Diecisiete veces intentó Afortunada levantar el vuelo, y diecisieteveces terminó en el suelo luego de haber conseguido elevarse unospocos centímetros.Sabelotodo, más flaco que de costumbre, se había arrancado lospelos del bigote después de los doce primeros fracasos, y conmaullidos temblorosos intentaba disculparse:—No lo entiendo. He revisado la teoría del vueloconcienzudamente, he comparado las instrucciones de Leonardo contodo lo que sale en la parte dedicada a la aerodinámica, tomo uno,letra «A» de la enciclopedia, y sin embargo no lo conseguimos. ¡Esterrible! ¡Terrible!Los gatos aceptaban sus explicaciones, y toda su atención secentraba en Afortunada, que tras cada intento fallido se tornaba mástriste y melancólica.
Después del último fracaso, Colonello decidió suspender losexperimentos, pues su experiencia le decía que la gaviota empezabaa perder la confianza en sí misma, y eso era muy peligroso si deverdad quería volar.—Tal vez no pueda hacerlo —opinó Secretario—. A lo mejor havivido demasiado tiempo con nosotros y ha perdido la capacidad devolar.—Siguiendo las instrucciones técnicas y respetando las leyes de laaerodinámica es posible volar. No olviden que todo está en laenciclopedia —apuntó Sabelotodo.—¡Por la cola de la raya! —exclamó Barlovento—. ¡Es una gaviotay las gaviotas vuelan!—Tiene que volar. Se lo prometí a la madre y a ella. Tiene quevolar —repitió Zorbas.—Y cumplir esa promesa nos incumbe a todos —recordóColonello. —Reconozcamos que somos incapaces de enseñarle a volar y quetenemos que buscar ayuda allende el mundo de los gatos —sugirióZorbas.—Maúlla claro, caro amico. ¿Adónde quieres llegar? —preguntóserio Colonello.—Pido autorización para romper el tabú por primera y última vezen mi vida —solicitó Zorbas mirando a los ojos a sus compañeros.—¡Romper el tabú! —maullaron los gatos sacando las garras yerizando los lomos.«Maullar el idioma de los humanos es tabú.» Así rezaba la ley delos gatos, y no porque ellos no tuvieran interés en comunicarse conlos humanos.
El gran riesgo estaba en la respuesta que darían loshumanos. ¿Qué harían con un gato hablador? Con toda seguridad loencerrarían en una jaula para someterlo a toda clase de pruebasestúpidas, porque los humanos son generalmente incapaces deaceptar que un ser diferente a ellos los entienda y trate de darse aentender. Los gatos conocían, por ejemplo, la triste suerte de losdelfines, que se habían comportado de manera inteligente con loshumanos y éstos los habían condenado a hacer de payasos enespectáculos acuáticos. Y sabían también de las humillaciones a quelos humanos someten a cualquier animal que se muestre inteligente yreceptivo con ellos. Por ejemplo, los leones, los grandes felinosobligados a vivir entre rejas y a que un cretino les meta la cabeza enlas fauces; o los papagayos, encerrados en jaulas repitiendonecedades. De tal manera que maullar en el lenguaje de los humanosera un riesgo muy grande para los gatos.—Quédate junto a Afortunada. Nosotros nos retiramos a debatir tupetición —ordenó Colonello.Largas horas duró la reunión a puerta cerrada de los gatos. Largashoras durante las cuales Zorbas permaneció echado junto a lagaviota, que no ocultaba la tristeza que le producía el no saber volar.Era ya de noche cuando acabaron. Zorbas se acercó a ellos paraconocer la decisión.—Los gatos del puerto te autorizamos a romper el tabú por unasola vez. Maullarás con un solo humano, pero antes decidiremos entretodos con cuál de ellos —declaró solemne Colonello.
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HISTORIA DE UNA GAVIOTA Y DEL GATO QUE LE ENSEÑÓ A VOLAR
RandomEste es la historia de Zorbas, un gato grande, negro y gordo, que le hace una promesa a Kengah, una gaviota moribunda. La promesa es: que no se comerá a su huevo, que lo cuidará hasta que nazca el pollito y que le enseñará a volar.