31

196 12 0
                                    

Paola Buelvas

Un nuevo año comenzaba, lleno de promesas y oportunidades, y el bullicio del aeropuerto estaba impregnado de una energía vibrante que hacía palpitar mi corazón. La emoción era palpable mientras nos reuníamos en la terminal. Nata, Gab, Junior, Dan, Alexis y Oscar estaban listos para embarcarse rumbo a Hermosillo, mientras que Ovidio, Iván, Alfredo y yo teníamos como destino Culiacán. La mezcla de nervios y alegría llenaba el aire; todos estábamos listos para comenzar este nuevo capítulo en nuestras vidas.  Mientras esperábamos el anuncio de nuestros vuelos, no pude evitar sentir una punzada de tristeza al pensar en la separación. Nunca antes me había alejado de Nata, y la idea de no tenerlo cerca me incomodaba profundamente. Pero Ovidio parecía decidido a que no me separara de él bajo ninguna circunstancia. “Es peligroso por lo del cartel de los Zetas,” me dijo con seriedad un día antes, sus ojos oscuros reflejando una preocupación genuina. Su instinto protector siempre había sido parte de su personalidad; aunque apreciaba su cuidado, también deseaba explorar y vivir nuevas experiencias sin sentirme atrapada.  Finalmente llegó el momento de despedirnos. Cada grupo se dirigió a su respectiva puerta de embarque. Las risas y las bromas se entrelazaban con un aire nostálgico que me envolvía como una manta pesada. Miré a Nata por última vez antes de que se alejara, sintiendo cómo un nudo se formaba en mi estómago.

Prometemos hablarnos todos los días
*Le dije con una sonrisa forzada, intentando ocultar mi inquietud*

Él asintió con la cabeza, sus ojos reflejando la misma mezcla de emociones que yo sentía; ambos éramos conscientes de que esta distancia podría ser un desafío.  Con la promesa de mantenernos conectados a través de mensajes y llamadas, subí al jet junto a Ovidio, Alfredo e Iván. Mientras el avión despegaba, miré por la ventana y vi cómo el aeropuerto se alejaba poco a poco, convirtiéndose en un punto diminuto en el horizonte. Mi corazón latía con fuerza; sabía que esta separación era solo temporal y que pronto estaríamos juntos nuevamente. 

Durante el vuelo hacia Culiacán, mis pensamientos regresaron a Nata. Recordé todas nuestras aventuras compartidas: las risas interminables, los secretos susurrados en la oscuridad durante esas noches estrelladas y esos momentos en los que simplemente disfrutábamos del silencio del otro sin necesidad de palabras. Era difícil imaginar esos días sin él a mi lado.  Al llegar a Culiacán, la calidez del clima me recibió como un abrazo familiar.
Ovidio estaba a mi lado, pero mi mente seguía vagando hacia Nata y los demás. Sabía que esta experiencia sería única y enriquecedora; sin embargo, no podía evitar sentirme un poco perdida sin mi grupo habitual. 

Los días en Culiacán comenzaron a pasar rápidamente, llenos de nuevas experiencias y momentos que, aunque diferentes, eran igualmente emocionantes. Ovidio, Iván y Alfredo se esforzaron en tratar de alzar mi ánimo al cien, sabían que nunca había estado separa d emis amigos a excepción cuando tuve aquella horrible relación con Hassan: en el fondo de mi corazón siempre había un espacio reservado para mis amigos en Hermosillo. 
Estábamos en la sala de la casa de el rancho, decidí que era hora de hacer una videollamada con Nata. La idea de ver su rostro iluminó mi día como si hubiera encendido una chispa dentro de mí. Con un poco de nerviosismo pero llena de emoción, busqué su contacto y presioné el botón para iniciar la llamada. En cuestión de segundos, su imagen apareció en la pantalla. 

¡Pao! ¿Cómo estás? ¡Te extraño! *exclamó Nata con una sonrisa genuina que hizo que mi corazón se sintiera un poco más ligero.*

¡Yo también te extraño Nat! Aquí ahora todo es diferente, pero estoy intentando disfrutarlo
* respondí mientras sentía cómo la distancia se desvanecía por un momento.*

𝐄𝐒𝐏𝐄𝐂𝐈𝐀𝐋 ━ Ovidio Guzman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora