Día 1

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Oh my, love is a lieShit my friends say to get me by
It hits different.

Mateo

—Es justo por esto que no me gusta dejarte ir a fiestas —se quejó mamá—. Aún no entiendo cómo es que lograste convencerme de dejarte ir a una justo un día antes de entrar a clases.

—Bueno, es que es imposible decirme que no —bromeé, a pesar de estar medio dormido.

—¿Sabes que es verdaderamente imposible? —preguntó.

—¿Qué? —supe que su respuesta estaría relacionada a mí cuando la comisura de sus labios se alzó dibujando una pequeña sonrisa en su rostro.

—Soportarte. Es que dios, ¿cómo se te ocurre emborracharte justo un día antes de entrar a clases? ¡Tuviste todas las vacaciones para hacerlo!

—Y lo hice —respondí riendo. Pero la sonrisa se borró de mis labios cuando un zapato cayó sobre mí de forma brusca— ¡Oye! ¿Piensas matarme o qué?

—Levántate ahora de la cama o el golpe será peor —dijo un momento antes de salir de mi habitación—. Y además, tendrás que ir caminando al instituto. Porque no te llevaré y tu padre salió hace más de una hora a trabajar, y yo, me iré ahora mismo. —Y con eso salió del lugar, dejándome ahí, procesando lo que había dicho.

—¿Qué? —reaccioné al fin— ¡No! ¡Mamá, espera! —grité poniéndome de pie lo más rápido posible para tratar de alcanzarla. Pero fue en vano, porque ella fue más rápida y para cuando logré salir de la casa, ya no estaba. Se había ido.

—Mierda -susurré—. ¿Cómo carajos hizo para irse así de rápido?
Me quedé ahí, parado. Asimilando lo que acababa de pasar. Mi madre, MI PROPIA MADRE, acaba de abandonarme en nuestra casa.
Bueno, no me abandonó. ¡Pero ahora tendría que caminar al instituto que quedaba a 30 minutos!
Suspiré tratando de calmarme, y fue ahí cuando recordé. ¡Estaba en bóxer! ¡Estaba en bóxer en el jardín a la vista de todos! Mis mejillas se pusieron rojas y toda la vergüenza del mundo llegó a mí. Corrí adentro y cerré la puerta de una manera innecesariamente brusca.

—Todo es tu culpa mamá —me quejé aunque estaba solo. Sabía bien que no era culpa de ella. La culpa era únicamente mía -. Por idiota me pasa esto. Maldito alcohol.
Me llevé las manos al cabello desordenado mientras me dirigía a mi habitación. Me detuve a mitad del camino cuando de soslayo vi la hora en el reloj de pared. O estaba descompuesto, o mamá era muy cruel.

—¿Qué mie...? —La indignación llegó de inmediato a mí y no pude evitar poner los ojos en blanco. El reloj marcaba las 6:50 y el instituto empezaba a las 8:40. Mamá me había mentido, y se había ido solo porque sí. Bien, ahora no tendría una excusa para no asistir. Menuda mierda.

//

—¿Entonces, cómo has llegado? —preguntó, aún riéndose por lo que le había contado.

—Pues... tuve que caminar. Por eso estoy así de sudado.

Y pum, nuevamente sus carcajadas resonaron en el lugar y su cara se tornó de rojo de tanto reír.

—Calma, chica. Pareces un jodido tomate.

—E-es q-que —ella no podía hablar, joder, no podía creer que solo eso le causara tanta gracia—, no puedo creer que hayas caminado 30 minutos de allá hasta a acá.

—Pero lo hice —respondí poniendo los ojos en blanco.
Sus molestas burlas me habían provocado un enorme dolor de cabeza. O bueno, lo habían empeorado, pues la resaca del día anterior estaba en su total esplendor.

Hey Nick Donde viven las historias. Descúbrelo ahora