Los cuatro gatos bajaron del tejado al balcón y de inmediato comprendieron que llegaban tarde. Colonello, Sabelotodo y Zorbas observaron con respeto el cuerpo sin vida de la gaviota, mientras Secretario agitaba al viento su rabo para quitarle el olor a bencina. —Creo que debemos juntarle las alas. Es lo que se hace en estos casos— indicó Colonello. Venciendo la repugnancia que les provocaba aquel ser impregnado de petróleo, le unieron las alas al cuerpo y, al moverla, descubrieron el huevo blanco con pintitas azules. —¡El huevo! ¡Llegó aponer el huevo!— exclamó Zorbas. —Te has metido en un buen lío, caro amico. ¡En un buen lío!— advirtió Colonello. —¿Qué voy a hacer con el huevo?— se preguntó el cada vez más acongojado Zorbas. —Con un huevo se pueden hacer muchas cosas.
Una tortilla, por ejemplo— propuso Secretario. —¡Oh sí! Un vistazo a la enciclopedia nos dirá cómo preparar la mejor de las tortillas. El tema aparece en el tomo veintiuno, letra «T»— aseguró Sabelotodo. —¡De eso ni maullar! Zorbas prometió a esa pobre gaviota que cuidaría del huevo y del polluelo. Una promesa de honor contraída por un gato del puerto atañe a todos los gatos del puerto, de tal manera que el huevo no se toca— declaró solemne Colonello. —¡Pero yo no sé cómo cuidar un huevo! ¡Nunca antes he tenido un huevo a mi cuidado!— maulló desesperado Zorbas. Entonces todos los gatos miraron a Sabelotodo. Tal vez en su famosa en-ci-clo-pe-dia hubiera algo al respecto. —Debo consultar el tomo ocho, letra «H». Con seguridad ahí está todo lo que debemos saber del huevo, pero por el momento aconsejo calor, calor corporal, mucho calor corporal— indicó Sabelotodo con tono pedante y didáctico. —O sea que a echarse junto al huevo, pero sin romperlo— aconsejó Secretario. —Es exactamente lo que yo iba a sugerir.
Zorbas, quédate junto al huevo y nosotros acompañaremos a Sabelotodo para ver qué nos dice su empilope... encimope... enfin, ya sabes a lo que me refiero. Regresaremos por la noche con las novedades y daremos sepultura a esta pobre gaviota— dispuso Colonello antes de saltar al tejado. Sabelotodo y Secretario lo siguieron. Zorbas se quedó en el balcón, con el huevo y la gaviota muerta. Con mucho cuidado se tendió y atrajo al huevo junto a su barriga. Se sentía ridículo. Pensaba en las mofas que, si llegaban a verlo, le dedicarían los dos gatos facinerosos a los que se había enfrentado por la mañana. Pero una promesa es una promesa y así, calentado por los rayos del sol, se fue adormeciendo con el huevo blanco con pintitas azules muy pegado a su vientre negro.
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HISTORIA DE UNA GAVIOTA Y DEL GATO QUE LE ENSEÑÓ A VOLAR
De TodoEste es la historia de Zorbas, un gato grande, negro y gordo, que le hace una promesa a Kengah, una gaviota moribunda. La promesa es: que no se comerá a su huevo, que lo cuidará hasta que nazca el pollito y que le enseñará a volar.