La niebla cubría el amanecer de Valdeluz, como si el pueblo se resistiera a despertar. El coche de los Castelnuovo avanzaba despacio por las estrechas calles empedradas, y Amaranta miraba por la ventana, sintiendo que aquel lugar parecía un cuadro antiguo. La campana de la iglesia resonó en la distancia, un sonido que parecía reverberar dentro de su pecho.
-Es más bonito de lo que esperaba -murmuró Isolde, su madre, desde el asiento delantero. Amaranta no respondió. Para ella, nada podía compararse con la vida que dejaron atrás. Desde la muerte de su padre, su hogar parecía haberse disuelto como un castillo frente al mar.
El instituto Monteclaro, una edificación de piedra con torres cubiertas de hiedra, apareció entre los árboles al final del camino. Al bajar del coche, el aire frío le erizó la piel, y el murmullo de los alumnos se mezcló con el crujido de las hojas secas bajo sus botas. Amaranta ajustó su bufanda y, con un suspiro, se aventuró a cruzar las puertas.
La sala principal estaba iluminada por grandes ventanales, y las voces de los estudiantes llenaban el espacio. Amaranta se sentía pequeña, un espectador invisible en una película que no le pertenecía. Fue entonces cuando lo vio.
Un chico estaba sentado en un banco junto la ventana, con la luz del sol de otoño jugando entre los mechones oscuros de su cabello. Leía un libro, y aunque parecía absorto en sus páginas, algo en su expresión sugería que estaba alerta, como si pudiera sentir cada mirada en la habitación.
Amaranta trató de desviar la suya, pero cuando sus ojos se encontraron con los de él, el tiempo pareció detenerse. Había algo en su mirada que la dejo sin aliento: una mezcla de nostalgia, curiosidad y un destello de desafío.
-¿Te has perdido? -preguntó una voz detrás de ella. Amaranta se giró, sobresaltada, y encontró a una chica de cabello rubio platino y sonrisa afilada que la observaba con los brazos cruzados.
-No... sólo estaba buscando mi aula -respondió Amaranta, sintiéndose torpe.
-Yo soy Nerea. Si necesitas ayuda, sólo tienes que preguntar. -La chica le lanzó una mirada rápida al chico junto a la ventana antes de añadir, en un tono más bajo- . Pero te aconsejo que no te acerques a él. Es un caso perdido.
Amaranta no pudo evitar mirar de nuevo al chico. Él había cerrado el libro y ahora la observaba con una leve sonrisa en los labios, como si hubiera escuchado todo. Sus ojos, de un color entre el ámbar y el marrón, parecían guardar secretos que ella no podía ignorar.
Y en ese instante, Amaranta supo que su vida en Valdeluz estaba a punto de cambiar para siempre.
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Las estrellas nos guíaran
RomantizmAmaranta , nueva en el pueblo de Valdeluz, intenta reconstruir su vida tras la muerte de su padre. En el instituto Monteclaro conoce a Gael , un chico enigmatico cuya familia guarda un oscuro secreto.