MELANIA POV✰✰✰
El sol caía fuerte sobre Río Piedras, haciendo que el pavimento ardiera bajo mis pasos. Caminaba por la uni con la seguridad de quien sabe que es el centro de atención. No por arrogancia—bueno, tal vez un poco—pero porque era un hecho. Desde que entré a la universidad, siempre había sido así.
Las miradas se clavaban en mí como cuchillas afiladas, algunas descaradas, otras más discretas. Me encantaba. Me alimentaba de esa atención, la convertía en mi arma más fuerte.
—Dímelo, mami —soltó un chamaco cualquiera desde un grupo de panas en la esquina.
Rodé los ojos. Tan predecibles.
—Sigue soñando, infeliz —le respondí sin mirarlo, con una sonrisa burlona que solo él alcanzó a notar.
No me importaban esos tipos. Yo iba por alguien más difícil. Alguien que no se dejaba envolver tan fácil.
Fabián Cartagena.
Profesor de literatura, 26 años, rudo, serio, con una mirada que podía hacer temblar a cualquiera. Era el tipo de hombre que parecía hecho de piedra, imposible de quebrar. Pero yo lo veía, lo sentía. Veía cómo evitaba mirarme demasiado tiempo, cómo tensaba la mandíbula cuando cruzaba las piernas en primera fila. Sabía que si me acercaba demasiado, podía romperlo.
Y eso era exactamente lo que planeaba hacer.
𓂃⌁.˖ ࣪ ャ゙
⠀ོ FABIÁN
La vi entrar al salón con su habitual aire de reina, como si el mundo girara alrededor de ella. Maldita sea, Melania.
Me obligué a mantener la vista en mis notas, fingiendo que su presencia no me afectaba. No puedes caer en el juego.
No era la primera vez que lidiaba con estudiantes que coqueteaban, pero Melania era diferente. No porque fuera más hermosa—aunque lo era, jodidamente hermosa—sino por la forma en que jugaba con los límites. Sabía exactamente qué hacer para tentarme.
Hoy no fue la excepción.
Jugaba con su bolígrafo entre los labios, cruzaba las piernas con la lentitud de quien sabe que está siendo observada. Cada pequeña risa, cada susurro con su amiga, estaba diseñado para joderme la paciencia.
Harto.
—Señorita Melania.
Vi su sonrisa lenta antes de alzar la vista.
—¿Sí, profesor?
Hija de puta. Esa vocecita inocente no me engañaba.
—Si ya terminaste tu show, podrías hacer el favor de atender la clase.