Segunda vida. JACEGON

Las sombras nunca permanecen en oscuridad por siempre.

Buenaaaaaaaaaaas ༼ つ ◕_◕ ༽つ

AVISO: Este es un capítulo extenso, por lo que recomiendo leerlo con calma cuando tengan tiempo y estén relajados. 

P.D.: Para una mejor experiencia, les sugiero poner música mientras leen.

Aegon se encontraba en un estado crítico, con el pecho agitado y lágrimas acumulándose en sus ojos. La tensión en la habitación era palpable, y Ser Arryk y Dyana se miraban con desesperación mientras intentaban encontrar una solución.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó Ser Arryk, su voz temblando por la preocupación mientras observaba a Aegon con angustia—. ¿Por qué no hace efecto, Dyana?

Dyana, con el rostro pálido y visiblemente asustada, respondió:

—No... no lo sé. Debería haber hecho efecto ya... —Su mirada se volvió hacia Ser Arryk con miedo—. Creo... creo que su cuerpo se ha acostumbrado a la dosis. No hay cómo darle más, sería peligroso...

El sonido continuo de los toques en la puerta solo incrementaba la angustia en la habitación. Aegon, con el rostro enrojecido y el aliento entrecortado, trataba de controlar su respiración mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. La desesperación en los ojos de Dyana y Ser Arryk crecía con cada segundo que pasaba sin una mejora.

Fuera de la habitación, la familia estaba en un estado de caos. La insistencia de los servidores y la presión de los miembros de la familia para abrir la puerta solo servían para intensificar el miedo de aquellos dentro.

Daemon, con su humor cínico desvanecido, se mostró visiblemente preocupado. Se adelantó y, con una voz más seria, le dijo a Alicent:

—Deja de golpear la puerta, podrías estar empeorando las cosas.

Alicent, con el rostro crispado por la preocupación y la rabia, giró hacia Daemon con furia.

— ¡Necesitamos saber qué está pasando con mi hijo!

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En la habitación, Ser Arryk intentaba mantener la calma mientras hablaba con Dyana, discutiendo posibles alternativas, pero cada minuto que pasaba hacía crecer la desesperación de ambos. Aegon, sentado en el borde de la cama, seguía tratando de controlar su respiración, pero el estado de agitación y el estrés acumulado lo estaban superando rápidamente.

Dyana, esforzándose por no dejarse llevar por el pánico, se acercó con cautela y colocó una mano en el brazo de Aegon, tratando de transmitirle serenidad.

—Aegon, intenta respirar despacio —le pidió con suavidad, aunque su voz también temblaba—. No puedo quedarme sin hacer nada. Voy a buscar ayuda... alguna solución.

—Mi príncipe, escuche mi voz —resonaba en su mente aquella grave y reconfortante voz de Harwin, suave pero firme, como un ancla en medio de la tormenta—. Nada malo está pasando. Estoy aquí. No hay peligro, sólo respire conmigo. Despacio... así, muy bien.

Los recuerdos se aferraron a Aegon como una manta cálida en una noche helada. —Controle su mente. No permita que los pensamientos lo dominen. Usted es más fuerte que esto, yo lo sé. Estoy con usted. Harwin solía mantener una mano fuerte sobre su hombro, su sola presencia suficiente para hacer que el caos en su pecho se redujera a un murmullo.