Capítulo 4¡!

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"Gordo"

Finalmente se hizo de día, los pájaros cantaban alegremente y se sentía una brisa calurosa entrando por la ventana. Henry no estaba del todo bien mentalmente, le dolía como su padre lo trataba y aun más que su madre lo hubiera dejado tirado en ese pueblucho asqueroso y más aún con ese maltratador de mierda.

Se levantó adolorido por los golpes de la noche pasada. Luego de estar un rato mirando al techo, pensando en todo lo sucedido se dirigió al baño para verse al espejo y notar su apariencia desordenada.

Tenía un olor asqueroso, su pelo estaba lleno de tierra y suciedad, su remera estaba casi gris del polvo que traía encima y ni hablar de su cara, la cual estaba llena de lagañas y sobre todo moretones.

Se dirigió a la sala, no había nadie, se encontraba en silencio absoluto ya que su padre no estaba. Notó que en la mesa del comedor había una navaja reluciente, la cual lo tentaba hacer alguna travesura no muy inocente con ella. La agarró y se fue directo a la puerta.

Caminó un rato bastante largo para encontrarse con sus amigos en el 'puente de los besos'. Allí se encontraban los de siempre.

Lo miraron asombrados, esta vez su padre se había pasado, pero nadie dijo nada por miedo a que Henry se enfadara.

— ¿Que miras? Marica — Dijo el rubio mientras se acercaba a Patrick, quien se encontraba con su típica y desagradable cara de imbécil.

— Nada, ehm.... — Luego de eso se quedaron en completo silencio al ver llegar al nuevo chico de la ciudad con un par de libros en la mano.

—Hola, gordo –dijo Henry, se le podía notar una buena y alargada sonrisa.

—¿Qué quieres? –preguntó Ben, tratando de mostrarse valiente.

—Voy a marcarlo –dijo Henry hacia sus amigos. Parecía dispuesto a ello y sus ojos azules echaban chispas

—Sujetenlo.
Belch y Victor le inmovilizaron los brazos. Ben lanzó un chillido, cobarde y débil.
—Chillas como una nena –dijo Victor, torciendo la muñeca de Ben–. ¿No chilla como una
nenaza?
—Ya lo creo –rió Belch.
Ben intentó zafarse. Belch y Victor volvieron a inmovilizarlo.
Henry cogió la sudadera de Ben y tiró hacia arriba descubriendo el grotesco vientre que
pendía sobre el cinturón.
—¡Menuda tripa! –exclamó, asqueado–. ¡Por Dios!
Victor y Belch rieron. Ben miró alrededor, desesperado, en busca de ayuda, pero no había
nadie. Allá abajo, en Los Barrens, se oían los grillos y las gaviotas.
—¡Será mejor que me dejen en paz! –advirtió. Todavía no balbuceaba, pero le faltaba poco–.
¡Les conviene!

Bowers no podía parar de sonreír, sentía una mezcla de odio y diversión incontrolable.

—¿Ah, sí? –preguntó Henry, como francamente interesado–. ¿Y si no, gordo? Qué, ¿eh?

—Miren al bebé –rió Victor.
Belch lo imitó. Henry sonrió, pero su cara aún tenía esa expresión grave y reflexiva, casi
triste. Eso asustó a Ben. Era como si se preparara para algo más que una simple paliza.
Como para confirmar la idea, Henry metió la mano en sus pantalones y sacó una navaja.
El terror de Ben hizo explosión. Había estado sacudiendo inútilmente el cuerpo hacia ambos
lados, pero de pronto se lanzó hacia adelante. Por un instante estuvo a punto de liberarse: estaba
sudando y las manos que le sujetaban los brazos no eran muy firmes. Belch logró retenerle la
muñeca derecha, pero apenas. Victor lo perdió por completo. Otra sacudida...
Pero Henry se adelantó un paso y le dio un empujón. Ben cayó hacia atrás. La barandilla
crujió y Ben sintió que cedía un poco bajo su peso. Belch y Victor volvieron a inmovilizarlo.
—Ahora sujetenlo –ordenó Henry–. ¿Entendido?
—Claro, Henry –dijo Belch, algo intranquilo–. No escapará. No te preocupes.
Henry se adelantó hasta que su estómago plano estuvo casi en contacto con la panza de
Ben. Éste lo miraba fijamente, mientras las lágrimas escapaban de sus ojos dilatados.

Ultraviolence // HenpatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora