Paz

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Buenaaaaaaaaaaaaaas ༼ つ ◕_◕ ༽つ


Ya había amanecido, y la luz del nuevo día empezaba a filtrarse suavemente a través de las cortinas, bañando la habitación con un tenue resplandor dorado. Sin embargo, el cansancio en los rostros de la familia y Ser Arryk no era tan fácil de disipar como la oscuridad de la noche. Nadie había abandonado la habitación en lo que restaba de madrugada; el miedo y la preocupación aún los mantenían anclados allí, como si temieran que dejar a Aegon solo significara perderlo nuevamente.

Aegon, con el rostro pálido pero sereno, acunaba a su hijo en brazos, meciéndolo con suavidad. A su lado, Jacaerys sostenía a su hija con la misma delicadeza, ambos compartiendo un silencio lleno de significados. Aegon rompió la tensión con una voz calmada, aunque el agotamiento se reflejaba en cada una de sus palabras.

—Vayan a descansar... Tienen unas caras —murmuró con suavidad, mirando a cada uno de ellos, el peso de su preocupación evidente—. De verdad, estoy bien.

Aegon esbozó una pequeña sonrisa, pero en sus ojos había un brillo de agotamiento y resignación. Dentro de él, sus pensamientos giraban con amarga ironía. Maldita entidad, mira el problema que causaste, pensaba, mientras el resentimiento ardía en lo más profundo de su ser. Sabía que el caos que había provocado en su familia no desaparecería tan fácilmente. La mirada preocupada de cada uno de sus seres queridos le recordaba que su dolor había dejado cicatrices en todos, y que el peso de esa carga era abrumador.

Si antes lo cuidaban y lo vigilaban, ahora no lo dejarían ni siquiera respirar en paz. Cada vez que el silencio caía sobre la habitación, un maestre diferente llegaba a revisarlo, inspeccionando su marca por petición de su esposo, con temor a que algo malo pudiera suceder.

La luz del amanecer seguía filtrándose en la habitación, pero el agotamiento no se borraba de los rostros de la familia. Ser Arryk, de pie cerca de la cama, observaba la escena con una mezcla de humildad y asombro, consciente de la gravedad de la situación y de la inesperada gratitud que había provocado.

Jacaerys fue el primero en hablar, su voz firme pero cargada de emoción:

—Ser Arryk, pide lo que quieras, lo que más anheles. Te lo daré —dijo con una convicción solemne, mirando directamente al caballero. Para la familia, Ser Arryk había hecho lo imposible: había devuelto a Aegon a la vida.

Ser Arryk asintió ligeramente, pero no pronunció palabra. Había cumplido con su deber, pero la magnitud de la gratitud lo abrumaba. Lucerys, quien había estado en silencio todo el tiempo, se acercó unos pasos, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.

—Gracias, Ser Arryk... de verdad. Nos devolviste a mi tío —murmuró Lucerys, su voz quebrándose ligeramente al final, mientras miraba a Aegon con alivio.

Aegon, que había estado observando la interacción, no pudo evitar una ligera sonrisa. Las palabras de Jacaerys y Lucerys resonaban con gratitud genuina, pero dentro de él, el humor siempre encontraba un rincón en el que refugiarse. "Bueno, al menos Ser Arryk tendrá una vida asegurada," pensó con cierta ironía.

—Ya, ya, a sus cuartos de verdad —dijo Aegon en voz alta, interrumpiendo el ambiente solemne con un toque de humor—. Vayan a dormir, tienen unas caras terribles. De verdad, estoy bien.

La sonrisa en su rostro intentaba tranquilizarlos, pero su cuerpo aún dolía, y el agotamiento comenzaba a apoderarse de él. Aunque su tono era ligero, su mirada transmitía un cansancio profundo. Sabía que, después de lo que había pasado, ninguno de ellos estaba dispuesto a dejarlo solo tan fácilmente.

—Después de todo, tienen que atender las cosas del reino. Descansen un rato —agregó con calma, intentando persuadirlos de que lo dejaran en paz por unas horas, aunque fuera difícil.

Segunda vida.  JACEGONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora