" Temporada 1 cap. 2 "/ interlude (T.3)

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Después de tres años juntos, la relación entre Léo y Rémi había pasado por muchas etapas. Desde los primeros meses llenos de emoción y descubrimiento hasta las rutinas más calmadas y, a veces, agotadoras. Se amaban profundamente, pero como en toda relación, había días en los que todo parecía más pesado.

Esa mañana, Rémi no lograba sacar de su mente las dudas que lo rondaban últimamente. Mientras ambos caminaban hacia clase, Léo, siempre el más enérgico, hablaba sobre cosas sin importancia: la tarea que había olvidado, el próximo fin de semana y qué querían hacer. Rémi lo escuchaba con una sonrisa suave, pero por dentro sentía algo extraño, como si estuviera atrapado en pensamientos que no podía explicar.

Cuando llegaron al pasillo que conectaba a sus aulas, Rémi se detuvo sin quererlo. Léo, al notarlo, giró sobre sus talones.

Léo: ¿Qué pasa? ¿Te olvidaste algo?

Rémi negó con la cabeza y se apoyó contra la pared. Miró a Léo, que esperaba una respuesta.

Rémi: No, no es eso... Solo... ¿tú nunca te cansas?

Léo frunció el ceño, sin entender del todo.

Léo: ¿Cansarme de qué?

Rémi suspiró y se rascó la nuca, sintiéndose algo incómodo. No quería sonar dramático, pero necesitaba sacarlo.

Rémi: De esto... de nosotros. No me malinterpretes, yo te quiero mucho, pero... a veces me siento un poco... no sé, agotado.

Léo se quedó callado por un segundo antes de sonreír suavemente.

Léo: ¿Agotado? Pensé que eras el tranquilo de los dos. ¿Me estás diciendo que te doy mucho trabajo?

Rémi rodó los ojos, pero no pudo evitar soltar una risa pequeña.

Rémi: No, no es eso... Solo siento que a veces espero demasiado de mí mismo. Quiero ser el mejor novio, el chico perfecto... y no siempre puedo.

Léo lo miró con más seriedad esta vez. Dio un paso más cerca y puso una mano en su hombro.

Léo: Rémi... no tienes que ser perfecto. Nadie lo es. Y yo tampoco espero eso de ti. Si te sientes así, dime. No me gusta que lo lleves solo.

Rémi asintió, sintiéndose un poco más aliviado. No habían resuelto todo, pero decirlo en voz alta ya era un pequeño paso.

Ese día, la clase parecía más tranquila que de costumbre. Mientras el profesor daba su lección, Rémi y Léo compartían miradas discretas. Una sonrisa aquí, un pequeño gesto allá. Rémi sentía que, aunque las cosas no siempre eran fáciles, su relación seguía teniendo momentos como estos: sencillos y llenos de complicidad.

Al salir, Léo lo atrapó por la muñeca y lo llevó hacia el pequeño jardín detrás del colegio.

Léo: Ven, necesito que me ayudes con algo.

Rémi: ¿Qué haces? Nos vamos a meter en problemas si el profe nos ve.

Léo le sonrió con su típica confianza.

Léo: ¿Desde cuándo te importa eso? Anda, siéntate.

Ambos se sentaron en el pasto, alejados del ruido del colegio. Léo sacó un par de galletas de su mochila y las ofreció.

Léo: Come. Estás demasiado serio últimamente.

Rémi tomó una galleta y sonrió sin darse cuenta.

Rémi: Gracias, psicologo improvisado.

Léo: Siempre a tu servicio.

Se quedaron en silencio, comiendo y mirando el cielo nublado. Aunque Rémi todavía tenía dudas, en ese momento se sintió agradecido por tener a Léo. Tres años no eran poca cosa, y aunque el camino podía ser complicado, saber que no estaba solo lo hacía más llevadero.

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