Ser Harwin entró furioso a la habitación de Rhaenyra, sorprendiendo a ambos presentes.
—¿Qué sucedió? ¿Te hizo algún mal comentario Don Naranjas? —preguntó Laenor con curiosidad, intentando entender la razón del arrebato del alfa. Rhaenyra también lo observó con la misma curiosidad, preguntándose qué había pasado para que él estuviera en ese estado.
—Lo golpean —dijo Harwin con voz grave, dejando a los otros dos en shock.
—¿Qué? ¡Explícate! —exigió Rhaenyra, su voz cargada de la autoridad propia de una alfa dominante.
—Al príncipe Aegon lo golpean —repitió Harwin, con un tono de rabia apenas contenida—. Me lo dijo de camino a la recámara de la reina. ¡Dios, solo es un niño! —Su ira se hizo palpable mientras continuaba—. Me preguntó si, aun siendo tu guardia, podía protegerlo. Rhaenyra, Laenor, deberían haber visto el miedo en sus ojos mientras lo contaba, temiendo que Ser Criston nos escuchara.
Ambos quedaron paralizados ante la revelación. ¿Cómo era posible que le hicieran algo así? Aegon era un Targaryen; ni siquiera el propio rey tenía derecho a levantarle la mano.
—Esa maldita beta, solo tiene hijos para ganar poder —espetó Laenor con asco, volviendo la mirada hacia Rhaenyra, que lo observaba con una expresión fría e implacable.
Sin decir una palabra, la princesa salió de su recámara, dirigiéndose directamente a la de la reina. No iba a permitir que esa maldita beta tratara a su hermano menor de esa manera.
A medida que avanzaban por los pasillos, los sirvientes se apartaban o se hacían a un lado, aterrorizados por la intensa presencia de los tres. El olor que emanaban era casi abrumador, incluso para las betas que trabajaban en el castillo.
Al llegar a la habitación, Rhaenyra ni siquiera tocó la puerta; entró directamente. La escena que encontró la enfureció aún más: Aegon intentaba calmar a una pequeña Helaena que no paraba de llorar, mientras que con la otra mano acariciaba suavemente las mejillas de Aemond, intentando evitar que él también empezara a llorar al ver a su hermana en ese estado. Aegon estaba tan concentrado en consolar a sus hermanos que no se dio cuenta de la entrada de Rhaenyra, Laenor y Harwin.
La princesa Rhaenyra se quedó helada al ver la escena. ¿Quién en su sano juicio dejaría a un niño cuidando a otros dos que prácticamente seguían siendo bebés, sin ninguna supervisión?
—Aegon —llamó la princesa, su voz fría y preocupada. El pequeño dio un pequeño salto del susto y alzó la mirada para ver a su hermana parada frente a él, lo que lo hizo sonreír tímidamente.
Rhaenyra se acercó rápidamente y lo abrazó, a pesar de que su vientre abultado se lo dificultaba. Mientras tanto, Ser Harwin y Laenor se acercaron a los otros dos pequeños, cada uno tomando en brazos a Aemond y Helaena para calmarlos.
—¿Qué hacías solo, mi niño? —preguntó Rhaenyra suavemente, separándose de él lo suficiente para mirarlo a los ojos.
—Cuidando a mis hermanos —respondió Aegon con una inocencia fingida—. Mamá dijo que debo ser responsable desde ya para darles ejemplo y me dejó aquí. Pero está bien, hermana, no es la primera vez. A Aemond le gusta que le acaricien las mejillas, eso lo tranquiliza. Y bueno, Helaena... aún no sé qué le gusta, es pequeña, pero creo que le gustan los bichos. Cada vez que ve una araña, se queda mirando. Es rara, pero linda —dijo Aegon con una sonrisa brillante.
