¿A qué jugamos?

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Nick

Dejo caer la cara sobre la almohada después de haber revisado el celular por milésima vez para siempre obtener el mismo resultado: nada. Ni un mensaje, ni una notificación, nada, absolutamente nada. Al parecer, Mateo ha desaparecido, o a lo mejor se olvidó de mí.
Lo único que quiero es una explicación. Me dejó plantado en el receso y eso no se lo dejaré pasar. O al menos, no tan fácil.

Se siente extraño no saber nada de él, considerando, que en los últimos días lo he tenido más pegado que un chicle.
Podría decir que he conocido mucho de él en este tiempo, y que de cierta forma me agrada. Pero me agradaba más cuando no me había dejado plantado sin explicación alguna. Aunque, tal vez es mi culpa. Tal vez yo dispuse de su tiempo y ni siquiera le pregunté si podía o no. Maldición, últimamente la cago en todo.

—¿Puedo pasar? —pregunta Nahomi, asomándose por la puerta de mi habitación.
Yo asiento repetidas veces, aun con la cabeza en la almohada.

—¿Qué haces?

—Saltar en cuatro patas porque estás aquí. ¿No lo ves? —Ironizo, mirándola mal.

—Ay, no seas tan estúpido. Me refería a que qué hacías ahí tirado. ¿Piensas dormir ya? Ni siquiera son las seis de la tarde.

—Bueno, dormir temprano no está mal, tonta.

—No, pero tú no eres mucho de dormir temprano. ¿Qué te pasa?

—Nada.

—Nicolas...

—Que no me llames así, Joder. —Le interrumpo. ¿Hace falta volver a decir que lo odio? No tengo ni puta idea de por qué se obsesionan con llamarme así.

—Vale, Tete.

—¿Tete? ¿En serio?

—¿Qué tiene? Así te llamo desde que tienes 5 años.

—Vale, pero ya no tengo 5 años.

—Tú podrás no tener cinco años, pero seguirás siendo Tete, Tete. ¿Sabes por qué? —Inquiere tomándome del mentón para obligarme a mirarla. Puesto que, había apartado la vista en cuanto me llamó así.

—No. ¿Por qué?

—Porque a mí me da la gana, y porque soy tu hermana mayor, tontito. Ahora dime, ¿qué carajos tienes? Has estado con esa cara desde que llegaste.

—Ya te lo dije, Nahomi. No me pasa nada.

—Claro, y yo soy una tonta que se chupa el dedo.

—El dedo no sé, pero otras cosas... tal vez sí. —digo por lo bajo tratando de que solo sea audible para mí. Sin embargo, es inútil, pues me escucha y me voltea a ver como si quisiera matarme. Para mi suerte, segundos después se echa a reír y yo copio su acción.

—Qué asco, medícate, tonto.

—Tonta tu cola —respondo, sacando el dedo del medio y la lengua al mismo tiempo. Ella rueda los ojos y niega con la cabeza repetidas veces.

—Venga, ¿qué te ha pasado hoy? Soy tu hermana, puedes contarme lo que sea. Además, no es que tengas más amigos para desahogarte. Soy tu única opción.

—Podría hablar con Meredith o con Mateo. Ya tengo amigos. ¿Lo ves?

—Claro, claro. Pero no se lo vas a contar a ellos antes que a mí. Soy como tu mejor amiga.

—Más bien eres una chismosa.

—Sí, eso también, mi estimado.

—Vale, tampoco podría contarle a él. A ella tal vez, pero a él no.

Hey Nick Donde viven las historias. Descúbrelo ahora