Capítulo 9: La serpiente

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La habitación estaba en penumbras, iluminada únicamente por la luz tenue de un candil que descansaba sobre una mesa cercana. Alina yacía en la cama, envuelta en una manta de terciopelo, su respiración ahora tranquila tras el caos vivido en el gran salón. La habitación, decorada con tapices de colores cálidos y muebles tallados con delicadeza, no lograba disipar la tensión que pesaba en el aire.

Kevin estaba sentado al borde de la cama, mirando a Alina con preocupación. Su cabello alborotado y sus manos inquietas delataban el torbellino de pensamientos que lo consumía. Frente a él, en una silla junto al escritorio, Altair mantenía una postura rígida, sus dedos entrelazados y su rostro serio, como si estuviera midiendo cuidadosamente cada palabra que iba a pronunciar.

—¿La mutante de una serpiente? —preguntó Kevin en voz baja, rompiendo el silencio. Había incredulidad en su tono, pero también una pizca de temor.

Altair asintió lentamente. —Sí. No cabe duda. Las escamas, los ojos, la reacción que tuvo... no hay otra explicación.

Kevin apretó los puños sobre sus rodillas, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Bajó la mirada hacia Alina, como si buscara en su rostro pálido alguna confirmación de que todo esto no era real.

—Pero... la profecía. —Su voz tembló ligeramente—. No puede ser ella. Conozco a Alina desde que éramos pequeños. No es posible. Ni siquiera es una mutante. Su madre es...

De repente, como si una chispa encendiera algo en su mente, Kevin levantó la vista bruscamente hacia Altair. Sus ojos, antes llenos de duda, ahora reflejaban una mezcla de sorpresa y temor.

—La reina... —susurró, completando sus pensamientos.

Altair entrecerró los ojos, observándolo con atención. —¿Qué intentas decir?

Kevin se inclinó hacia adelante, su voz llena de urgencia. —La reina Seraphina. ¿Es posible que... que ella sea...?

Altair no respondió de inmediato. Se reclinó en la silla, su rostro oscurecido por la luz vacilante del candil. Sus ojos parecían pesar más que nunca mientras hablaba.

—No lo descarto —dijo finalmente, su voz grave—. La reina Seraphina siempre ha sido... peculiar. Su linaje es algo que desconocemos, pero su pasado está envuelto en sombras. Si los cambios en Alina están relacionados con algo que ella desconocía de sí misma, la respuesta podría estar en su madre.

Kevin sintió que un escalofrío recorría su espalda. "Seraphina, la mujer que me dio cobijo por muchos años... ¿podría ser la serpiente de la profecía?"

—¿Y qué hacemos ahora? —preguntó con un tono tenso, su mirada fija en Altair.

El noble se inclinó hacia adelante, cruzando las manos sobre las rodillas. —Primero, debemos confirmar nuestras sospechas. Pero hay algo más que debes saber, Kevin. Si Alina está vinculada a la serpiente de alguna manera, su destino podría estar entrelazado con el tuyo más de lo que imaginamos.

Kevin frunció el ceño. —¿Qué quieres decir?

Altair tomó una profunda inspiración antes de responder. —La profecía no solo habla del Dragón de Fuego que unirá el mundo. También menciona una batalla contra la Gran Serpiente, la encarnación de la oscuridad y la discordia. Pero hay algo más: la profecía nunca especifica si la serpiente será un enemigo... o alguien cercano.

El silencio cayó sobre la habitación como un manto pesado. Kevin miró nuevamente a Alina, buscando desesperadamente una respuesta en su rostro adormilado.

—Alina nunca sería mi enemiga —dijo con firmeza, su voz llena de convicción—. Si está pasando por esto, la ayudaré. Sea lo que sea.

Altair lo observó durante unos momentos antes de asentir, aunque en sus ojos brillaba una mezcla de admiración y tristeza.

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