"Pequeños sueños"
El chico se acostó en la cama, sintiendo cómo las sábanas le devolvían un frío que no tenía nada que ver con la temperatura. Era un frío antiguo, un frío que se pegaba a la piel como el aliento de un cadáver. Pero no venía solo del colchón raído ni de la noche más allá de la ventana. No. Venía de adentro, del vacío que lo devoraba desde hacía demasiado tiempo, ese vacío que se acomodaba en su pecho como un huésped hambriento y que, si cerraba los ojos, casi podía imaginar sonriendo.
Dormir siempre había sido su refugio, la única manera de escapar. Pero esta vez, cuando apoyó la cabeza en la almohada chata y dura como un ladrillo, supo que algo estaba diferente. Porque esta vez, en sus sueños, no iba a estar solo.
Y así fue.El sueño lo atrapó tal cual como una trampa oxidada. La habitación en la que se encontraba no tenía paredes visibles, solo oscuridad densa, pesaba como una losa. En el aire habia una sensacion asquerosa, caminó entre el agua estancada y la podredumbre y hasta se podría decir muerte. Frente a él se abría un túnel de piedra mohosa que desembocaba en un pantano, el mismo pantano que conocía demasiado bien, el que lo había tragado con su lengua de sangre y lo había escupido de vuelta a la vida.
Pero no estaba solo.A través de la niebla vio una sombra. No se movía. No emitía un solo sonido. Animales escapaban de ella a toda velocidad, con movimientos frenéticos y erráticos, como si supieran algo que él no. El viento ululaba entre las hojas, y por un segundo, Henry pensó que el bosque entero contenía el aliento.
Dio un par de pasos lentos y pesados para desifrar lo que estaba sucediendo allí. Y de un momento a otro la silueta fue tomando forma. Y ahi estaba, el chico que él estaba buscando, el de hebras oscuras y piel palida tal cual la luna se encontraba descansando cerca de la orilla de la laguna.
Estaba en el suelo, inmóvil. Algo en su postura era incorrecto. Su piel, pálida incluso en vida, ahora parecía casi traslúcida. Hinchada. Algo dentro de ella burbujeaba y se retorcía. Henry tragó saliva. No quería acercarse. No quería ver más. Pero sus pies no le obedecieron.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, lo vio.Los ojos de Patrick estaban abiertos, pero eran opacos como perlas muertas. Su boca entreabierta murmuraba algo en un idioma que Henry no conocía, un sonido gutural, líquido, como si sus palabras estuvieran pudriéndose antes de salir.
El cuerpo se movió. No, se estremeció.
Y entonces, en un parpadeo, desapareció.
Henry sintió que algo se desgarraba en su interior.Se despertó de golpe.
El sonido lo había sacado del sueño, un golpe en la cocina, luego la voz de su padre, grave, enojada. Pero Henry apenas lo escuchaba. Su mente seguía atrapada en la imagen de Patrick, en la visión de su piel hinchada, en su boca que se movía en la oscuridad.El golpe de la puerta lo sacó de su trance. Su padre había entrado en la habitación. Henry esperaba el grito, el insulto, la orden de siempre, pero esta vez el hombre no lo miró con ira. No exactamente. Lo miró con asco.
Frunció el ceño y se tapó la nariz con la mano como si el aire estuviera viciado, como si su propio hijo hediera a algo podrido, a algo muerto.
—Lávate. Ahora mismo —gruñó con un desprecio tan denso como el sueño del que Henry acababa de despertar.
Y entonces Henry recordó. El agua sucia. La sangre. La mierda. Todo lo que se le había pegado a la piel aquella noche en la alcantarilla.
Se levantó sin decir nada. Escuchó el portazo del coche. Su padre se había marchado, indicandole que ahora era seguro bajar.
Se metió apresurado al baño. El agua de la ducha cayó sobre su cuerpo, helada, pero Henry no sintió frío.No podía sacarse el sueño de la cabeza. O más bien, la pesadilla.
La imagen de Patrick seguía ahí, clavada en su mente como una espina sucia. Su piel hinchada, sus ojos vidriosos, su boca susurrando cosas que no debía susurrar. Se le pegaba al cerebro como una canción horrible, de esas que escuchas una vez y después no puedes dejar de oír aunque quieras.Y lo peor de todo es que algo en esa escena lo había marcado. No como una cicatriz, sino como un dedo frío y pegajoso que se hundía en su pecho, escarbando.
Esta vez no podía ignorarlo, no pensaba quedarse ahí esperando. Esta vez si iba a salir a encontrarlo. Tenía que verlo.
Henry apretó los dientes. No importaba lo que hiciera falta. No importaba lo que tuviera que enfrentar.Esta vez, iba a buscar a Patrick. Y no se detendría hasta confrontarlo.
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Ultraviolence // Henpat
Teen FictionTodos estos sucesos estaban ocurriendo en el humilde y pequeño Derry, el lugar donde pasan un montón de cosas extrañas, niños perdidos, asesinatos, entre otras cosas. Dentro de este pueblucho se encuentra Henry Bowers, el chico que se ganó el títu...