"Hockstetter"
Eso era lo que decía el buzón, la primera cosa que veías al entrar al perímetro del terreno de la casa, el buzón estaba arruinado y apenas cerraba, allí no se encontraba ninguna carta ni regalo, estaba completamente vacío y con telarañas.
Los chicos se dirigieron hacia la puerta. Patrick sacó sus llaves y la abrió, en la sala de estar se encontraba su madre. — ¡Hola cariño! — Exclamó la mujer, entre sus brazos tenía un bebe, de apenas unos 3 o 4 meses. — Hola mamá — Respondió el pelinegro, para luego ir detrás de Henry para cerrar la puerta con llave. La madre notó la presencia del rubio, observó su sucia ropa, las botas que embarraron toda la alfombra de la sala y su tipica cara de imbécil y el rostro de la madre de pat cambió completamente. — Ah, hola Bowers — Dijo en un tono frio, al parecer a nadie le caía bien ese niño. — Buenas tardes señora Hockstestter — Henry tímidamente miró a su amigo, quien estaba por subir las escaleras para ir a su habitación.
— Ven, sube — El rubio lo siguió y llegaron a la pieza, era completamente un desastre, ropa por todos lados, apuntes tirados y comida sobre el escritorio, a Henry le dió igual, ya que la tenía de la misma forma. Patrick se recostó en su cama y le indicó a Bowers o que se acercara. Él solo se limitó a sentarse en un costado de la cama y observar en silencio a su amigo.
— ¿Sabes que? — Comentó el más alto. — ¿Que? — Preguntó Henry con curiosidad. Patrick se volteó y miró a los cristalinos ojos del rubio. — Encontré una nevera, abandona, en el medio de la nada. — Dijo con entusiasmo. — ¿Ah sí? ¿Y qué vas a hacer con ella? — La curiosidad de Henry permanecía allí. — No tengo idea, cuando se me ocurra algo te voy a avisar — Respondió mientras miraba la cabellera rubia del contrario.
Finalmente el sol bajó, al igual que las temperaturas del día, las nubes tapaban la luna, lo más probable era que lloviera ese día. Un olor a comida venía de abajo, era fuerte y bastante rico, a Henry le empezó a sonar la panza, él nunca comió algo decente, siempre eran cosas recalentadas, comida en lata y frías. — ¿Te vas a quedar a comer? — Preguntó Patrick mientras ordenaba un poco. — Probablemente, también a dormir — El pelinegro lo miró, hizo una pequeña y no tan notoria mueca y suspiró, lo más seguro era que todo esto se debía al padre de Henry, que dios, ese tipo estaba completamente chiflado.
Los muchachos bajaron y Henry observó con admiración, había un gran plato en medio de la mesa, en el que se encontraba un montón de carne de cerdo y a su lado un pastel de carne, sus ojos brillaban, Patrick se sentó al lado de Bowers, y en silencio empezaron a comer. La señora Hockstetter miraba como Henry devoraba su plato. Parecía un muerto de hambre. Todos comían con tranquilidad, menos Henry. — ¿Que tal la escuela cariño? — Preguntó la señora a Patrick. — Bien, bastante bien — Respondió cortante, obviamente no iba a contar lo que realmente sucedida ahí. Henry lo miró con picardía y ambos sonrieron. La madre y el padre de patrick hablaban sobre las cosas de la vida, el trabajo, su bebé recién nacido, entre otras cosas. Mientras que los chicos jugaban a patearse debajo de la mesa, era entretenido, mientras los adultos hablaban de cosas aburridas ellos se pisaban los zapatos y ensuciaban la alfombra de la cocina, al fin y al cabo, ellos seguían siendo niños.
El padre del chico empezó a levantar la mesa, dejando allí el mantel, completamente solitario. Los muchachos se retiraron de la mesa y volvieron a subir.
El joven Hockstetter llevó un colchón a su habitación, con una almohada y unas sábanas para el chico.
— Voy a bañarme — Dijo Patrick, Henry solo se limitó a mover la cabeza, haciéndole saber que lo escuchó, el pelinegro salió de la habitación con un par de toallas en mano, se escuchó la ducha y las gotitas de agua cayendo al suelo con brutalidad.
Henry decidió investigar un poco la habitación de su amigo, por ahí encontró un par de ropa sucia, un cinturón de cuero reluciente y ropa interior. "Que asco" Pensó, casi todo estaba sucio y usado. Rebuscaba por todos lados. Siguió revisando y en uno de los cajones encontró una navaja, parecía nueva, no tenía ningún tipo de nombre tallado en el mango y la hoja estaba completamente afilada y brillaba como el sol. Henry, hipnotizado, empezó a jugar con ella, guardando la hoja y haciéndola salir nuevamente, así por unos minutos hasta que el pelinegro salió del baño.
— ¿Y esto? — Preguntó Henry con la navaja entre sus dedos. Patrick, con el pelo todavía mojado se recostó en su cama mientras un par de gotitas caían de su desordenado y largo cabello, mojando la almohada y las sábanas de algodón. — Ah, es la navaja que me regaló un tío para mi cumpleaños. — Pat apoyó su cabeza sobre el respaldo de la cama.
— De seguro lo voy a usar con algún animal, o un niño de los raritos del grupo de Billy — Henry sonrió, se había olvidado completamente del grupo de los perdedores. — Estás enfermo — de la nada al más bajo se le ocurrió algo. — ¡Ya sé! ¿Sabes qué? Podríamos usar la navaja de mi padre con el niño nuevo — Comentó entusiasmado. A Patrick se le iluminó la cara. — ¿Con el gordo? — Henry asentó con la cabeza, y de la nada las caras de ambos se convirtieron en unas un poco más turbias, Patrick tenía su tipica sonrisa de psicópata, mientras que Henry tenía aquella sonrisa vacía y triste.
Pasaron un par de minutos hablando sobre lo que iban hacer con las navajas, la nevera y el grupo de los perdedores. De repente, la mayoría de las luces de la casa de Hockstetter se apagaron, haciéndole entender a los chicos que ya era hora de dormir. Patrick quería seguir hablando, pero veía que Henry estaba un poco cansado, Bowers se sacó su camiseta, haciendo lucir su cuerpo trabajado. Notaba que Patrick lo miraba, pero no sabía por qué.
De repente sintió una mano en su espalda y una punzada en la misma, le empezó a doler un poco y gimió de dolor, ahora sabía el por qué lo miraba tanto. Su espalda estaba llena de moretones, cicatrices, hematomas, cortes y algún que otro golpe nuevo. No era novedad que el padre de Henry era un alcohólico abusivo, pero no pensaba que el daño que le hacía a su hijo fuera tan excesivo.
— ¡No me toques! Marica — Dijo Bowers, por su tono de voz parecía asustado, no estaba completamente enojado, si no que más bien tenía miedo.
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Ultraviolence // Henpat
Fiksi RemajaTodos estos sucesos estaban ocurriendo en el humilde y pequeño Derry, el lugar donde pasan un montón de cosas extrañas, niños perdidos, asesinatos, entre otras cosas. Dentro de este pueblucho se encuentra Henry Bowers, el chico que se ganó el títu...