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Primavera de 1943

El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo con tonalidades doradas y anaranjadas, unas horas después de que un niño y un hombre arribaron a la feria, disfrutando de los juegos y atracciones. La algarabía de los niños y el aroma a algodón de azúcar y manzanas acarameladas llenaban el aire.

Allí caminaba aquél, el hombre de cabello oscuro, tomando de la mano a su hijo, con una sonrisa cálida y expectante.

Llevaba a su pequeño Jungkook a pasos pacientes, sosteniendo en su mano libre una bolsa de palomitas de maíz recién hechas.

Y Jungkook, apenas un niño de ocho años, soltó la mano de su padre por una sexta vez consecutiva, comenzando a correr de un lado a otro, inevitablemente maravillado por los juegos de luces y los sonidos de la música que se escapaban de los carruseles.

Jungkook, ¡espérame, hijo! —llamó su padre, intentando mantener el ritmo del niño exuberante.

Jungkook se detuvo, su rostro iluminado por la emoción, y música que emanaba aquella atracción infantil, y regresó corriendo hacia su padre.

—¡Mira, papá mira! —exclamó, señalando con un dedo pequeño y tembloroso de emoción—, ¡ahora quiero montar en el carrusel!

El hombre sonrió ante el nuevo pedido de su hijo, aquella tarde había sido una llena de nuevas emociones.

Acercó su mano hacía su pequeño, listo para dar la vuelta, el niño por inercia tomó la mano del hombre, mirándolo con atención.

Primero vayamos al circo, hijo. El gran show está por comenzar. Te prometo que luego montamos en el carrusel —respondió con una gran sonrisa, guiándolo hacia una gran carpa a lo lejos, donde un letrero luminoso anunciaba "El Circo de los Sueños".

Jungkook asintió aún con aquellos ojos iluminados no sólo por los destellos que emanaban del espectacular circo, si no también de pura ilusión.

Las palabras de aquél brillaban en la noche incipiente, prometiendo maravillas y espectáculos sin igual.

Al acercarse, la música del circo se hacía más fuerte, una mezcla de tambores y flautas que invitaba a todos a entrar en su mundo mágico. Jungkook, con ojos como platos, observaba cómo otros niños y adultos se agolpaban en la entrada, ansiosos por ver lo que había dentro.

Entraron juntos, el padre de Jungkook pagó las entradas y, con el niño prácticamente saltando de emoción, se encaminaron hacia las gradas.

Ven, hijo —avisó el hombre guiando a su pequeño.

Encontraron un par de asientos en el medio, justo donde la vista era perfecta para disfrutar de cada acto, el padre extendió las palomitas hacía el niño.

Una vez sentados, el pequeño comenzó a mover sus piernas con emoción, las palomitas crujían entre sus manos mientras su padre le daba una pequeña sonrisa de complicidad.

Recuerdo cuando fui a un circo por primera vez, Jungkook. Era más pequeño que tú y me quedé tan impresionado con todo lo que veía, eso... fue una maravilla —dijo su padre, con un tono nostálgico.

¿De verdad, papá? ¿Te gustaban tanto los circos? —preguntó Jungkook, curioso.

Aún me fascinan, más de lo que puedas imaginar, hijo —comenzó a contar con un aura nostálgica—. Tu abuelo me llevaba siempre que podía permitírselo, y cada vez era como vivir un sueño, payasos, magos, escapistas, animales exóticos... pero, creo que en otra vida, quizás fuí un trapecista, o tal vez un malabarista.

🎪 Of The Wonders | KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora