El frío de París parecía más intenso esa noche mientras Lucas se quedaba sentado en su pequeño departamento, mirando por la ventana las luces de la ciudad. Había intentado abrirse con Elsie, pero su propio miedo y celos lo habían traicionado. Se dio cuenta de que su ataque de celos no solo era irracional, sino una señal de que aún no estaba listo para enfrentar sus sentimientos de manera madura.
Elsie, por su parte, pasó el resto de la noche en silencio. Había salido con su grupo de amigos, pero el mensaje de Lucas la había dejado intranquila. Se sentía frustrada, no solo por las palabras de él, sino por las emociones que aún le provocaba. Había trabajado tanto para seguir adelante, pero cada paso que daba parecía retroceder cuando Lucas aparecía.
Al día siguiente, mientras Lucas intentaba concentrarse en el trabajo, su mente no dejaba de regresar al mismo lugar: Elsie. Decidió salir a caminar, esperando que el aire fresco lo ayudara a pensar con claridad. Pasó por la librería donde solían encontrarse, y por un momento, consideró entrar. Pero se detuvo. No es el momento. Ella necesita espacio, y yo también lo necesito.
Elsie, por otro lado, decidió tomarse un café en su lugar favorito. Mientras esperaba en la barra, vio a alguien conocido entrar: Étienne, un colega con quien había estado saliendo de manera casual. Su presencia le provocó una mezcla de emociones. Sabía que Étienne no era Lucas, pero lo apreciaba y disfrutaba de su compañía. Cuando él se acercó a saludarla, le ofreció una sonrisa genuina. Quizás esa era su señal de seguir adelante.
Mientras tanto, Lucas recibía una llamada inesperada de Camille. Su ex quería recoger algunas cosas que había dejado en su departamento. Su voz era distante, pero cortés. Cuando colgó, Lucas sintió un golpe de realidad. Había cerrado una puerta importante, pero aún estaba lejos de abrir otra. La conversación con Camille le recordaba que las relaciones no se construyen solo con palabras impulsivas, sino con acciones que respalden los sentimientos.
Por la noche, Elsie se sentó en su sofá, repasando en su mente las últimas semanas. Lucas había vuelto a remover cosas que pensó enterradas, pero no podía ignorar lo que Étienne representaba: una oportunidad para algo diferente, sin complicaciones, sin un pasado lleno de decisiones no tomadas. Sin embargo, en el fondo, la chispa que había sentido con Lucas aún ardía, aunque fuera tenue.
Lucas, en su soledad, reflexionaba sobre el hombre que había sido con Elsie. ¿Realmente estoy preparado para ser el hombre que ella necesita? Pensó en cómo sus celos lo habían controlado, y supo que antes de buscar algo con ella, debía encontrar un equilibrio en sí mismo.
Esa noche, París parecía más silenciosa que nunca, como si ambos estuvieran en pausa, cada uno enfrentando sus propios dilemas. Lucas, perdido entre sus errores, y Elsie, preguntándose si debía arriesgarse otra vez. Ambos, bajo el mismo cielo, daban pasos separados hacia un futuro incierto.
Era una noche lluviosa en París, y Elsie, acompañada de Étienne, caminaba por la Rue de Rivoli bajo un paraguas compartido. Reían despreocupadamente, con la complicidad de dos personas que empezaban a disfrutar de algo nuevo. Lucas, que había decidido salir a despejar su mente, los vio desde el otro lado de la calle. Su corazón se detuvo un momento al reconocer la risa de Elsie. Esa risa que había sido su refugio ahora pertenecía a otro.
Sin pensarlo, cruzó la calle, esquivando coches, empapándose bajo la lluvia. La ira y los celos lo cegaron. Cuando finalmente estuvo frente a ellos, su presencia era como un relámpago. Étienne lo miró sorprendido, pero Lucas no apartó los ojos de Elsie.
—¿Así que es con él con quien intentas olvidarme? —espetó Lucas, con los ojos llenos de rabia y la voz cargada de un reproche que cortaba como un cuchillo.
Elsie lo miró, sorprendida, pero pronto su expresión se endureció. —¿Qué haces aquí, Lucas? ¡Esto no es asunto tuyo!
Étienne, incómodo, intervino desde un lado. —¿Todo está bien, Elsie?
—¡Está bien, Étienne! Puedes irte —respondió ella con firmeza, aunque su voz temblaba ligeramente.
Lucas esperó con los puños apretados a que Étienne se alejara, aunque el hombre dudó en moverse. Cuando finalmente quedaron a solas, Lucas avanzó hasta quedar frente a Elsie, su mirada ardiendo.
—¡Eres mía, Elsie! ¡Siempre has sido mía! ¡Y no voy a dejar que nadie se interponga entre nosotros!
Elsie lo miró incrédula, casi temblando de indignación. —¿¡Mía!? ¿¡Eso crees!? ¡No soy tuya, Lucas! ¡No soy de nadie!
—¡Claro que lo eres! —gritó él, dando un paso más hacia ella. —¡Te conozco mejor que nadie! ¡Ningún otro hombre te va a amar como yo! ¡Y mucho menos ese imbécil!
—¡Basta! —replicó ella, con los ojos llenos de furia. —¡Esto no es amor, Lucas! ¡Es obsesión! ¡Es tu maldito ego que no soporta perder!
Lucas la miró, respirando agitadamente, empapado por la lluvia pero cegado por su frustración. —¡No me importa lo que digas! ¡Eres mía, Elsie, y no voy a permitir que me olvides, ni que otro te toque!
—¡No tienes derecho a decidir por mí! —gritó ella, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas. —¡Si alguna vez creí que me amabas, estaba equivocada! ¡Lo único que amas es controlarme!
Lucas, incapaz de contestar, la miró con los puños temblando. Pero en el fondo sabía que ella tenía razón, aunque su orgullo no le permitiera admitirlo. Elsie lo atravesó con una última mirada llena de dolor y determinación.
—¡No vuelvas a buscarme, Lucas! ¡No vuelvas!
Sin más, se dio la vuelta y caminó hacia Étienne, quien la recibió con una mezcla de preocupación y ternura. Lucas se quedó allí, bajo la lluvia, sintiendo cómo sus palabras se perdían en el aire mientras el vacío en su pecho lo consumía. ¡Había perdido a Elsie y, con ella, cualquier rastro de lo que alguna vez fue!.
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Nuestro destino en Paris
RomanceEn el encantador entorno de París, Elise, una apasionada librera del barrio latino, y Lucas, un arquitecto recién llegado de Bruselas, se cruzan en un momento inesperado que cambiará sus vidas. Mientras Elise vive rodeada de libros y poesía, Lucas e...