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Kurosaki Ichigo es un príncipe, el cual justo después de cumplir 18 años es obligado a casarse con alguien de su reino, por lo que el palacio organiza un baile para buscarle pareja.
Toshiro Hitsugaya es solo un simple empleado junto a su amiga M...
La tarde calurosa llegó al Reino, y con esta, se pudo ver a Toshiro e Ichigo en la entrada del castillo en su reciente llegada.
Los pasos del animal cesaron drásticamente, este se había detenido justo atrás de la gran puerta de metal que los separaba del Palacio.
Acostumbrado, Ichigo se bajó primero del corcel y luego volteó a mirar en espera de que se bajará a Hitsugaya, el cual observaba al animal con intranquilidad.
Nunca antes había montado un caballo, por lo que se sentía inseguro de bajarse con la posibilidad de caerse en el proceso al no ser un experto.
El Kurosaki, por su parte, pareció haber notado su nerviosismo, pues una suave sonrisa se dibujó en sus labios mientras daba un paso hacia él.
No te preocupes, Hitsugaya─le murmuró con voz cálida, extendiendo una mano hacia él─Te ayudaré─
Titubeó un momento, el leve rubor en sus mejillas era evidente, aunque intentaba ocultarlo desviando la mirada. Con un suspiro resignado, posó su mano en la del contrario, notando al instante la firmeza y calidez de su agarre.
—No necesito ayuda… —musitó con un tono apenas audible, aunque su rostro decía completamente lo contrario.
Ichigo, ignorando completamente sus palabras, tiró suavemente de su mano mientras colocaba la otra en su cintura para estabilizarlo. La acción fue tan natural y delicada que logró desconcertarlo mucho, haciendo que entonces de nuevo su corazón comenzará a latir desenfrenadamente.
Ten cuidado, no quiero que te lastimes. ─le advirtió Ichigo con un tono cálido mientras le ayudaba a deslizarse del lomo del caballo cuidadosamente.
El contacto duró apenas unos segundos, pero para Toshiro se sintió eterno. Cuando finalmente estuvo de pie en el suelo, Ichigo no soltó su mano de inmediato. Los ojos marrones se encontraron con sus ojos turquesas, y durante ese breve instante, todo lo demás se desvaneció para ellos.
Gracias… ─susurró amablemente, tratando de recuperar la compostura, aunque su voz traicionaba la mezcla de gratitud y nerviosismo que sentía.
Ichigo solo sonrió como tantas veces ya lo había hecho, apretando ligeramente su mano antes de soltarla.
Siempre que lo necesites.─
Esa simple respuesta resonó profundamente en su mente, preguntándose cómo alguien podía ser tan genuinamente atento y amable con él, estaba tan acostumbrado a ser insignificante que esos tratos lo hacían muy feliz.
Bien, es hora de que entremos, mi madre nos espera, no la hagas esperar más─el más alto le mencionó, él sólo asintió un poco desconcertado.
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Al cruzar las puerta principales, fueron recibidos por una figura radiante que conocían, Masaki, la reina, estaba ahí en su espera y al verlos, una sonrisa iluminó su rostro.