El silencio llenó la habitación, roto solo por los balbuceos de los pequeños. La princesa estaba furiosa. ¿Cómo podía alguien cargar a un niño con tanta responsabilidad, prácticamente robándole su infancia? Sin decir nada más, tomó la mano de su hermano y salió de la recámara, seguida por Laenor y Ser Harwin. Sabía que en ese momento su padre, la reina, y el consejo debían estar reunidos, así que se dirigió directamente al salón del consejo.
Al llegar, ignoró a los guardias que custodiaban la puerta y entró sin previo aviso, sorprendiendo a todos los presentes.
—¿Qué es esta insolencia, Rhaenyra? ¿Y por qué tienes a mis hijos contigo? —espetó Alicent, levantándose de su lugar en la mesa con el rostro endurecido por la rabia. El rey, por su parte, alzó la mirada y sonrió al ver a su amada hija y a los demás.
—Hija mía, ¿qué te trae aquí? ¿Sucedió algo? —preguntó Viserys, con curiosidad pero con una gran sonrisa.
—Fui a la recámara de mi madrastra con el afán de pasar tiempo juntas, pero me encontré con la escena de que mi pequeño hermano Aegon estaba solo allí, cuidando a Aemond y Helaena sin ningún sirviente que los supervise. Es una situación que deja mucho que desear, ¿no lo cree, padre? —respondió Rhaenyra, apretando los dientes, dejando claro su enfado. Viserys giró hacia Alicent en busca de una explicación.
—Aegon, como futuro alfa, debe aprender lo que es la responsabilidad. Por eso lo dejé con sus hermanos; es responsable y puede hacerlo —dijo Alicent, segura de sí misma, ganándose miradas de incredulidad por parte del consejo.
—¿Alfa? ¡Es un niño, Alicent, un niño! Faltan muchos años para que se demuestre su casta. Nadie asegura que sea un alfa —replicó Rhaenyra con rabia—. ¿Y si es un omega o un beta como tú? ¿Qué harás? ¿Lo dejarás de lado o lo mandarás a otro castillo?
Aegon observaba la escena en silencio, evaluando la situación. "Bien, bien, sigamos así. Ya me estoy ganando a mi hermana. Ahora me defiende porque soy pequeño, pero si sigo así, también lo hará cuando sea grande. ¡Tendré una vida tranquila y de lujos! Sí, ya me vi... ya me vi," pensó, viendo cómo se desarrollaba todo.
—¿Tú qué sabes? Estoy segura de que Aegon será un alfa, y uno fuerte. Tomará el trono, como le correspo...
Un golpe en la mesa interrumpió a Alicent.
—¡Alicent! ¿El trono? No te equivoques, el trono por derecho es de mi hija Rhaenyra. Solo ella tiene derecho a él, ¿entendido? —dijo el rey Viserys, con un tono firme y seguro.
—Pero, Viserys, Aegon es un hombre y será un alfa. Él es el único que tiene derecho a ese trono —replicó Alicent con enfado.
Viserys le lanzó una mirada severa, indicándole que se callara, lo que creó un ambiente tenso en la sala. Luego, se volvió hacia Rhaenyra, quien seguía agarrando la mano de Aegon.
—Ve a tu habitación, hija, y llévate a tus hermanos, por favor —dijo Viserys, ignorando la mirada furiosa de Alicent.
Justo cuando Rhaenyra se preparaba para salir, un fuerte dolor en su vientre la hizo encogerse, apretando aún más la mano de Aegon.
"¡Mi mano! ¡Loca, suéltala! ¡Aaaaaahhh! ¡¿Qué demonios, desde cuándo tiene tanta fuerza?! Y justo ahora, ¿Jacaerys, quieres nacer? ¡¿En serio?!" pensó Aegon, intentando soportar el dolor mientras su hermana se aferraba a él.
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Segunda vida. JACEGON
FanficAgonizando se encontraba el actual rey Aegon II Targaryen, envenenado por su propia gente, lo mas curioso que en su agonía no tenia deseos de vivir, a estas alturas para que pensaba el joven rey, no tenía a nadie, sus hermanos, sus hijos, su madre...