"Cementerio de animales"
No tuvo que pensarlo mucho para reconocerla. Patrick. Algo en la forma en que se movía, en cómo cruzaba el bosque sin prisa, sin esa urgencia que Henry sentía a cada momento, lo dejó claro. Ya no era el mismo. Ninguno de los dos lo era.
Una punzada de desdén recorrió el pecho de Henry, y en ese instante, entendió lo que había estado sospechando desde hacía tiempo: el mundo estaba en su contra. El aire en el bosque se sintió aún más pesado, y la distancia entre él y Patrick nunca había sido tan palpable. El chico que había sido su compañero, su amigo, ahora era nada más que una sombra que se deslizaba con un hedor insoportable, como un recordatorio de todo lo que Henry había perdido.
Y, por un momento, con esa sombra acercándose entre los árboles, Henry se dio cuenta de que, en realidad, no tenía nada. Ni a Patrick, ni a nadie. Solo a sí mismo. Y eso, lo único que le quedaba, parecía no ser suficiente.
Henry se dejó de preguntas y pensamientos, la cabeza vacía, la mente nublada por la ira y la confusión. Solo había algo que importaba ahora: Patrick. Observó cómo la figura del chico se deslizaba entre los árboles, moviéndose con esa calma inquietante que siempre había tenido, como si no tuviera nada que temer. Un destello de duda cruzó por su cabeza, apenas un suspiro de pensamiento, algo pequeño e insignificante. ¿Hacia dónde iba? La pregunta apareció sin ser invitada, pero antes de que pudiera darle más vueltas, algo más lo atrapó: el movimiento de Patrick, algo extraño en sus brazos.
Entonces lo vio. Un bulto. Un animal, o más bien lo que quedaba de él. El chico lo llevaba abrazado con un descuido, como quien carga algo que no vale la pena. Muerto, sin duda. Henry no necesitaba verlo con claridad para saberlo. Esa era la clase de cosas que Patrick cargaba con naturalidad, como si fuera lo más natural del mundo. Muertos, moribundos, cosas rotas.
De repente, el recuerdo lo golpeó. El terreno vacío, con la heladera oxidada en el medio, la mugre que se pegaba a los zapatos. Ese lugar asqueroso donde los animales morían y se pudrían dentro de aquel refrigerador, olvidados por el mundo. El hedor de la carne en descomposición, el sonido de los insectos zumbando en la oscuridad, el vacío que se apoderaba de todo. Un escalofrío helado recorrió su columna vertebral, un sudor frío que se le erizó por todo el cuerpo. Aquella imagen, aquella horrible escena, venía a él como una sombra que se negaba a desaparecer.
Patrick seguía su camino, deslizándose entre los árboles, desapareciendo poco a poco en la espesura del bosque. La imagen de su amigo —si es que aún podía llamarlo amigo— se iba difuminando, como un fantasma en la bruma. Henry miró sus pasos, tan lentos, tan calculados, como si todo estuviera bajo control. Pero Henry no estaba seguro de nada. El aire era espeso, el sol casi se había ido, y el lugar ya empezaba a parecerse a un túnel oscuro, sin salida.
¿Qué hacer? La pregunta martilló en su cabeza, pero las respuestas se disolvieron rápidamente. No sabía si debía dejarlo ir, si debía girarse y marcharse en la dirección opuesta, olvidar todo esto. Pero algo en su pecho, algo más primitivo que su raciocinio, lo empujó hacia adelante. El conflicto en su cabeza no duró mucho. La decisión se tomó de manera instintiva, casi sin pensar. No podía dejarlo ir.
Antes de que Patrick desapareciera por completo entre los árboles, Henry se levantó. No hizo ruido, no quería que lo viera. No podía permitirse eso. Su cuerpo se movió en la dirección en que su amigo había ido, deslizándose entre las sombras, tratando de mantenerse invisible, de no ser detectado.
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Ultraviolence // Henpat
Ficção AdolescenteTodos estos sucesos estaban ocurriendo en el humilde y pequeño Derry, el lugar donde pasan un montón de cosas extrañas, niños perdidos, asesinatos, entre otras cosas. Dentro de este pueblucho se encuentra Henry Bowers, el chico que se ganó el títu...