𝕴𝖓𝖌𝖑𝖆𝖙𝖊𝖗𝖗𝖆, 𝖘𝖎𝖌𝖑𝖔 𝖃𝖃
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En esta conmovedora historia, dos niños huérfanos son separados involuntariamente y 10 años después finalmente se reencuentran. Ahora Satoru es un chico de la noblez...
Después de arreglar unos asuntos en Farnham, Suguru renunció a la escuela. Y, seguidamente, tomó el trabajo como director en la pequeña escuela de Ambleside, ubicada en un lugar remoto. Luego, gracias a Satoru, la escuela fue remodelada y se mudó a la calle principal.
Gracias a que el teléfono se volvió de uso común, Gojo y Geto podían fácilmente comunicarse con Nanami y Haibara, sin tener que escribirles cartas y esperar varios días a sus respuestas.
Suguru Geto, a pesar de ser director de la escuela, disfrutaba de dar clases, así que no dejó de hacerlo. No pasó mucho tiempo hasta que se convirtió en el favorito de todos los niños, ya que no solo les enseñaba cosas, los hacía felices.
Por su parte, Satoru Gojo se dedicó a ayudar a los necesitados, destinaba sus recursos para lo que fuera necesario en Ambleside. Aun así, su prioridad siempre era su amado Suguru, lo consentía cada que tenía oportunidad.
Debido a que ambos se habían cambiado los nombres, nadie logró encontrarlos, era como si hubieran desaparecido del mapa. Para Satoru fue aún mejor, ya que no se tenía que preocupar de que la prensa lo estuviera buscando, su tío se había hecho cargo de todo.
Se podía decir que sus vidas eran perfectas.
- ¿No vas a entrar a la tina conmigo, Toru? –preguntó Suguru, con una sonrisa pícara.
-Oye, oye... ¿No estás cansado después de haberlo hecho toda la noche? –preguntó Satoru, fingiendo estar molesto, aunque no pudo evitar sonreír.
Bien era sabido que Gojo era una persona muy traviesa y que no le daba pena decir lo que pensaba, mientras que Geto era todo lo contrario, reservado, a veces callado. Pero cuando estaban en la privacidad de su casa, parecía que intercambiaban personalidades: el pelinegro no dejaba de hacerle bromas o comentarios que incitaban al peliblanco a "portarse mal", ocasionando que este se sonrojara, muy diferente a cuando estaban en público.
Sin embargo, también tenían momentos tiernos y románticos.
De vez en cuando, especialmente en su aniversario, el ojiazul llevaba a su amado a comer donde se le antojara, normalmente iban a Londres por la variedad de restaurantes que había, pero también se aventuraron a explorar otras partes de Inglaterra, y, en algún futuro, viajarían por el mundo también.
En esas ocasiones especiales, el azabache llevaba sus mejores atuendos, y era el albino el que se encargaba de que la pasara bien, a pesar de que era el aniversario de los dos. Pero, ¿cuándo era el cumpleaños de Suguru? Mejor, Satoru lo mimaba incluso dos semanas antes de su día especial: hacían actividades de pareja, comían juntos, iban a observar el lago al atardecer, y, en la noche, hacían el amor.
Era en esos momentos que Geto recordaba con nostalgia y cariño el día que su esposo le había pedido matrimonio, al igual que su luna de miel, Gojo era muy romántico, y se notaba lo dedicado y comprometido que estaba con su relación, tanto que a veces Suguru se sentía mal por no poder hacer lo mismo que él.
-Suguru, te amo. –le dijo, mientras los dos estaban abrazados en su cama matrimonial.
El pelinegro no hizo nada más que sonreír como tonto, con las mejillas rojas y calientes por la vergüenza que sentía cuando su amado le decía ese tipo de cosas.
-Yo también. –llevó sus manos a las orejas del peliblanco y las acarició-. Me quedaré contigo para siempre, en esta vida y en las próximas. Te amo, Satoru.
Su amor era tan grande que probablemente sus corazones explotarían algún día por la cantidad inmensa de cariño que se tenían el uno al otro. Lo suficiente como para bombardear a un país entero, pero de amor.
Y así pasaban sus días, amándose incondicionalmente. En un futuro adoptaron a dos chiquillas: Mimiko y Nanako, a quienes también les dieron todo su amor y las criaron con sabiduría. Aunque ellos las amaban por igual, para las niñas, Suguru era el papá favorito de las dos, pero bueno...
Suguru fue un hombre que le dedicó toda su vida a su familia, y, un 24 de diciembre de 1955, Geto falleció a sus 67 años. Un año después, Satoru fallece a sus 69 años. El último deseo de Gojo antes de morir era que sus cenizas fueran arrojadas al lago, junto a su amado.
El único testimonio de su amor es el lago Windermere, que, hasta el día de hoy es el más grande de toda Inglaterra, y es el lugar donde también descansan sus almas, juntos, donde ni siquiera la muerte lograría separarlos.
La moraleja de esta historia es que, a pesar de los retos y dificultades que te presenta la vida, uno nunca debe de rendirse: si de verdad deseas algo, sigue adelante, ten fe y esperanza, no te derrumbes a la primera... Si ellos pudieron, ¡tú también puedes!
Tan solo bastó un "te amo" para que estos dos estuvieran juntos.
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AHORA SI; FIN :)
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