más importantes que pensar en ella.

El día transcurrió sin mayores sobresaltos. Las clases fueron lo de siempre: un montón de teoría que apenas prestabas atención. Estabas empezando a cuestionarte si te habías equivocado de carrera. Durante los descansos, tus compañeros intentaron animarte a unirte a sus conversaciones, pero no estabas de humor.

"Me piro a Madrid." Esas palabras no dejaban de rebotar en tu cabeza. No porque te importara su decisión, sino porque te molestaba su actitud. Ruslana siempre lograba sacar lo peor de ti, y eso te enfurecía más de lo que querías admitir. No te gustaba ser así.

Al terminar las clases, decidiste ir a casa caminando en lugar de coger el bus. Cuando llegaste al piso, Kiki y Violeta estaban en el salón, compartiendo un té y charlando en voz baja. Apenas te vieron, se callaron de golpe.

- Qué pasa ahora? - preguntaste, tirando tu mochila al sofá.

Kiki fue la primera en hablar, con su tono siempre conciliador.

- Rus ya se fue, no?

- Sí - Cogiste una taza y te serviste un poco del té que habían preparado. Ni siquiera te molestaste en mirarlas mientras respondías.

Violeta soltó un suspiro exagerado, como si estuviera esperando un drama.

- Y no habéis hablado ni nada?

- Qué quieres que hablemos? - dijiste, encogiéndote de hombros mientras te sentabas frente a ellas.

- No sé, algo. - Violeta te miró con una mezcla de preocupación y curiosidad - Parecía cabreada. Bueno, las dos lo estáis.

- Y qué más da? - replicaste, ya cansada de la conversación - Ella se ha ido. Mejor, no?

Kiki y Violeta intercambiaron una mirada, pero ninguna dijo nada más. Tú bebiste el té en silencio, pensando en todo y en nada al mismo tiempo.

Por un lado, sentías un extraño alivio. Sin Ruslana rondando, el ambiente en el piso sería más tranquilo. Pero, por otro lado, había una pequeña parte de ti que no podía evitar preguntarse cuánto tiempo pasaría antes de que os cruzarais otra vez.

- Bueno, al menos ahora podemos respirar un poco - dijo Violeta finalmente, rompiendo el silencio.

- Fin del tema - dijo Kiki algo molesta. Era prácticamente su mejor amiga y todo esto le afectaba. No permitía que hablaras mal de ella delante suyo, y lo entendías.

Pero, aunque quisieras darlo por terminado, sabías que algo de Ruslana siempre se quedaba rondando en tu cabeza, como un eco molesto que no podías evitar. Y lo odiabas. Al eco y a ella.

Saliste de la cocina, dispuesta a olvidarte del tema, cuando Kiki se acercó a ti con una expresión seria.

- Tn, en serio vas a dejarlo así?

La miraste, un poco sorprendida. Kiki nunca había sido de insistir cuando se trataba de algo tan tenso, pero esa vez parecía determinada.

- Qué quieres que haga? - le contestaste, algo cortante - No tengo ganas de hablar de eso.

Kiki no se apartó. Te miró fijamente, y en sus ojos notaste un leve reproche.

- Lo que pasa es que no lo estás gestionando bien, Tn. No todo es tan blanco o negro. Te has molestado mucho con ella, pero sabes que las cosas no son tan simples.

Te sentaste en el sofá, cruzando los brazos, dándole la espalda a Kiki mientras pensabas en lo que acababa de decir.

- Sabes qué? Yo ya no sé qué pensar - Hiciste una pausa y luego te giraste hacia ella - Solo sé que estaba aquí, tan tranquila, y ahora todo está raro. Y eso, Kiki, no me gusta nada.

Kiki se sentó a tu lado, buscando algún tipo de conexión, como siempre. Pero tú no estabas en el mood para dejarla entrar demasiado.

- No te enciendas, solo... - dijo Kiki, su tono suave pero firme - Pero te has planteado que tal vez ella tampoco está tan bien? Quizá también está intentando arreglar algo, algo en ella, aunque no lo haga bien.

Frunciste el ceño, sin saber qué decir. Sabías que Kiki tenía razón en algo, pero no querías darle el brazo a torcer. Te dolía pensar en cómo se habían ido las cosas con Ruslana, pero había algo en ti que simplemente no quería volver a ceder.

- No sé. No lo sé. - Bajaste la mirada, frustrada.

La conversación murió allí. Kiki, como siempre, no presionó más. Dejó que el silencio se instalara entre las dos, como si fuera la única forma de lidiar con la incomodidad del momento.

Y así pasó el resto de la tarde. Tú, intentando deshacerte del mal rollo; Kiki, manteniendo su calma habitual junto con Violeta, que dentro de poco se marcharía también, pero seguía allí con vosotras. Sabías que la situación no quedaría resuelta hasta que volvieras a cruzarte con Ruslana. Lo sabías, aunque intentaras convencerte de lo contrario. Y aunque

Al final, todo se reducía a eso. Las cosas no eran fáciles, pero tampoco imposibles de superar. Solo que, por el momento, no querías darle más vueltas. Solo querías que el día terminara.

RUSLANA Y TNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora