CLARENT POV★★★
𝘊𝘭𝘪𝘮𝘣 𝘰𝘯 𝘣𝘰𝘢𝘳𝘥 𝘞𝘦'𝘭𝘭 𝘨𝘰 𝘴𝘭𝘰𝘸 𝘢𝘯𝘥 𝘩𝘪𝘨𝘩 𝘵𝘦𝘮𝘱𝘰
Estaba estacionado frente a casa de Sadhana, con la música bajita y las luces del carro apagadas. El sonido de los grillos se mezclaba con el calor de la noche, denso y pegajoso. Miré hacia la entrada y suspiré. Aunque viniera a buscar a Dreami, sabía que el bono de esto era verla a ella, a Sadhana. Siempre.
La puerta se abrió y, como si hubiera leído mis pensamientos, Sadhana apareció. Su silueta se recortaba contra la luz del pasillo, perfecta como siempre. Estaba en shorts cortitos y una camiseta que apenas le llegaba al ombligo, dejando ver esa piel de miel que siempre me volvía loco. El pelo le caía suelto por los hombros, y su mirada era tan fría como sabía que iba a ser.
—Dreami está lista. Dame un break —dijo con tono seco, sin darme más que un vistazo rápido antes de desaparecer de nuevo en el apartamento.
Me quedé apoyado contra el carro, esperando. Cuando la puerta volvió a abrirse, Dreami salió corriendo con su mochilita en la espalda y una sonrisa que me hizo olvidar todo lo demás.
—¡Papi! —gritó, lanzándose a mis brazos. La cargué con facilidad, apretándola contra mí. Ese abrazo era lo único que me hacía sentir que no estaba tan roto.
—¿Lista para la aventura, ballercita?
—¡Sí! ¿Vamos a comer helado?
—Obligao'. —Sonreí y la acomodé en el asiento trasero.
Sadhana salió detrás de ella, con esa actitud mandona.
—Acuérdate de traerla temprano —me advirtió.
—Siempre lo hago, ¿o no?
—Claro, Clarent, porque nunca llegas tarde. —Rodó los ojos y me dio la espalda antes de que pudiera responder. Esa actitud de reina siempre me sacaba de quicio y me volvía loco al mismo tiempo.
𓂃⌁.˖ ࣪ ャ゙
𝘓𝘪𝘨𝘩𝘵 𝘢𝘯𝘥 𝘥𝘢𝘳𝘬
En el carro, Dreami no paraba de hablar. Me contaba con entusiasmo todo lo que había hecho en la escuela esa semana, mientras yo asentía y la miraba por el retrovisor. Cuando llegamos a la heladería, su emoción era palpable. Me agaché para cargarla y entramos juntos, con ella apuntando a la vitrina.
—Quiero el de fresa con gomis, papi. Pero gomis rositas, no las verdes porque no me gustan.
Sonreí.
—Lo que tú quieras, princesa.
Después de pedir, nos sentamos en una mesa en la esquina, con Dreami dándole lametones lentos a su cono gigante.