el súper plan

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El coche avanzó unos kilómetros antes de que la tensión se hiciera insoportable.

- Siempre eres así de callada o solo conmigo? - preguntó Ruslana, rompiendo el silencio de golpe.

Rodaste los ojos, pero no te giraste para mirarla.

- No tengo nada que decirte.

- Ah, claro - replicó con sarcasmo - Porque eres demasiado importante para hablar con la gente, no?

Eso sí que te hizo girar la cabeza hacia ella, con el ceño fruncido.

- Perdona? Yo no hice nada para que me trataras como una estúpida desde el primer momento.

Ruslana apretó los labios, los dedos tamborileando sobre el volante.

—Quizá es porque no me gustan las personas que creen que todo gira en torno a ellas - soltó finalmente, con una sonrisa forzada que no llegó a sus ojos.

Te quedaste boquiabierta por un segundo.

- De qué estás hablando?

- De ti. De cómo crees que todo el mundo tiene que caer rendido a tus pies porque... qué?

Aquello fue la gota que colmó el vaso. Te giraste completamente hacia ella, con el rostro encendido por la rabia.

- No tienes ni idea de quién soy ni por lo que he pasado, así que mejor cállate antes de decir algo de lo que te arrepientas.

Ruslana frenó en seco en un semáforo, girándose para mirarte por primera vez desde que habíais subido al coche.

- Y tú tampoco sabes nada de mí - dijo, con una dureza en la voz que te sorprendió - Así que quizá deberíamos dejar de juzgarnos, no te parece?

Por un instante, ninguna de las dos dijo nada. El semáforo cambió a verde, y el coche volvió a avanzar, aunque la tensión seguía colgando en el aire como una nube oscura.

Finalmente, soltaste un suspiro, tratando de recuperar algo de calma.

- Mira, no quiero pelear contigo - dijiste, aunque tu tono todavía era tenso - Solo quiero terminar este día sin que me duela la cabeza.

Ruslana no respondió de inmediato. Sus manos seguían aferradas al volante, pero su expresión parecía haberse suavizado ligeramente.

- Entonces no me provoques - respondió al cabo de un rato, con un tono más bajo, casi resignado.

- Tú tampoco lo hagas - replicaste, volviendo a mirar por la ventana.

El resto del trayecto transcurrió en silencio, aunque no era un silencio cómodo. Cada pequeño ruido —el motor, el chirrido de las ruedas al girar, el roce de la tela de los asientos— parecía amplificar la distancia entre vosotras.

El coche se detuvo con un pequeño frenazo en el aparcamiento del supermercado. Ruslana apagó el motor y soltó un suspiro largo, como si la sola idea de compartir más tiempo contigo le agotara.

- Ya estamos - murmuró sin mirarte, desabrochándose el cinturón de seguridad.

- Gracias por avisar, no lo había notado - respondiste con ironía, abriendo la puerta y bajando rápidamente para poner algo de distancia entre vosotras.

El aire fresco de las afueras te calmó ligeramente. Caminaste hacia la entrada del supermercado con pasos rápidos, sin esperarla, pero Ruslana no tardó en alcanzarte.

- Siempre andas tan rápido? - preguntó con un tono que no sabías si era molestia o burla.

- Siempre te quejas de todo? - replicaste sin pensar.

RUSLANA Y TNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora