© Diecinueve

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"Nuestro mundo se está destrozando... Nadie puede hacer o ha hecho nada para evitarlo."

"La indiferencia y el egoísmo han consumido a la humanidad, y ya no se preocupan por los entre ellos. Solo les importa su propia vida sin ver cómo algunos incluso podrían estar en peligro."

"Aunque intenten escapar, la muerte los alcanzará de alguna manera. El peor enemigo es ahora invisible y se ha vuelto humano: la maldita hora cero, que detiene todo a su paso y nos deja sin salida ni escape."

Max se despertó con un sobresalto, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Había tenido una pesadilla terrible, llena de imágenes de muerte y destrucción. Pero lo que lo había despertado no era solo la pesadilla, sino también una voz que nunca había escuchado antes.

La voz era suave y melodiosa, pero también había algo en ella que lo hacía sentir incómodo. Max se levantó de la cama y se miró alrededor, tratando de ubicar la fuente de la voz. Pero no había nadie más en la habitación.

Se acercó a la ventana y miró hacia afuera. Sus amigos estaban descansando en la calle, algunos de ellos sentados en el suelo, otros acostados. Max se sintió un poco mejor al ver que estaban todos juntos y seguros.

Pero entonces comenzó a pensar en su madre. ¿Estaría bien? ¿La había perdido para siempre? Max se sintió un nudo en la garganta al pensar en la posibilidad de no volver a ver a su madre.

Quería verla, quería confirmar que estaba bien. Max se sintió un impulso de salir a buscarla, de encontrarla y asegurarse de que estaba a salvo. Pero sabía que no podía hacerlo solo. Necesitaba la ayuda de sus amigos.

Ella estará bien, si quieres verla puedo acompañarte — dijo Jake, con una voz suave y tranquilizadora. Había despertado con el ruido de Max, que se había levantado de la cama y se había acercado a la ventana. Jake se sentó en la cama y lo miró con una expresión de preocupación.

— No es necesario, estaré bien — dijo Max, con una voz forzada. Pero su expresión lo decía todo. Estaba preocupado y asustado, y no sabía cómo ocultarlo.

Jake se levantó de la cama y se acercó a Max. Le dio una manzana que había sacado de su bolsillo.

— No lo creo, eres muy tú cuando mientes — dijo Jake, con una sonrisa. — Pero aún así tienes mi apoyo. ¿Te acompaño?

Jake miró a Max con una expresión seria, esperando su respuesta. Sabía que Max estaba pasando por un momento difícil, y quería estar allí para apoyarlo. La manzana que le había dado era un gesto de amistad y solidaridad, y Jake esperaba que Max lo aceptara.

Max miró la manzana que Jake le había dado, y una mezcla de emociones se reflejó en su rostro. Pensó en su padre, y en cómo las cosas serían diferentes si estuviera allí con él.

— Si papá estuviera conmigo, de seguro sería diferente — dijo Max, con una voz baja y melancólica. — No tendría que preocuparme por encontrar a mi madre, ni por saber si está bien.

Max miró la manzana de nuevo, y luego la guardó en su bolsillo. Se sentó en la cama, con la cabeza entre las manos, y se sumió en sus pensamientos.

— No sé dónde está o cómo lo estará pasando — dijo Max, con una voz llena de preocupación. — Corea está muy lejos, y ni siquiera puedo llegar allá. Me siento tan impotente...

Jake se sentó a su lado, y le puso una mano en el hombro. Ambos se quedaron en silencio por un momento, tratando de no hacer ruido posible para no despertar a los demás.

Pero había alguien más que estaba escuchando. Bloom, el robot, estaba en la habitación contigua, y había estado escuchando la conversación de Max y Jake. No había dormido nada, ya que no necesitaba descansar. Estaba siempre alerta, listo para responder a cualquier situación. Y ahora, estaba escuchando la conversación de sus amigos, y se preguntaba qué podía hacer para ayudarlos si no entiende la emociones ni situaciones humanas.

Mike abrió los ojos y se acomodó en el sillón, mirando a Max y Jake con una expresión de curiosidad. — ¿Todo bien? — preguntó Mike, notando que algo estaba pasando.

Max y Jake asintieron con la cabeza, pero Mike podía ver que había algo más detrás de sus expresiones.

— Mike, ¿quieres acompañarme? — preguntó Max de repente, sin dar ninguna explicación.

Mike abrió los ojos de par en par, sin entender a dónde se refería Max. — ¿Qué? — preguntó Mike, confundido.

— Iré a ver a mamá — explicó Max. — Quizás tú podrías ir conmigo.

Mike se quedó en silencio por un momento, tratando de procesar la solicitud de Max. Jake, por otro lado, parecía entender el razonamiento detrás de la petición de Max.

— ¿Por qué? — preguntó Mike finalmente, mirando a Max con curiosidad. — Bueno, si iré, pero quiero saber la razón.

Mike se levantó del sillón y se acercó a Max, esperando una explicación. Jake se quedó sentado, observando la escena con interés. Como ese niño era meneo de edad y algo travieso por así decirlo.

Max miró a Mike con una expresión de determinación. Sintió que debía cuidarlo a toda costa, ya que Mike había sido uno de los primeros en unirse a su grupo y había demostrado ser un amigo leal y valiente.

Fue Max quien conoció primero a Mike, cuando este último estaba herido y solo en el bosque. Max lo había encontrado con un pie herido y lo había llevado a un lugar seguro, donde lo había cuidado y curado. Ahora, Mike estaba completamente recuperado y había demostrado ser un miembro valioso del grupo.

— Mike, eres uno de mis amigos más cercanos — dijo Max, con una voz sincera. — Me salvaste la vida en más de una ocasión, y ahora quiero devolverte el favor. Quiero que vengas conmigo a buscar a mi madre, porque sé que puedo contar contigo.

Mike lo miró con sorpresa, pero luego sonrió y asintió con la cabeza.

— Claro que sí, Max — dijo Mike. — Estoy contigo, siempre.

Jake, que había estado observando la escena, sonrió y se levantó de la cama.

— Bueno, parece que tenemos un plan — dijo Jake. — Vamos a encontrar a la madre de Max y a asegurarnos de que esté bien.

Los tres amigos se miraron entre sí, listos para enfrentar cualquier desafío que se les presentara.

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