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—No. . . no puedes estar hablando en serio —dijo Fudge entrecortadamente, negando con la cabeza y alejándose un poco más de Dumbledore—. Si la comunidad mágica sospechara que yo pretendo un acercamiento a los gigantes. . . La gente los odia, Dumbledore. . . Sería el fin se mi carrera. . .

—¡Estás cegado por el miedo a perder la cartera que ostentas, Cornelius! —dijo Dumbledore—. ¡Le das demasiada importancia, y siempre lo has hecho, a lo que llaman «limpieza de sangre»! ¡No te das cuenta de que no importa lo que uno es por nacimiento, si o lo que uno es por sí mismo! Tu dementor acaba de aniquilar al último miembro de una familia sangre limpia, de tanta raigambre como la que más. . . ¡y ya ves lo que ese hombre escogió hacer con su vida! Te lo digo ahora: da los pasos que te aconsejo, y te recordarán, con cartera o sin ella, como uno de los ministros de Magia más grandes y valerosos que hayamos tenido; pero, si no lo haces, ¡la Historia te recordará como el hombre que se hizo a un lado para concederle a Voldemort una segunda oportunidad de destruir el mundo que hemos intentado construir!

—¡Loco! —susurró Fudge, volviendo a retroceder—. ¡Loco. . . !

Se hizo el silencio. La señora Pomfrey estaba inmóvil al pie de la cama de Olivia, antes de que todo eso comenzara estaba dispuesta a revisar el estado de la chica, pero ante tantas confesiones se quedó tiesa tapándose la boca con las manos. La señora Weasley seguía de pie al lado de Harry, poniéndole la mano en el hombro para impedir que se levantara. Bill, Ron, Hermione y Olivia miraban a Fudge fijamente, el pelirrojo acariciaba levemente el brazo de la ojigris, en un intento de que ambos pudieran tener un poco de calma.

—Si sigues decidido a cerrar los ojos, Cornelius —dijo Dumbledore—, nuestros caminos se separarán ahora. Actúa como creas conveniente. Y yo. . . yo también actuaré como crea conveniente.

La voz de Dumbledore no sonó a amenaza, sino como una mera declaración de principios, pero Fudge se estremeció como si Dumbledore hubiera avanzado hacia él apuntándole con una varita.

—Veamos pues, Dumbledore —dijo blandiendo un dedo amenazador—. Siempre te he dado rienda suelta. Te he mostrado mucho respeto. Podía no estar de acuerdo con algunas de tus decisiones, pero me he callado. No hay muchos que en mi lugar te hubieran permitido contratar hombres lobo, o tener a Hagrid aquí, o decidir que enseñar a tus estudiantes sin consultar al Ministerio. Pero si vas a actuar contra mí. . .

—El único contra el que pienso actuar —puntualizó Dumbledore— es lord Voldemort. Si tú estás contra él, entonces seguiremos del mismo lado, Cornelius.

Fudge no encontró respuesta a aquello. Durante un instante se balanceó hacia atrás y adelante sobre sus pequeños pies, e hizo girar en las manos el sombrero de hongo. Al final, dijo con cierto tono de súplica:

—No puede volver, Dumbledore, no puede. . .

Snape se adelantó, levantándose la manga izquierda de la túnica. Descubrió su antebrazo y se lo enseñó a Fudge, que retrocedió.

𝗦𝗲𝗺𝗽𝗶𝘁𝗲𝗿𝗻𝗼 |• Bill WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora